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Matar y morir en Denver

1. Un día como cualquier otro sales de casa rumbo a la secundaria en que estudias. Pasas por uno de tus mejores amigos. Ya en la escuela, ambos sacan las armas guardadas en un sitio secreto y sin más ni más abren fuego contra todo el que se ponga delante. Dos horas después, la noticia recorre el mundo y se abre una pregunta que tendrá varias y equivocadas respuestas: Ƒpor qué?

2. Eric Harris y Dylan Klebold, de 17 y 18 años, respectivamente, pasaron a la historia hace apenas una semana luego de asesinar a una docena de estudiantes y un maestro en la secundaria Columbine, de Littleton, al suroeste de Denver. Los heridos suman decenas, las personas con un impacto sicológico, cientos.

3. Los spree killers y los rampage murders se parecen. Eric y Dylan tienen un poco de ambos: ataque sorpresivo, víctimas múltiples, una sola remesa de muerte depositada en personas que se eligen según el azar de quien se encuentra en el lugar equivocado y en el peor momento. Ni sprees ni rampages son nuevos y sí imprevisibles e inevitables.

4. Si el crimen masivo, ejecutado con un rifle semiautomático, un par de escopetas y una pistola, coincidió con un aniversario de Hitler o si Eric y Dylan escuchaban a Marylin Manson es irrelevante. El fenómeno de los asesinos de grupos no admite una explicación epidérmica. Es el síntoma de una enfermedad social. Esto es, no resulta de un proceso como puede ser cualquier padecimiento fisiológico. Mucho más allá de la pregunta ''Ƒpor qué?", dirigida a los dos jóvenes asesinos, está un cuestionamiento que apunta al centro de la enfermedad: Ƒde qué padece un país para que dos de sus integrantes se manifiesten con el síntoma del homicidio grupal? Si los asesinos en serie tienen casi siempre en su haber la presencia de abuso sexual en la infancia, los sprees y los rampages deben su conducta a una disfunción sicológica que no pertenece a la conciencia individual sino a la colectiva. Ello, desde luego, no los exime de responsabilidad, aunque para el caso de Harris y Klebold ya todo les dé lo mismo luego de que aparecieron muertos en el lugar de su crimen.

5. Un dato mínimo y cercano habla de la historia de la enfermedad: entre octubre del 97 y mayo del 98 se documentan por lo menos seis casos de asesinato masivo en escuelas de enseñanza básica y media de Estados Unidos. Los autores materiales e intelectuales tienen una edad que va de los 11 a los 18 años. Las víctimas, entre muertos y heridos, superan las dos docenas.

6. Eric y Dylan llevaban un diario en el cual queda al descubierto que la masacre estaba pensada. Dos líneas de él: ''Queremos ser diferentes, queremos ser extraños y no queremos que los deportistas ni otra gente nos insulte. Les vamos a dar lo que se merecen".

7. Lo peor que puede pasar con cualquier padecimiento, aparte de negar que se tiene, es darle un nombre inadecuado. La enfermedad social cuyos síntomas más recientes se apellidan Harris y Klebold poco tiene que ver con aniversarios nazis o cantantes calvos. Hace cuatro días más de 70 mil personas, en Denver, depositaron 25 mil ramos de flores en una de las ofrendas fúnebres más grandes de fin de siglo. El servicio luctuoso no contemplaba, claro, ni a Eric ni a Dylan, dos tipos pasivos que hasta hace una semana nunca se metieron con nadie.

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n César Güemes n