José A. Ortiz Pinchetti
Universidad rebelde. Economía recuperada. Oposición aliada

Abril: En contra de los lúgubres pronósticos, todos los indicadores apuntan a una recuperación económica. Por desgracia, organizaciones tan ortodoxas como la OCDE y el Banco de México perciben una creciente inestabilidad que podría combinarse con la incertidumbre política y darnos ¡otra crisis!

Para estos expertos y para el presidente Zedillo la variable importante es la financiera y no la política (un error mayúsculo reiterado en los últimos sexenios). Nadie sabe hasta qué punto se interrelaciona la economía con la política. Pero no pueden desagregarse, son parte de la misma trama de la vida pública. Todos sabemos, por la experiencia cotidiana, que la reorganización del sistema bancario, obsesión de Ernesto Zedillo, no ha logrado estabilizar las relaciones entre los bancos y sus deudores. El enorme sacrificio fiscal destinado a consolidar el patrimonio bancario tampoco ha logrado sus objetivos.

Hay que reconocerle al Presidente una habilidad maquiavélica para mantener hasta hoy dividida a la oposición y bajo control las demandas sociales. A los historiadores del futuro les asombrará cómo después de casi veinte años de decadencia económica y de desigualdad creciente, los mexicanos seguimos relativamente en paz. Será mucho más asombroso cómo el gobierno ha manejado la ``cuestión social''. Como en el porfiriato ha preferido una ceguera cínica al enfrentar el gran tema de la vida nacional. La diferencia es que en la época porfiriana (con excepción de los últimos años) se vivió auge económico, mientras que en esta larga agonía de sistema presidencialista ha ido acompañada por un deterioro constante.

Los señores diputados de oposición nos han dado la sorpresa. De nuevo y después de veinte meses de querellas aprovechadas en forma muy astuta por los operadores priístas, el PAN y el PRD y los otros partidos formaron un bloque y vencieron la resistencia priísta en el importante tema de la reforma electoral. Aunque el PRI tiene la llave de la reforma al controlar de modo aplastante la Cámara de Senadores, no puede darse por terminado el asunto. Los protagonistas pudieran buscar un arreglo en temas como el fin de la cláusula de sobrerrepresentación, la fiscalización de gastos de precampaña, el acceso de todos los partidos en condiciones de equidad a los medios de información, etcétera. El PRI podría intentar cambiar reformas electorales por algo así como la aprobación del nuevo sistema bancario.

El Presidente está a punto de ver naufragar dos proyectos que viene acariciando desde su juventud: el proyecto de privatización (y de ser posible extranjerización) de la industria eléctrica, y la creación de un sistema de cuotas para hacer ``rentable'' de modo progresivo a la universidad. Pero el enfoque de los dos temas demuestra falta de sensibilidad política, la ignorancia de la historia y de los tiempos circulares de nuestra política. Con el primer asunto logró hacer reaccionar fuertemente la dolorida conciencia nacionalista. En las encuestas, la población la rechaza hasta en 70 por ciento y aun el apoyo del PRI es flojo. Peor es el intento de aumentar las cuotas congeladas en la Universidad desde hace décadas.

En un principio la iniciativa parecía razonable pero poco a poco se le ven sus defectos. ¿Cómo es posible que se intente hacer pagar a los padres de los jóvenes universitarios cantidades que apenas representan 3 por ciento del presupuesto total de la Universidad, mientras que el mismo gobierno lo ha reducido en 65 por ciento? El tema despertó a los jóvenes iracundos (entre los 17 y 22 años), hijos de una clase media, engañada, envilecida, defraudada y empobrecida durante el reciente e impune régimen de Carlos Salinas. Era un riesgo desencadenar un fenómeno de resistencia que podía extenderse a muchos otros institutos de educación superior en todo el país (como sucedió) y es autodestructivo, porque coincide con el año más difícil: el preelectoral.

Tengo la impresión que Ernesto Zedillo está viendo sin mucha preocupación cómo se extingue hasta el último resplandor de su oportunidad de ser un presidente de la transición. Con el tiempo aquilataremos sus méritos, pero nuestro balance contemporáneo es francamente deplorable. Las resistencias a las reformas no han venido sólo del PRI, han venido del atrincheramiento del Presidente. Hace poco revisaba yo Los veinte compromisos con la democracia, que firmó el presidente Ernesto Zedillo junto con los demás candidatos a la Presidencia en 1994. En ninguno de los veinte temas, columna vertebral de una reforma en serio, don Ernesto ha hecho avances importantes.