Muchos interesados en la situación chiapaneca nos preguntábamos cuándo saldría Pablo Salazar Mendiguchía del PRI. La respuesta la tuvimos el sábado pasado, cuando el senador renunció al que fue su partido un poco más de dos décadas y media. La suya, de acuerdo al texto que leyó, fue una ruptura para emprender un nuevo camino. Aspira a la candidatura de una amplia coalición opositora que contenderá por la gubernatura en las elecciones del próximo año.
Salazar Mendiguchía ya no tenía cabida en el Revolucionario Institucional desde hace tiempo. Era un priísta atípico, que se conducía de acuerdo con sus propias convicciones políticas y no por las indicaciones del liderazgo nacional de ese partido. Su desempeño en la Comisión de Concordia y Pacificación, de la que fue integrante fundador, le valió las animadversiones de los dos últimos secretarios de Gobernación, Emilio Chuayffet y Francisco Labastida. Ambos fueron el conducto para comunicar al legislador la molestia que su postura provocaba en Los Pinos. La dedicación del senador por conseguir una paz digna en Chiapas provocó comentarios muy favorables en casi todas partes, menos en el PRI, con la honrosa excepción del grupo Galileo. Al interior de su fracción parlamentaria en el Senado hizo saber que al emitir su voto lo haría de acuerdo a su conciencia, independientemente de que estuviera o no de acuerdo con la línea del PRI.
Desde que en La Jornada Salazar Mendiguchía publicó un extenso documento titulado ''El fracaso de una imprudente estrategia gubernamental en Chiapas'' (1o. de julio de 1998), se auguraba su salida del PRI con base en el enjuiciamiento que hizo de la política zedillista hacia el EZLN y las reivindicaciones indígenas. Párrafos como el siguiente delineaban ya una renuncia que se hizo efectiva el sábado pasado: ''Me desalienta que por falta de una clara y firme decisión gubernamental no hayamos podido resolver por la vía del diálogo franco y sincero, y de una negociación seria y responsable, el conflicto que vive Chiapas. Es muy desalentador que el gobierno de un país como el nuestro, con una historia como la que tiene México, acepte dialogar y firme una serie de acuerdos con un grupo de mexicanos reconocidos por la ley, para después faltar, sin el menor rubor, a su palabra''.
Cuando se aspira a contribuir en la gesta para lograr cambios de fondo, que vayan en la dirección opuesta a la implementada por quien detenta el poder, entonces la ruptura es inevitable. Sobre todo cuando en el gobierno y PRI de Chiapas se han anidado grupos que anhelan seguir (des)gobernando el estado de manera incendiaria y despótica. Una muestra más de la belicosidad de ese priísmo la tenemos en sus reacciones públicas al referirse a la renuncia de Salazar Mendiguchía. Mientras el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, José Antonio González Fernández, hizo una declaración mesurada y en cierta medida lamentó la salida del senador, los directivos priístas de Chiapas (voceros oficiosos del gobernador Roberto Albores Guillén), minimizaron el hecho y consideraron que no afectaba al partido en la entidad. Mismos senadores del PRI, y miembros del grupo Galileo, consideran que la decisión de Pablo Salazar se debe en buena medida ''al hostigamiento del priísmo local hacia él''. Mientras que la nave está haciendo agua por todos lados. Albores y sus aliados creen que la embarcación surca los mares a toda máquina.
El senador Salazar ya dio el paso que distintas fuerzas partidistas y ciudadanas esperaban de él. Ahora falta ver si logra concitar los apoyos necesarios para ser el candidato de la coalición opositora al gobierno del estado. El llamado que hizo en el acto de ruptura con el PRI habla de crear una amplia Alianza Ciudadana para la Dignidad, la Gobernabilidad y la Soberanía de Chiapas. No cabe duda de que en ese llamado se concentran necesidades expresadas por la mayoría de la población. Evitar que se sumen cotidianamente a la propuesta más y más ciudadano(s) será tarea de los operadores de Albores Guillén, empeñados desde hace tiempo en cerrarle los espacios al senador disidente. Si lo hacen con la torpeza que en otros operativos los ha caracterizado, entonces Salazar Mendiguchía puede estar tranquilo porque a menudo la ineptitud de los adversarios redunda en beneficio propio.
En el Astillero del lunes Julio Hernández López escribió que Pablo pudo haber postergado un poco más su renuncia al PRI, ''pero triunfó en él la poco frecuente convicción de hacer caso más a los principios éticos que a los cálculos políticos''. La dimensión ética, y sus consecuencias políticas, es algo que los chiapanecos quisieran ver como norma de gobierno en su entidad. Fidelidad a esa dimensión que sustente el proyecto del cambio democrático, es el mayor reto que tiene ante sí Pablo Salazar.