n Habla de su novela La vida de un muerto


El narcotraficante es el pícaro más

representativo, dice De la Borbolla

n Su catarsis funciona si critica la cotidianidad que nos molesta

César Güemes n La vida de un muerto (Nueva Imagen), además de parecer la historia de una paradoja, mantiene el punto de vista de la ucronía que ha llevado a la literatura su autor, a fin de penetrar tangencialmente en el mundo del narcotráfico y a partir de ahí determinar dónde está la realidad real. Oscar de la Borbolla, quien cuenta en su haber con libros como Nada es para tanto, Todo está permitido o Filosofía para inconformes, habla de cómo Schopenhauer es quien está finalmente detrás de todo esto.

 

Instalarse en el sueño

 

ųEl tema del narcotráfico ha llegado a los libros nacionales casi en todos los casos en forma de ensayo. Con La vida de un muerto entra ya en el terreno de la literatura y es necesario saber qué tanto hay de periodístico dentro de la novela.

ųLa novela no tiene una base de investigación real. Es un encuentro casual con el narcotraficante.

''Al buscar en el repertorio de los personajes pícaros, en los que vengo trabajando, me pregunté cuál sería el más representativo actualmente.

''Y por una eliminatoria instantánea llegué a la conclusión de que era el narcotraficante. Luego, traía también entre manos una preocupación filosófica que se siente a lo largo de la novela y que tiene que ver mucho con Schopenhauer.

''Recordemos que uno de sus planteamientos es que el mundo es la representación de la voluntad, lo que nosotros queremos es lo que aparece, mientras no tenemos un deseo el mundo tiene forma anodina.

''Sólo cuando lo iluminamos con la linterna de un proyecto es cuando las cosas saltan y comienzan a tener sentido para nosotros. Esas ideas lo llevan a pensar que la realidad no es real, sino una manifestación de nuestra voluntad, de modo que vivimos siempre instalados en un sueño.

''Para presentar un mundo fantasmagórico en el que no se sabe si hay consistencia o efectiva realidad, me acerco literariamente al mundo de las drogas.

''Esas fueron las motivaciones: seguir avanzando en una narrativa que ha convertido a los pícaros en héroes o en protagonistas, y por el otro lado darle cabida en una novela al problema filosófico de cuál es la realidad.

''Esos dos ingredientes me llevan al tema de los narcóticos, que no documento periodísticamente porque las aventuras que corren los personajes son imaginarias."

ųEl tono con el que está escrita la novela la convierte en una especie de sátira ciertamente no del narcotráfico sino de todo aquello que lo envuelve.

ųEs una de las virtudes que tiene la novela picaresca. Cuando le pones la lupa al pícaro, automáticamente se genera un campo en la escena donde todas las instancias sociales quedan criticadas. El pícaro es un sujeto que vive fuera de la ley y resulta simpático. Para que funcione la catarsis provocada por él, es necesario que se enfrente o critique todo lo que en la cotidianidad nos molesta.

ųMás allá de la novela, Ƒqué resultados le dio la búsqueda para saber cuál era la realidad real?

ųTenía la impresión de que el amor era una de las fuerzas tractoras principales. Incluso uno de mis personajes dice por ahí que el amor, entendido como acto sexual, es lo que le da sentido a la vida. A medida que le pasan ciertas cosas, como su estancia en un calabozo, lo único que conserva intacto es el odio. Descubre, pues, que el odio es mucho más perdurable, más fiel como sensación, que el amor mismo. Antes de escribir la novela eso era algo que yo no había ni siquiera sospechado. Fue la lógica del personaje la que me llevó a esta especie de hallazgo. Parece que el odio le puede dar mucho sentido a la vida cuando se toma como proyecto de venganza. Dentro de la novela hay dos personajes que se mantienen firmes, de pie, decididos, gracias a ese sentimiento. Por su parte el amor termina por domesticarse, lo mismo que los principios políticos encuentran su acomodo dentro de cualquier sistema.''

 

Personificar la verdad y la mentira

 

''Encontré también un juego con los planos de realidad, con la posibilidad de determinar si lo que se cuenta puede ser cierto o no. Al principio de la novela hay maneras más o menos sencillas de acreditar que lo narrado es falso, aunque los personajes tengan que admitirlo como verdadero. Por ejemplo, cuando en los separos a un personaje se le ocurre fingirse narco para salvar la vida, comienza a contar cosas muy extravagantes. Y sucede, así se dice en la narración, que sus compañeros no le creen del todo pero tienen que aceptar eso que se hace pasar por verdad debido a circunstancias particulares por las que todos atraviesan.

''Finalmente, personificando a la verdad y la mentira trato de hacer ver en la novela que la verdad se sabe tan dueña de la razón que no busca correligionarios y por eso es anodina e intrascendente.

''En cambio, la mentira como se sabe siempre en peligro trata de seducir y a veces convence hasta a la propia realidad para que se ponga de su lado."

ųSe mantiene, pues, dentro de la ucronía, el relato de un hecho ficticio que se rodea de datos ciertos para que pase por verdadero. ƑEncuentra alguna evolución en esa postura en la nueva novela?

ųComenzó como un divertimento, con efectos instantáneos magníficos. De ahí pasé a textos mucho más narrativos, reportajes imaginarios.

''Actualmente y sobre todo con La vida de un muerto ese concepto de ucronía da paso a un aliento más amplio, no sólo por la longitud que impone el género, sino por la idea de extremar el dato anormal para generar a partir de eso un mundo completo.''