La ciudadanía del Distrito Federal tiene el próximo domingo 16 de mayo una nueva y gran oportunidad para expresar su opinión, e incluso votar sobre cambios importantes en su ciudad.
Se trata de la consulta ciudadana sobre la Reforma Política del Distrito Federal, que es en sí una iniciativa pensada y organizada por un honorable, talentoso y batallador grupo de ciudadanos comprometidos con el avance democrático, entre los cuales están José Agustín Ortiz Pinchetti, Manuel González Oropeza, Jaime González Graff e Ignacio Marván.
Las preguntas básicas que se nos harán son cuatro, y en todos los casos se compara la situación actual con las reformas que se requieren. Así, en materia jurídica se nos preguntará sobre convertirnos en una entidad con iguales derechos a los que ya tienen todos los estados de la República, excepto el DF; otra se refiere a las delegaciones políticas, con el fin de contar --a más tardar en el 2000-- no sólo con delegados políticos que elegiremos, sino con órganos de gobierno que tengan facultades para cogobernar, como son los cabildos; una más respecto a la rendición de cuentas, o sea la creación de una Contraloría del Gobierno del DF pero propiamente ciudadana, que vigile el uso de sus recursos y evalúe la calidad de las decisiones y el cumplimiento de sus compromisos, y una cuestión más, que culminaría con este gran esfuerzo y exigencia de los ciudadanos, en torno a si estamos de acuerdo en que el Congreso de la Unión recoja el resultado de esta consulta y lo traduzca a una ley que asegure, de una vez por todas, la reforma política integral del DF.
El lema central: ``No te quejes; habla por tu ciudad'', resume acertadamente la importancia de debatir sobre esta reforma política integral, con un sentido propositivo y participativo, donde la opinión de todos de verdad cuenta y contará.
A propósito de estas frases, recuerdo gratamente el concepto básico que aplicamos en una campaña publicitaria de la Procuraduría Social del Distrito Federal durante 1996, sintetizada en el lema de ``Si no te quejas, no te quejes'', coincidente con esta rebelión pacífica de naturaleza ciudadana, de participar y exigir para mejorar.
Sólo así hemos avanzado y podemos avanzar más, tal como ocurrió en las reformas de 1996, donde se logró, por ejemplo, tras años y décadas de lucha de muchas generaciones, el que pudiéramos elegir al jefe de Gobierno, y en el 2000, a los delegados políticos.
De hecho, estoy convencido que el sustento o cimiento sustancial de las cuatro preguntas antes esbozadas responde a una sola y gran pregunta: ¿Queremos ser ciudadanos de primera en un sistema plenamente democrático?
La respuesta no está en el viento, como diría una bella aunque nostálgica letra de rock de los sesenta, sino en el despertar de un nuevo siglo, sin pesadillas de opresión, candados, congelamientos y regateos interminables, entre lo que todos queremos y lo que unos cuantos nos han querido dar.
Nos vemos pues este domingo votando o atendiendo una mesa donde se vote, pero en todo caso ejerciendo el presente y configurando el futuro que merecemos.