José Steinsleger
Todos somos Robinson

En el ápice del frenesí guerrero, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) alzó su copa de sangre en el quincuagésimo aniversario de su constitución. La función hace al órgano. "Civilización o barbarie": rostros de la misma moneda, recurrente dilema del invencible y miope eurocentrismo que se retroalimenta y autodestruye desde hace 2 mil 500 años. La OTAN ha transformado a Milosevic, su cómplice, en heroico defensor de la soberanía nacional.

Cuando un jefe de la Casa Blanca entra en la recta final de su mandato, hay que ponerse a temblar. Ahora, los "rambos" ven que el gobierno de Clinton no es "frágil" en política exterior, los europeos sienten que quizá sus nietos se salven de nacer medio islámicos o medio magrebíes, los especuladores del capital revientan de alegría y el Vaticano imparte la bendición a todos.

La geopolítica, disciplina político-militar de concepción positivista, no es una ciencia exacta. Pero existe. Los alemanes Friedrich Ratzel, fundador de la "antropogeografía" (1897), y Karl Haushofer, teórico del "espacio vital" (1924), creían que las relaciones entre geografía y política internacional determinaban el curso de la historia humana.

Los geopolíticos de la OTAN parecen inspirarse en el "buen salvaje" descrito por Daniel Defoe en Robinson Crusoe, aquel indio de Nicaragua que sobrevivió en una isla solitaria, pertrechado de su fusil, su cuchillo y un pequeño cuerno de pólvora tras ser abandonado por el capitán Sharp en la isla Juan Fernández, del Pacífico.

Cuatro años después, el navegante inglés Guillermo Dampier lo rescató y dio testimonio de su genio aventurero (1684). Lo que hizo la imaginación colonial de Defoe, incapaz de concebir un ser que se le antojaba irreal, fue negar la capacidad de ingenio del indio, transformándolo en escocés y arquetipo de la filosofía económica moderna: sé "tú mismo" y olvídate del resto.

Los voceros de la OTAN y los adictos a la televisión nos dicen que Milosevic empezó todo esto. Es decir, que el conflicto bélico en aquella región nada tendría que ver con Bizancio y el islam, la ruta de la seda, Atila, los viajes de Marco Polo y Colón, la lucha contra el "infiel", la modernidad negadora del otro o 65 por ciento de la humanidad purgada del progreso moderno. El guión se repite: Hitler estaba "loco". No fue producto del capitalismo, Stalin cometió "errores". No fue producto de una concepción del poder.

El "norte": proyecto de hegemonía destinado a destruir "humanitariamente" lo que se oponga a su dictado. Yugoslavia: ensayo de cohesión de la OTAN con la mira puesta en los vastos recursos de una Rusia desquiciada. China: estación terminal de la gran confrontación venidera.

Y, como siempre, buena parte de nuestros insignes intelectuales "esperando a Godot": el filósofo europeo de moda que ya mero nos explicará, con mucha, pero muchísima cultura, cómo se construye la democracia y la vida civilizada.

ƑY en América Latina, qué? Trinchera de la desinformación, Time titula en portada: "A los 50 años la OTAN pelea su 'primera' guerra". O sea que la de Malvinas no existió. Así nos condiciona el canon occidental. Negándonos, como Defoe negó al nica. Adivine adivinador: Ƒcuál será el numerito siguiente de la OTAN globalizada? ƑCuba o Venezuela?

Prepárese para cuando un astuto periodista de la CNN asegure que tiene "pruebas" de las armas químicas que Saddam Hussein le regaló a Fidel. Luego, ante "la seguridad hemisférica en peligro", Washington... ya usted sabe. Con Venezuela, ídem. John Maisto, uno de los artífices de la invasión a Panamá, es el actual embajador de Washington en Caracas.

El periodista Seymour Hersh contó el diálogo sostenido en 1969 en la Casa Blanca entre Gabriel Valdés, canciller del gobierno chileno, y Henry Kissinger, consejero en política internacional del presidente Richard Nixon (The Price of Power: Kissinger in Nixon's White House, Summit Books, 1983).

"América Latina: Ƒa quién le importa eso? Nada importante puede venir del sur. La historia jamás se ha hecho en el sur. El eje de la historia parte de Moscú, pasa por Bonn, cruza hasta Washington y de aquí va a Tokio. Lo que ocurra en el sur no tiene importancia alguna". Incómodo, Valdés dijo: "Señor Kissinger, usted no conoce el sur". Kissinger respondió: "No, ni me interesa".