La Jornada Semanal, 2 de mayo de 1999
Qué te puedo decir
sino que añoro tus llamadas a deshora
tu
elegancia y tu impertinencia y tu vida desastrosa
-más que la mía,
si es eso posible-
añoro regañarte, enojarme contigo
y mirar
cómo te acaricias el bigote
con sensual desesperación
en nuestra
tasca de siempre.
Qué cosa no daría
para volver a oír aquí y
ahora de viva voz tu voz profunda
de locutor que debió ser
cantante
Chaliapine sin canto
Raskolnikov sin crímenes
El
jugador de Mixcoac
pequeño Mussorgski aún más modesto que
Modest
pidiéndome prestado para recoger tu saco de tweed en la
tintorería
pidiendo tu tango favorito al pianista del
bar
aconsejándome sobre las mujeres y la vida
Dostoievsky
flotando en los surcos de humo de tu cigarro eterno.
Cuántas
discusiones dejamos pendientes por tonterías ``importantes''
y
cuántas cosas sin importancia
me importaría tanto contarte aquí y
ahora
en vez de que el barman y yo
nos sentemos con tu
fantasma
en nuestra tasca de siempre.