Bertha Luján
Y sin embargo, se mueve...

Este primero de mayo se cumplió la cita en la que las organizaciones independientes expresaron su oposición a un modelo de sociedad que los excluye y que permanentemente difiere la atención de sus reclamos.

Frente a la multitud silenciosa llevada al Zócalo horas antes por el Congreso del Trabajo, el presidente Zedillo reiteró que se está derrotando al desempleo, que se quiere vencer la inflación "que se come los salarios", y que el gobierno "está al lado de los trabajadores en la defensa de sus legítimos derechos como el de organizarse en sindicatos libres y autónomos..."

Pero la realidad muestra hechos distintos. Los saldos del modelo impuesto a la población están a la vista. Se reflejan en los índices de desempleo y de caída salarial, así como en la proliferación de nuevas y viejas formas de control y apropiación de los sindicatos, por parte de líderes.

El empleo se ha vuelto un bien escaso, y los trabajos existentes son cada vez de peor calidad. En cuatro años, los desempleados absolutos aumentaron en 166 mil personas, y se dejaron de crear más de 2 millones de empleos requeridos por el aumento de la población en edad de trabajar. Aumentó la precariedad de los empleos existentes; menos de un tercio de la PEA está en el llamado empleo formal; casi dos terceras partes no recibe prestaciones, ni siquiera las de ley; una quinta parte de la PEA recibe un salario menor al mínimo legal, y continúa creciendo el empleo infantil (algunas estimaciones calculan que hay 10 millones de menores que trabajan).

El salario mínimo promedio nacional ha perdido poder de compra desde 1976. Sólo en los últimos cinco años el salario mínimo disminuyó 24.82 por ciento. En la industria manufacturera, el salario promedio en los últimos cinco años cayó más de 17 por ciento.

Sin embargo, la productividad creció. Durante la vigencia del TLCAN, la productividad de la mano de obra mexicana aumentó 35.91 por ciento, pero, el salario medio real por obrero ocupado bajó 17.1 por ciento, y el costo de la mano de obra medido en dólares disminuyó 43.7 por ciento.

Mientras la dinámica de la productividad de los trabajadores mexicanos creció mucho más aceleradamente que en Estados Unidos (24.6 por ciento) y Canadá (9.3 por ciento), el costo de la mano de obra manufacturera bajó en los tres países, pero jamás en las proporciones que en México. En Estados Unidos 7.50 por ciento, y en Canadá, 10.77 por ciento frente a los salarios mexicanos, que caen 43.70 por ciento.

Para 1997, el salario mínimo en Estados Unidos era de 4 dólares la hora, 5 dólares en Canadá, y en México 2.50 dólares por ocho horas de trabajo.

Otro drama que acompaña a los trabajadores que tienen empleo es la imposibilidad de organizarse libremente. En 1997 sólo 28 por ciento de los asalariados mayores de 14 años estaban sindicalizados, pero 90 por ciento de esas organizaciones carece de legitimidad por alguna de estas cuatro razones: imposibilidad de los trabajadores de elegir a sus representantes; apropiación del patrimonio sindical por parte de los líderes; ausencia de consulta a los afiliados para la firma o revisión de un contrato colectivo y falta de consenso de los trabajadores para integrar o pertenecer al sindicato.

No existe en México una estadística clara sobre temas esenciales del mundo laboral, como la cantidad y tipo de sindicatos, o los contratos colectivos existentes. Esta es información confidencial y secreta, y se maneja en los archivos gubernamentales. Se sabe que más de 80 por ciento de los contratos colectivos son de protección. Hay sectores y ramas importantes donde la totalidad de los trabajadores están excluidos de los sindicatos --sector agropecuario, micro y pequeñas empresas, comercio y servicios tradicionales-- y donde hay alta sindicalización, como en el sector burocrático, existen apartados de excepción para limitar los derechos laborales. En sectores muy dinámicos de la economía, como en el caso de las maquiladoras, 100 por ciento de los contratos han sido firmados al margen de los trabajadores.

Los asalariados mexicanos siguen enfrentándose a un circuito de prácticas y obstáculos para ejercer su derecho de libertad sindical que va desde el registro, los límites al radio de acción de los sindicatos, la imposibilidad del voto legítimo hasta el carácter secreto de los registros de contratos y asociaciones.

Sin embargo, este primero de mayo los ríos de gente que en varias ocasiones llenaron el Zócalo de la capital fueron expresión clara de esta creciente lucha de protesta y resistencia.