n Tributo a Carrington y Alice Rahon en Casa del Poeta


Leonora ayuda a que el mundo nos hechice más: Gutiérrez Vega

n No incurramos en la amnesia, llamado de Antonio Saborit

Angélica Abelleyra n No hay razones para el desencanto pues, como decía Quevedo, el mundo nos ha hechizado. ''Tú, Leonora Carrington, nos has ayudado a que nos hechice más".

Con esas palabras, el poeta Hugo Gutiérrez Vega cerró el homenaje íntimo, lejano a la grandilocuencia, que congregó en la Casa del Poeta a unas cuatro decenas de amigos para festejar el no cumpleaños de Carrington y recordar su vena creativa, de la misma manera que celebraron a otra mujer que llenó de imaginación hecha pintura y poesía nuestro suelo mexicano a mitad del siglo y muchos años después: Alice Rahon.

La primera, con una vida plena y creativa de 82 años que alcanzó el pasado 6 de abril; la segunda, fallecida en 1987, pero hermanada con aquélla en la confección de universos verdaderos por abstractos, apasionados y complejos.

A las 19:30 horas inició la velada, entre las mesitas desperdigadas en el café Las Hormigas, donde la pintora surrealista departía con amigos y algunos regalos que eran libros o gatos improbables que cuelgan del techo para volar.

Pasión por la realidad más compleja

Las palabras de entrada fueron del historiador Antonio Saborit quien, ante un panorama de destrucción y pérdida de la memoria en nuestra época (los extravíos de las obras de Walter Benjamin en su huida de los nazis y de Antonio Machado en su fuga de los ejércitos franquistas o la persecución de Milosevic a escritores como Xhevedt Bejraj), llamó a no sumarnos al olvido programado y a la amnesia respecto de ciertos momentos y personajes que alimentan el siglo XX, en especial el mexicano.

Habló de ''unos cuantos alucinados" cuya ''verdadera pasión fue la realidad más compleja". Ese grupo de pintores y poetas que enriquecieron con sus imágenes y palabras la dimensión de nuestras imaginaciones: Remedios Varo, Benjamin Peret, Wolfgang Paalen, Eva Sulzer, Edward James, Katy y José Horna, Rahon y Carrington -enlistó- que ''propusieron maneras de ver y decir lo ya visto y dicho hasta el cansancio de lo racional, frente a la estampida de cerdos (como la llamó Carrington en uno de sus cuadros)". Todos, abundó Saborit, ''rara vez se bañaron en la misma hoguera, nunca plantearon una pregunta sabiendo cualquiera de sus respuestas virtuales, fueron un tanto abstractos porque el realismo no dejó más alternativas a su genialidad, lo imaginario fue pesada ancla y plomada estricta para su torre ebria, obraron con la emoción del final y con la ceguera de todo comienzo".

Investigadora del surrealismo, Lourdes Andrade fue la segunda en participar. Responsable de los volúmenes Leonora Carrington, historia en dos tiempos y Alice Rahon, magia de la mirada (editados por el CNCA, colección Círculo de arte), la autora centró sus comentarios en torno de un aspecto del surrealismo sobre el que no se ha insistido lo suficiente en el país: el exotismo, el interés y el amor de los surrealistas por algunas culturas no occidentales, arcaicas y primitivas que contribuyen a definir ciertos rasgos surrealistas y varios aspectos de la imagen de la mujer en este contexto.

Rahon, poesía con voz de hada

Andrade refirió ciertos arquetipos que vinculan a la mujer surrealista con la tierra, la luna, la noche, el tiempo circular y los animales, y bosquejó rasgos de esas figuras femeninas, íntimamente ligadas a la naturaleza, que instauran un lazo entre la figura pública con una dimensión mítica y un modelo perteneciente al ámbito de lo sagrado. Se refirió a la poesía de Alice como ''la voz de un hada" y a sus versos ''de una sutileza desconcertante" que causan en el lector el efecto de un sortilegio.

En tanto, de Carrington (interesada a lo largo de la lectura en fumar con parsimonia y delinear los contornos de su libro-regalo envuelto en papel rojo brillante), la historiadora del arte comentó su historia de vida ''drástica y dinámica" y la situó como ''una cauda luminosa que a diferencia de aquellas en que se exhibe el núcleo del cometa, lo excede". Ratificó el brillo de su humor, la exuberancia de su imaginación y su constante movimiento.

''En Leonora todo es fiesta. Para ella el pasado está lejos y hay que seguir tejiendo los días", cerró la ponente para que después Gutiérrez Vega leyera poemas de Rahon incluidos en Salamandra (El Tucán de Virginia) y fragmentos de ''Cuando iban por el lindero en bicicleta", un cuento de Leonora que se suma a su prosa reunida en La casa del miedo y El séptimo caballo y otros cuentos (Siglo XXI editores).

Con su voz de actor, Gutiérrez Vega casi clausuraba el homenaje con lectura de cuento y poesía y al relatar su nexo con Leonora desde su participación en la puesta en escena de La hija de Rapaccini (obra de Octavio Paz con la escenografía de Carrington). Fue entonces que le agradeció sus poderes mágicos para ayudar a que el mundo continúe hechizándonos y sugirió que la mejor manera de homenajearla es bebiendo media taza de té porque ''las tazas completas son insoportables".