Hay banqueros optimistas. Este es el caso del presidente del grupo financiero Bital, don Antonio del Valle Ruiz. La razón: ``el nivel al que están llegando las tasas de interés''. De persistir esta tendencia, aseguró, ``la banca completará su responsabilidad social de captar recursos y ahora de otorgarlos'' (El Financiero, 26 de abril). Y concluyó: ``siento que a partir del segundo semestre el crédito se va a reactivar. Indudablemente la situación de la banca es hoy mejor que en 1996''.
Cierto, la rebaja observada por el precio interno del dinero en las últimas semanas es una buena noticia. Significa, entre otras cosas, una saludable disminución de las presiones financieras que padece desde 1995 un gran número de agentes económicos que la crisis de aquel año arrojó a la insolvencia. Pero la disminución de las tasas de interés dista mucho de asegurar la reanudación de los flujos de financiamiento bancario a la economía, la ``otra mitad'' de la responsabilidad social que los bancos comerciales, como reconoce su ex dirigente nacional, no están cumpliendo.
El descenso coyuntural de las tasas y el feeling de los banqueros no bastan desafortunadamente para solucionar la gran anomalía que sigue siendo para la economía mexicana el sector financiero. Los bancos no solamente cumplen a medias su responsabilidad social, sino que operan con márgenes de intermediación que son totalmente incompatibles con un escenario de crecimiento sostenido de la economía. La diferencia entre tasas activas y pasivas se mantiene alrededor de los 11 puntos porcentuales; este margen no ha disminuido y su permanencia es un símbolo de la ineficacia con que opera este sector y de la escasa competencia, en caso de que haya alguna, que libran entre sí las instituciones bancarias. El margen entre operaciones activas y pasivas de los bancos mexicanos casi llega a duplicar el que cargan los bancos argentinos (un poco más de 6 puntos porcentuales) y rebasa con mucho al de los bancos brasileños y chilenos (de 4 a 4.5 puntos porcentuales). Otra cara de la ineficacia y de la falta de competencia de los bancos es el continuo encarecimiento de los servicios que dicen prestar al público ahorrador.
Las fusiones adicionales que parecen estar en puerta en el sector financiero para enfrentar los problemas de capitalización que siguen padeciendo los bancos no se traducirá en mejores servicios. Podrán generar algunas economías de escala pero también reducirán incentivos para la competencia. La investigación económica sobre fusiones --aplicada a un amplio rango de casos nacionales y ejecutada con diversos métodos de análisis empírico-- no arroja evidencias de reducción de costos en las empresas que se unen ni de mejorías sustantivas de su rentabilidad promedio. Sí muestra, en cambio, que las fusiones aumentan los grados de manejo y control del mercado de un número reducido de agentes.
Por toda una variedad de razones, las rebajas en curso de las tasas de interés son bienvenidas y sus efectos generales sobre la economía no pueden ser más que positivos. No obstante, el movimiento a la baja del costo interno del dinero no va a hacer que se restablezca el flujo de financiamientos a la economía ni que se normalicen las relaciones de la banca con la economía y la sociedad. Los problemas estructurales del sistema financiero se agudizaron y probablemente hicieron crisis con el ascenso en flecha que la inflación y las tasas de interés observaron desde fines de 1994, pero su origen es otro. Es institucional, es normativo, es regulatorio, en algunos casos es legal y, desde hace muchos meses, también es francamente político.