n Durante la ceremonia, el presidente Zedillo convocó a la unidad obrera


Con un frío acto de 35 minutos el CT conmemoró el Día del Trabajo

n Una multitud silenciosa colmó la Plaza de la Constitución n Petroleros, los únicos entusiastas

Elizabeth Velasco y Andrea Becerril n Frente a una multitud silenciosa llevada al Zócalo por la dirigencia del Congreso del Trabajo (CT) para celebrar el Día Internacional del Trabajo, el presidente Ernesto Zedillo convocó a la unidad obrera, habló de los logros de su gobierno, sostuvo que ''paso a paso se está derrotando al desempleo'' y dijo que se puede perseverar hasta acabar con las crisis sexenales.

Impasibles, los miles de trabajadores congregados en la Plaza de la Constitución escucharon al Ejecutivo federal decir que se puede también perseverar hasta vencer la inflación ''que se come los salarios''. En vano Zedillo trató de levantar el ánimo de quienes llenaron la plancha de concreto del corazón de la ciudad.

Su entusiasmo no fue secundado por la concurrencia, integrada en su mayoría por afiliados a la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y a la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE). Ni sus ''švivas!'' a México y a la clase trabajadora tuvieron eco en la multitud, que permaneció callada.

Así, la celebración oficial del Día del Trabajo donde se recuerda a los mártires de Chicago, resultó fría.

Un acto de apenas 35 minutos, en el que el presidente del CT, Leonardo Rodríguez Alcaine, reiteró el apoyo al régimen. ''Los trabajadores jalamos parejo con el Presidente de México'' porque ''conduce los destinos nacionales conforme a los principios de justicia social''.

Si esperaba aplausos, no los hubo. Las felicitaciones las había recibido antes el sucesor de Fidel Velázquez por su cumpleaños número 80. El grueso contingente, ubicado frente a Palacio Nacional, esta vez ni siquiera lo abucheó como en otras ocasiones. Ni siquiera por su discurso contradictorio de respaldo a la política de ''modernización'' laboral y la petición de no permitir el desmantelamiento de fábricas ni las separaciones masivas de sindicalizados ni las cargas de trabajo inhumanas.

Había rostros adustos entre los asistentes, algunos con pants y tenis nuevos que les proporcionaron en su sindicato, pero ni aun así seguían las instrucciones de los porristas de las organizaciones de petroleros y de ferrocarrileros, que a toda costa trataron de hacerlos participar en el apoyo al titular del Ejecutivo.

Una sola franja del contingente colocado a todo lo largo de la plancha de concreto del Zócalo participaba del viejo ritual. ''šPetroleros con Zedillo... Petroleros con Zedillo!'', gritaban y levantaban las borlas de color blanco y rojo, pero sin contagiar a sus compañeros.

Zedillo, en tanto, reiteraba: ''En este majestuoso Zócalo, el gobierno está a su lado en la defensa de sus legítimos derechos, como el de organizarse en sindicatos libres y autónomos, como el de huelga, en defensa de sus condiciones y prestaciones de trabajo''.

Mientras, trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), afiliados al Sindicato Unico de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM) de Rodríguez Alcaine, comentaban la amenaza de ser sancionados si no asistían a esa ceremonia.

Zedillo seguramente no sabía eso. En su discurso, desde el presidium ubicado frente a los manifestantes, retomó varias de las frases de Rodríguez Alcaine. ''Como aquí se dijo, queremos a los trabajadores en sus sitios de trabajo, no en las calles desempleados''.

Afirmó luego que se está derrotando el desempleo y abundó en esa idea durante su mensaje de ayer sábado a la nación, que dedicó precisamente al primero de mayo. Expresó incluso satisfacción porque, señaló, en el primer trimestre de 1999 la tasa de desocupación abierta tuvo un promedio de 2.9 por ciento, el más bajo en ocho años.

En su enumeración de logros, el Presidente de la República mencionó que luego de la reforma al IMSS, ''hoy el Seguro Social es más fuerte, es más seguro y tiene un compromiso fortalecido con los trabajadores''. Gracias a esa reforma, agregó, los servicios médicos del instituto ''llegan a más lugares y empiezan a tener la calidad que con toda razón exigimos''. Ahora, los trabajadores saben que contarán con una pensión digna. Ante la falta de respuesta de la multitud, Zedillo insistió en animarlos.

Alzó el tono de la voz para dirigirse a cada uno de los gremios: ''Estamos, ciertamente, con los trabajadores petroleros que, como siempre, están aquí presentes y representan a una industria que es orgullo de México''.

Sólo los porristas de Pemex corearon la alusión. Y lo mismo pasó con los ferrocarrileros, traídos de diversos estados del país con gastos pagados por su dirigente Víctor Flores. Los demás gremios ni siquiera levantaban las pancartas ųcon el logo del CTų que previamente les proporcionaron para agitarlas al aire.

De las últimas filas, ya cerca de las calles 5 de Mayo y Francisco I. Madero, grupos de la Confederación General de Trabajadores (CGT) comenzaban a retirarse con sus desayunos en bolsas de plástico. Otros contingentes hicieron lo mismo. En el templete, Zedillo concluía su discurso con vivas a la ''unidad de los trabajadores; a los trabajadores mexicanos. šViva México...Viva México!'', repetía.

De inmediato, el mandatario descendió de la tarima que sirvió de presidium, acompañado por su gabinete ampliado y por los dirigentes de los sindicatos aún afiliados al Congreso del Trabajo. El Presidente se acercó a la valla, custodiada por elementos de seguridad, y saludó de mano a algunos de los sindicalizados que estaban en las primeras filas. Zedillo abrazó luego al líder de la FSTSE, Joel Ayala Almeida, y abordó un vehículo. No habían transcurrido los 40 minutos previstos para la ceremonia.

Ya sin la presencia del Estado Mayor Presidencial, los petroleros empezaron a echar relajo y los vendedores ambulantes se fueron tras el secretario de Turismo, Oscar Espinosa Villarreal, a quien en tono de broma pedían que cantara una canción.

Como fin de fiesta, los vehículos de Limpia del gobierno capitalino hicieron su aparición para barrer pancartas y mantas que los trabajadores asistentes al acto oficial dejaron tiradas a lo largo y ancho de la Plaza de la Constitución.