Alejandro Nadal
Tres mitos sobre Rubin
La floreciente mitología sobre Rubin le atribuye tres logros en el plano económico. Primero, se dice, fue el arquitecto de la recuperación de la economía norteamericana después de la recesión de 1990-91. Segundo, se le considera responsable de la asombrosa reducción del déficit fiscal.
Finalmente, se recuerda que, en contra del Congreso estadunidense, se hizo cargo del rescate de la economía mexicana en la crisis de 1994-1995. Hay que analizar los tres eventos con cuidado.
La economía estadunidense ya había salido de la recesión de 1990-91 cuando tomó posesión Bill Clinton. El ciclo de negocios había comenzado su fase ascendente en abril 1991. Cuando toma posesión Clinton y su equipo, la economía de Estados Unidos tenía ya siete trimestres con crecimiento positivo del PIB.
Tanto el origen de la recesión de 1990-91, como la terminación de este episodio, se deben a las acciones de la Reserva Federal (Fed). A finales de los ochenta, ese organismo privilegió la lucha contra la inflación, restringiendo la oferta monetaria y provocando el alza de las tasas de interés. La combinación del déficit heredado de los tiempos de Reagan, la guerra en Kuwait y su efecto sobre los precios del petróleo, así como la política monetaria restrictiva, desencadenaron la recesión de 1990.
Pero a finales de 1991, la Fed reaccionó provocando una drástica caída de las tasas de interés y para mayo de 1991 la economía comenzó a recuperarse. El año siguiente Clinton ganó las elecciones. Rubin comenzó su mandato en el Tesoro dieciocho meses después de terminada la recesión de 1990-91
Pero aunque Rubin no es el virtuoso que terminó con la recesión, su paquete de política macroeconómica fortaleció la recuperación. Y uno de los componentes básicos de su paquete fue la lucha contra el enorme déficit fiscal que ya gravitaba sobre la economía estadunidense.
El déficit fiscal en los años de Reagan estuvo alimentado por la baja en las tasas impositivas y un aumento en el gasto público. Para 1992, el déficit fiscal estadunidense alcanzó los 290 mil millones de dólares (mmdd). Ese déficit fiscal se redujo entre 1993-1997 y en 1998 apareció el superávit más grande en cuatro décadas (70 mmdd).
¿Cómo se logró este resultado? Por aumentos en los ingresos fiscales y reducciones en el gasto. Los ingresos fiscales aumentaron mucho más rápido de los esperado: la recaudación tributaria por ingresos de personas físicas mejoró más allá de todo pronóstico. Eso se debió a ganancias del capital más elevadas y a sesgos a favor de mayores ingresos gravables en los estratos de más alto nivel. Probablemente este hecho refleja mayores ganancias en el mercado bursátil y en la especulación, un rasgo nada positivo en la economía norteamericana.
Parte del superávit será utilizado en la reforma del sistema de seguridad social, pero Rubin logró aprobar un esquema en el que 25 por ciento del superávit destinado a este fin será manejado por administradores privados, como Goldman Sachs, casa de donde salió para formar parte del equipo de Clinton. Aquí se manifiesta el evidente conflicto de intereses que marcó siempre el derrotero de Rubin en el Tesoro.
Y eso conduce al tercer mito, sobre el rescate de la economía mexicana. Rubin no rescató a la economía mexicana, sino a sus amigos de Goldman Sachs. Esta empresa, junto con otras corredurías, formó parte del Grupo Weston que logró arrancarle al gobierno salinista la cobertura cambiaria para los tenedores de los Tesobonos. Al estallar la crisis de 1994, México se enfrentó a una deuda de corto plazo insostenible, Rubin y Clinton utilizaron, de manera ilegal, el Fondo de Estabilización Cambiaria para amarrar el paquete de rescate de los acreedores de México. Como parte de las condiciones de ese paquete, el gobierno mexicano indujo la recesión de 1995, cuyas consecuencias todavía sufrimos. En rigor, Rubin operó el rescate político del modelo neoliberal.
En la despedida, Clinton comparó a Rubin con Alejandro Hamilton, el secretario del Tesoro de Washington. Sin quererlo, comparó al saliente neoliberal con un ardiente defensor de la intervención estatal en la vida económica. En efecto, cuando Hamilton fue designado secretario del Tesoro logró que el Congreso aprobará sus políticas de fomento de la industria nacional mediante un sistema de subsidios y aranceles proteccionistas. Un contraste notable con el modelo neoliberal rescatado por Rubin en México.