De los 40 mil casos de sida registrados en México desde el inicio de la epidemia, aproximadamente 15 por ciento son mujeres de entre 15 y 49 años de edad. Y de éstas, mas de la mitad se infectó por vía sexual.
Al tratarse de mujeres que en 80 por ciento de los casos se encuentran en etapa reproductiva, el problema se complica por la posibilidad de un embarazo y la transmisión del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) al feto.
La literatura sobre este tema es amplia y las investigaciones ofrecen cada vez mayores expectativas para disminuir los riesgos de transmisión del virus a los recién nacidos. Así quedó demostrado en la pasada Conferencia Mundial sobre Sida, donde se dieron a conocer logros importantes para reducir los costos y mejorar los resultados.
En México, desde hace por lo menos cinco años se admitió la viabilidad de apoyar con tratamiento médico a las mujeres infectadas embarazadas. En diversas ocasiones, funcionarios del Consejo Nacional para la Prevención y Control del Sida (Conasida) han asegurado que el sistema nacional de salud tiene la capacidad de dar tratamiento a todas estas mujeres.
Justamente por eso, cuando en febrero de 1998 la asociación civil Fonsida inició sus operaciones, se aseguró que los primeros en recibir medicamentos antirretrovirales para el control de la enfermedad, serían las mujeres embarazadas y los niños menores de 15 años.
Parte de esta decisión tuvo que ver con lo limitado de los recursos económicos y con el hecho de que el número de mujeres embarazadas y niños es muy reducido, por lo que bien podría atenderse la demanda.
No obstante, los resultados son mínimos y de hecho hasta ahora únicamente están inscritas en Fonsida 49 mujeres e igual número de niños en todo el país.
Según el Conasida, en México podría haber un mínimo de 1,136 y un máximo de 6,531 mujeres embarazadas infectadas, así como unos 500 menores. Al menos la mitad no tiene acceso a las instituciones de seguridad social y por lo tanto ya deberían ser parte del Fonsida, organismo concebido como una alternativa para dotar de medicamentos en forma gratuita a la población abierta y de escasos recursos.
La magnitud del problema
Ante el incremento de la epidemia de sida en las mujeres, que en algunos estados se empareja casi con la de hombres (una por cada tres varones), y por consiguiente el incremento de casos de bebés infectados durante el embarazo, algunos médicos y especialistas han considerado la necesidad de establecer un programa preventivo de la transmisión perinatal del VIH.
En la Guía de Recomendaciones para el Manejo de la Mujer Embarazada con Infección por VIH, de Conasida, se da una amplia explicación de la problemática y aunque la información estadística es de unos tres años atrás, hace una serie de recomendaciones a los médicos sobre la forma y las medidas que deben tomar con las mujeres infectadas que han decidido tener un hijo.
Para la doctora Carmen Soler, jefa de la Unidad de Investigación en Retrovirus Humanos de la UNAM, es imprescindible que las mujeres embarazadas tengan acceso a la prueba de detección del virus y, por consiguiente, al apoyo médico y psicológico necesario.
En entrevista, señaló como requisitos indispensables asegurar que el examen de detección sea voluntario, sus resultados se manejen con absoluta confidencialidad, y en caso necesario garantizar la distribución de los medicamentos.
Y no sólo eso, añade, habría que instrumentar acciones encaminadas a una detección temprana del VIH en las mujeres, de tal suerte que tengan la oportunidad de decidir si quieren o no embarazarse en caso de ser seropositivas, así como la garantía de un tratamiento médico confiable para evitar al máximo el riesgo de transmisión al bebé.
La Guía señala que al año se registran en México 4 millones 200 mil embarazos, de los cuales llegan al término 60 por ciento. En tanto, encuestas centinelas realizadas por el Conasida en 12 estados de la República han encontrado una prevalencia de infección del VIH en este sector de 0.04 por ciento y en los últimos años de 0.1 por ciento. Esto significa que a la fecha existe la posibilidad de que hasta 10 de cada 10 mil mujeres embarazadas estén infectadas por el virus.
En tanto, agrega, de acuerdo con esta prevalencia y la tasa de transmisión perinatal (60 por ciento del total de menores infectados), "se espera que anualmente nazcan 330 niños infectados con el VIH". De éstos se podría prevenir la transmisión del virus en 220 niños con la administración del tratamiento médico.
Más adelante, también menciona la conveniencia de la detección temprana, la cual no es posible en muchos casos por la falta de percepción de riesgo de diversos sectores de mujeres.
Pruebas masivas de detección del VIH/sida en mujeres embarazadas
Al referirse a la realización de pruebas masivas de detección del VIH en mujeres embarazadas, la Guía indica que los costos económicos en México serían muy altos ante la baja prevalencia estimada.
Entre los efectos adversos, Conasida admite que podría haber violación de la confidencialidad, en algunos lados podría imponerse como obligatoria, habría discriminación y estigmatización en los servicios de salud y en el trabajo, negación de la atención, maltrato, pérdida de relaciones, aumento de violencia doméstica y reacciones psicológicas adversas.
Por ello, concluye, la prueba de detección del VIH se debe realizar con base en las recomendaciones ya establecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Norma Oficial Mexicana en la materia, es decir deben ser gratuitas y voluntarias. Pero además puntualiza que dicho examen tendría también que ofrecerse a mujeres que no tienen factor de riesgo aparente, pues se ha comprobado que de 50 a 75 por ciento de quienes tuvieron resultados positivos a la prueba de detección de anticuerpos al VIH, no habían reportado prácticas de riesgo.
Más adelante, el libro que en forma de folleto circula desde hace unos tres años, asegura que en los lugares donde la prueba de detección ha sido voluntaria se tienen altos índices de aceptación y se mantiene una adecuada relación médico-paciente. De ser obligatorias, dice, el efecto sería adverso, pues disminuiría la afluencia de mujeres a los centros de salud y se favorecería la clandestinidad.
Otro aspecto a considerar son las repercusiones para las mujeres por la prueba de detección, pues en algunos sitios donde se instrumentó esta medida, a pesar de existir una alta aceptación al realizarse el análisis clínico, hasta 78 por ciento de las mujeres no regresó por el resultado. Esta cifra podría disminuir con una consejería y apoyo adecuado, puntualiza.
Costos económicos
A pesar de los enormes costos económicos que tendría para México realizar pruebas de detección del VIH/sida a todas las mujeres embarazadas, calculado en 8 millones 200 mil dólares, no se comparan con el costo que significa la atención integral a los infantes con sida (calculado en más de 400 mil dólares por caso infantil).
Tomando en cuenta dicho costo, en la guía se calcula que se tendría un ahorro de más de 92 millones de dólares si se lograran prevenir 220 infecciones perinatales por año.
Para algunos especialistas, las consideraciones económicas no debieran ser las determinantes en la toma de decisiones. Si existe manera de evitar nuevas infecciones de VIH, en este caso durante el embarazo, el deber ético es actuar en consecuencia.
¿Cuándo iniciar el tratamiento?
En la misma Guía se explica que la transmisión del VIH de la madre al hijo se puede dar durante el embarazo desde la octava semana de gestación, durante el parto y mediante la lactancia materna. Los estudios señalan que al menos 50 por ciento de las infecciones se dan muy cerca del parto y que la lactancia materna aumenta la tasa de transmisión perinatal de 10 a 20 por ciento.
Entre las estrategias para prevenir la transmisión perinatal se encuentra: evitar el embarazo, recurrir a la interrupción del mismo, prácticar la cesárea, limpieza del canal de parto, administración de inmunoglobulinas, de suplementos de vitamina A, de anticuerpos neutralizantes, o tratamiento con antirretrovirales al recién nacido y de la madre durante el embarazo y el parto, y evitar o suspender la lactancia materna.
De los mil casos acumulados de niños menores de 15 años con VIH/sida en México, 60 por ciento se originó en la transmisión perinatal. Se calcula que la tasa de infección se ubica entre 25 y 30 por ciento en promedio.
Uno de los más grandes avances para la prevención de la transmisión perinatal se dio con el estudio multicéntrico ACTG 076 realizado en Estados Unidos y Europa, mediante el cual se demostró que la administración de zidovudina (AZT) a la mujer embarazada a partir de la semana 14 de gestación, incluso durante el último mes, en el momento del parto y al recién nacido en las primeras seis semanas de vida, disminuye el riesgo de transmisión del VIH de 25.5 a 8.3 por ciento.
La administración del medicamento depende siempre de la cantidad de carga viral que exista en el torrente sanguíneo de la madre, de su situación clínica y sobre todo, se considera si previamente ha estado ya bajo prescripción médica.
Este tratamiento reduce considerablemente la presencia del virus, y por lo tanto, el riesgo de transmisión al feto.
La Guía de Recomendaciones para el Manejo de la Mujer Embarazada con Infección por VIH también se refiere a los posibles efectos secundarios del tratamiento de prevención. Sin embargo, hasta la fecha los estudios que han dado seguimiento de largo plazo a los niños no han demostrado consecuencias graves y, por el contrario, han mostrado la seguridad de su uso en mujeres embarazadas.
Recientemente, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (Onusida) informó sobre nuevos avances para la prevención de la transmisión perinatal. La investigación fue patrocinada por este organismo internacional y concluyó que es posible empezar con el tratamiento antirretroviral en el momento del parto y continuarlo durante una semana después del parto, para la madre y el bebé. Las posibilidades de que el recién nacido se infecte se reducen en 37 por ciento.
Antes ya se había comprobado que el inicio del tratamiento podía ser hasta la semana 36 de gestación, y con ello reducir el riesgo de transmitirlo a los bebés en 50 por ciento. La importancia de estos hallazgos es que al reducir el tiempo del tratamiento se reducen a su vez los costos y eso puede facilitar el acceso al tratamiento de las mujeres en los países pobres.
De acuerdo con el Onusida, cada año se infectan alrededor de 600 mil recién nacidos en el mundo, una tercera parte de los cuales adquiere el VIH/sida a través de la lactancia materna.
En México, la información y las campañas dirigidas hacia las mujeres son prácticamente nulas. Hay estados en que incluso a pesar de conocer la tendencia creciente de infecciones por VIH entre la población femenina ni siquiera han diseñado las estrategias para abatirlo. En algunos otros, la falta de recursos económicos, materiales y humanos ha sido la principal limitante.
En diversos foros se ha dicho que la batalla es también contra las costumbres y cultura de ciertos grupos poblacionales, que tienen que ver principalmente con la condición de sumisión de la mujer y su nula capacidad para hacer valer sus derechos como persona.
La problemática sin duda es compleja, pero la realidad es que continúa incrementándose el número de mujeres infectadas y por lo tanto, también el de niños que adquieren el virus durante el embarazo, el parto o la lactancia materna.
Hasta ahora, únicamente en los hospitales de tercer nivel donde existe una clínica de sida se ha podido garantizar que las mujeres embarazadas reciban el tratamiento preventivo. Lamentablemente, son muy pocas las pacientes que llegan a tiempo, la mayoría se presenta con los especialistas infectólogos cuando el parto ya ha ocurrido.
Es el caso del Hospital de Infectología del Centro Médico Nacional La Raza del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde en 15 años se han atendido a 75 mujeres embarazadas infectadas. La transmisión perinatal se empezó a prevenir en 1994 y desde entonces la estrategia está más consolidada con pláticas y conferencias.
De hecho, en este nosocomio existe un programa de prevención y enseñanza dirigido a los médicos generales, internistas, ginecólogos, pediatras, entre otros, para que conozcan la metodología a seguir con las mujeres seropositivas que van a tener un hijo.
Los modelos de atención a este sector de la población femenina existen. Solo falta, y es deseable, que se extiendan a todos los demás centros de atención a la mujer embarazada.
Periodista