PETROPRECIOS: RIESGOS Y ESPERANZAS
Las cotizaciones petroleras en los mercados internacionales mantienen, desde hace varias semanas, una tendencia a la alza que contradice, así sea coyunturalmente, las previsiones en esta materia de gobiernos y organismos internacionales. Ello representa una noticia positiva, en el corto plazo, para las naciones exportadoras --como la nuestra-- y también, en el mediano y largo plazo, para los países importadores, toda vez que los precios razonables alientan la producción y contribuyen a evitar, de esa manera, desabastos futuros y alzas súbitas y desmedidas.
No debe escatimarse el crédito que corresponde al gobierno mexicano en la regulación de las cotizaciones del crudo. Como se sabe, las autoridades nacionales gestionaron con éxito, en coordinación con la OPEP, cortes programados a las exportaciones a fin de disminuir la oferta y frenar, por esa vía, las caídas en picada de los precios.
En el ámbito nacional, sería sin duda imprudente dar por sentado que las actuales cotizaciones serán duraderas o representativas del promedio anual. Algunos analistas señalan que las causas del alza de los precios son, básicamente, de índole coyuntural: la guerra de la OTAN contra Yugoslavia, las incertidumbres en torno al futuro político de Venezuela, así como accidentes registrados en ductos y refinerías en diversas regiones del mundo. En consecuencia, los incrementos podrían ser, también, pasajeros, y esta posibilidad hace necesaria la prudencia al tomarlos en cuenta en la planificación de las finanzas nacionales.
Por otra parte, es evidente que las subidas en el precio del crudo, así sea en forma temporal, se traducen en un incremento automático de los ingresos del Estado. Sin embargo, no existe ninguna señal de que ese fortalecimiento de los recursos públicos vaya a ser orientado a aliviar, en alguna medida, la asfixiante situación económica por la que atraviesan los sectores mayoritarios de la población. Se genera, así, una asimetría --una más-- en el manejo económico: el gobierno reacciona a las caídas de los ingresos petroleros recortando presupuestos e incrementando las obligaciones fiscales de los ciudadanos y las tarifas públicas, pero, ante la situación inversa, no se habla de mejorar, así sea en pequeña escala y de manera provisional, las partidas destinadas a educación, salud, vivienda y servicios, ni de reducir, así fuera en unos cuantos centavos, las tasas impositivas y los precios de la energía eléctrica y de los combustibles.
En tal circunstancia, lo menos que podría pedírsele a las autoridades económicas es que informen, con transparencia y claridad, el destino que piensan darle a los ingresos adicionales no previstos.