Las ventajas
La leche materna es una fuente de nutrición invaluable. Según estudios realizados en países desarrollados, la lactancia materna durante los primeros meses de vida disminuye la incidencia o severidad de padecimientos diarréicos, de infecciones del oído, y meningitis bacterianas. Puede igualmente proteger contra enfermedades de origen alérgico y contra la diabetes con dependencia a la insulina. Por el lado de la madre también tiene ventajas: favorece la infertilidad de la mujer durante el tiempo que amamanta. Según la investigadora Kathryn Tolbert, "Esta infertilidad es equivalente, en los primeros seis meses después de dar a luz, a usar un anticonceptivo moderno con una falla de 2 por ciento."1 Amamantar bebés también reduce el riesgo de cáncer mamario pre-menopáusico y de cáncer en los ovarios. Además representa ahorros económicos para la familia. A pesar de ello, en 1995, se reportó en Estados Unidos sólo un total de 59.4 por ciento de madres que amamantaban a sus hijos, y después de los primeros seis meses, esa proporción se redujo a 21.6 por ciento. No todas las madres tienen esa opción.
El líquido se vuelve polvo
A partir de los años cincuenta, década en que se industrializa la leche en polvo de uso pediátrico, muchas madres, sobre todo en Europa y Estados Unidos, aceptan la sustitución creyendo en los valores multivitamínicos que las compañías aseguran contienen sus productos, y porque el recurso al biberón permite también liberar al cuerpo femenino del desgaste físico que, se cree, acompaña a la lactancia materna, y que se añadiría a la disminución del tonus muscular que produce el embarazo. Con la creciente inserción de la mujer en la vida laboral, ha aumentado la sustitución de la leche materna por productos lácteos en polvo también en los países en desarrollo, y esto ha acarreado un grado mayor de vulnerabilidad de los infantes frente a nuevos agentes infecciosos, aunque es preciso señalar que esta substitución representa hoy en día, más que una opción, una verdadera necesidad, ya que la doble jornada de trabajo en que se ve involucrada la mujer, imposibilita en muchos casos a las trabajadoras a amamantar a sus hijos por razones de horarios, distancias y espacios sociales, motivo por el cual la leche en polvo se convierte en la opción que les permite integrarse activamente a la vida laboral sin afectar el desarrollo de sus hijos. Un ejercicio de elección exclusivo de la mujer.
Las nodrizas y el goce culpable e incestuoso
En un notable estudio sobre el mito del amor maternal, la profesora Elizabeth Badinter2 documenta cómo durante varios siglos, desde el XIII hasta el XX, numerosas mujeres, primero de extracción aristocrática, luego de origen burgués y popular, recurrieron a las nodrizas con el fin de delegar en ellas la responsabilidad del amamantamiento. Por razones de vanidad, o por el miedo de perder "distinción" social dando el pecho, muchas privaban a sus vástagos de un contacto afectivo real durante sus primeros meses de vida, llegando incluso a ignorar la forma en que realmente eran alimentados. Señala Badinter que en el siglo XVIII estaba muy extendido un prejuicio popular según el cual al succionar leche el niño succiona también el carácter y las pasiones de quien se la da. Por ello, muchas madres preferirán dar a sus crías leche de vaca en pequeños cuernos agujereados (los antepasados de los biberones).
Un siglo después, las teorías freudianas acerca de la sexualidad alertan a moralistas y eclesiásticos quienes condenan el extraño "contubernio sensual" entre la madre que recibe excitación sensorial en el amamantamiento, y que a su vez la procura a su bebé. La lactancia se asocia así a un goce culpable e incestuoso. De una manera u otra, por razones estéticas, sociales o morales, la lactancia materna no siempre ha sido bien considerada en la historia, y sólo muy recientemente se ha vuelto a abrir un debate en torno de sus beneficios.
La leche materna y el VIH
En el caso de las madres seropositivas, la lactancia es una forma de transmisión del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida, lo que convierte a la leche materna en un fluido potencialmente peligroso, como la sangre y el esperma. Se estima que en promedio existen en México alrededor de 2,500 mujeres embarazadas portadoras del VIH, cifra que confirma la tendencia ascendente de los casos de infección perinatal.3 En referencia a estudios realizados en Africa y en Brasil, el doctor José Antonio Izazola señala que las infecciones atribuibles exclusivamente a la lactancia materna varían de 14 a 19 por ciento. También refiere el doctor Izazola la experiencia de los bancos de leche en Brasil, una alternativa a los productos comerciales en el combate a la transmisión vertical o de madre a hijo del VIH.4
1 Kathryn Tolbert, 1998. Lactancia y salud reproductiva en la época del VIH/Sida. En: Situación de la lactancia materna y la transmisión del VIH en América Latina. Sidalac/Funsalud, México.
2 Elizabeth Badinter, 1981. ¿Existe el amor maternal?, Historia del amor maternal. Siglos XVII al XX. Paidós-Pomaire, Barcelona.
3 Sida-ETS. 1998. Vol.4, núm. 4.
4 José Antonio Izazola, 1988. Resumen ejecutivo. En: Situación de la lactancia materna y la transmisión del VIH en América Latina. Sidalac/Funsalud, México.