n Eugenia León y el Cuarteto Latinoamericano fueron los artífices


La suave patria, fiesta que recorrió el alma mexicana

Mónica Mateos n En medio de una fiesta que recorrió las múltiples habitaciones del alma mexicana, se llevó a cabo la noche del pasado martes la presentación de La suave patria, la grabación más reciente de Eugenia León y el Cuarteto Latinoamericano, quienes han ataviado de matices diamantinos doce canciones populares.

Apenas fue una probadita, pero el público que colmó el patio principal del Museo de la Ciudad de México escuchó seis momentos que se pueden alojar en el corazón a la vuelta de cualquier esquina: desde la plenitud del amor correspondido con Traigo un amor, hasta los amargos desencantos de Usted, pasando por el incendio de los celos expresados en El preso número nueve, o la fresca inocencia de A la orilla de un palmar, la ilusión nostálgica de Alma mía y la alegría de Casita blanca.

Entre canción y canción los amigos escritores de los artífices del mencionado disco participaron con sus impresiones acerca de La suave patria.

Cofre de recuerdos

El musicólogo Aurelio Tello detalló la historia de cada tema y ofreció su opinión acerca de las nuevas versiones de este material ''pleno que no acude a los lugares comunes de la música popular mexicana y, sin embargo, incluye a autores representativos. Los arreglos musicales de La suave patria lograron acentos íntimos en contraste con versiones simplonas o algunos discos infames que se hacen. Por eso más que disco es una ofrenda, un cofre de recuerdos".

El quinteto de cuerdas y voz inició el concierto con una Eugenia León arropada por una chalina de seda blanca, de igual apariencia que su canto cuando se conjugó con el sonido de los violines, la viola y el cello para iniciar con la recia interpretación de Traigo un amor, aquel tema hecho popular hace décadas por Lucha Reyes.

Fundado en 1981, el Cuarteto Latinoamericano representa una voz única en el ámbito internacional en materia de difusión de la música mexicana y latinoamericana. Es considerado por los críticos londinenses ''poseedor de un instinto que definitivamente lo coloca en la primera división de los cuartetos de cuerdas", mientras que en San Francisco (California), lo llamaron ''un conjunto de primera clase, de temperamento apasionado".

Después de escucharlo en la presentación de La suave patria, el grupo reafirma lo dicho por el periódico The New York Times acerca de sus integrantes: ''artistas soberbios, extraordinariamente versátiles en responder a las demandas de diferentes partituras". No obstante la ausencia del cellista Alvaro Bitrán, quien por razones de salud no estuvo presente en esta fiesta musical, la concertista invitada Martha Fontesi se unió al cuarteto y todos a la perfecta armonía del sobrio abrazo Usted, de Gabriel Ruiz.

Capaz de derretir cualquier iceberg, la melodía subió por más de un par de ojos y brotó, un poco húmeda, un mucho emocionada por la mirada de algunas damas del público que recordaron también, quizá, el poema de Elías Nandino (''Usted es la culpable...") que fue pretexto para realizar este tema con que alguna vez Los Tres Caballeros ofrecieron serenatas.

Carmen Boullosa habló enseguida de los versos sabios de Ramón López Velarde, quien le escribió ''a la falda bajada hasta el huesito" y que fue el punto de partida de la producción musical apoyada por el Instituto de Cultura de la Ciudad de México, grabada ''con la dignidad de una gran voz y la impecable y diamantina sabiduría regional".

Los cinco cómplices, Eugenia, Martha, los hermanos Bitrán (Aarón y Saúl) y Javier Montiel, en medio de violines sigilosos, regalaron la confesión de una víctima de los celos al interpretar El preso número nueve. Ello dio pie para que, acabada la melodía, Guadalupe Loaeza imaginara un romance entre el poeta López Velarde y la cantante, ''aunque no traiga chongo ni enaguas... y con todo respeto a Marco Rascón".

La alegoría de una historia de amor entre ambos artistas que tienen en México un móvil que los une, concluyó en el agradecimiento a Eugenia León que la periodista y escritora hizo a nombre de todos los presentes ''por demostrarnos la felicidad que estás viviendo actualmente", pues en La suave patria, agregó, la voz de Eugenia se escucha ''más amorosa y educada, son muchas voces en una que nos cantan sentimientos distintos entre sí. El disco se lo recomendaría hasta a los dinosaurios que están bien amargados".

Con la frescura de una tierra generosa, se escuchó A la orilla de un palmar, un texto que, como dijo Aurelio Tello, cabe a todos los mexicanos en el corazón, no sólo por la ternura que germina de la música y voz de los intérpretes sino por la certeza de sentir que las notas musicales van de la mano de los flujos de la sangre.

El director del Instituto de Cultura capitalino, Alejandro Aura, participó en la presentación del disco precisamente declamando el poema que en 1921 retrató con ojos de amor y gran detalle sentimental a México: ''Yo que solo canté de la exquisita/ partitura del íntimo decoro,/ alzo la voz a la mitad del foro/ a la manera del tenor que imita/ la gutural modulación del bajo,/ para cortar a la epopeya un gajo".

Crucigrama poético para disfrutar

A la altura de las exigencias vocales de las canciones de María Grever, quedó plasmada en oídos y añoranzas la pieza Alma mía, la cual ''sin concesión a la cursilería y al melodramatismo", como puntualizó Tello, narra los deseos de cualquier corazón que aún reniega de la soledad.

Grabadas en la sala Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes, en octubre del año pasado e interpretadas en vivo la noche del martes, las canciones de La suave patria elegidas por Eugenia y el historiador y musicólogo Eduardo Contreras conforman un crucigrama poético para ser pensado y disfrutado, ambas actividades al mismo tiempo, como recomiendan los autores de este proyecto al que debe extraérsele el máximo placer pues significa una renovada expedición por el ánimo musical mexicano.

Los arreglos, realizados por Javier Montiel, Arturo Márquez y Horacio Uribe pulieron nuevos flancos de doce canciones que nacieron gemas y que ahora, engarzadas en las cuerdas del cuarteto y la garganta de Eugenia, ofrecen a propios y extraños un rincón límpido donde dar rienda a los excesos luminosos del alma.

El recital concluyó con Casita blanca, de Agustín Lara, habitación donde dormita esa magia que le quitó la edad a los temas de La suave patria y que los sacó de las entrañas para colocarlos en la piel, marchando con ímpetu y elegancia hacia la internacionalización.