La Jornada martes 27 de abril de 1999

Teresa del Conde
Pinturas al filo

Las experiencias del fin de semana pasado me llevan a integrarlas en una sola nota, todas se refieren a la pintura. Se iniciaron con la visita a la exposición de Fernando García Correa en la galería de Nina Menocal. Se dice que están entre la pintura y el objeto, para mí son básicamente pinturas, el hecho de que todas las telas tengan espesor y el que algunas estén pintadas en tela a su vez adherida a madera, no las hace ser sólo objetos, porque la manera como están tratados los cantos de esos segmentos de cubo o de prisma ligeramente rectangular (éstos casi cuadrados, medidas 37x40) forma parte de la intención pictórica del autor y contribuye a que las piezas sean lo que son.

El color, los intervalos, las áreas pintadas que funcionan como marcos ficticios, los ritmos que se observan en la Obra 13, la manera como se dispusieron los 250 cuadritos de madera que crean en sus ''interiores" (en el muro) otros cuadrados más por ausencia, indica que las búsquedas y propuestas del artista siguen por el lado de las matemáticas, los conjuntos, aun la filosofía del color (me refiero a Helmoltz). Pero eso no aminora, sino intensifica la propuesta pictórica y si se quiere espacialista, del autor, que además se engolosina, quizá una que otra vez en exceso, no propiamente con las texturas, porque se presentan como necesidad inherente a estas obras, sino con los tratamientos logrados creo que con frottage (al modo de Max Ernst) produciendo efectos gráficos, como sucede en los dos óleos de 150x85, uno con fondo amarillo y triángulos siena, el otro azulado igual con triángulos siena que creo se inspiran en códices.

En los 19 cuadrados de 20x20 hay intervalos marcados por una barra naranja uniforme que aparece unas seis veces mientras que las demás ostentan perfiles, pintados siempre con un color que está presente, pero mezclado con otro, en la superficie mayor de lo que yo llamo barras, pintadas a diferentes niveles en la superficie de los cuadrados color gris azuloso que decrece o se intensifica. La asociación más insistente que hallé aquí es con una partitura que cambia de claves, de mayor a menor. Lo mismo in crescendo, o viceversa, ocurre con los 24 cuadrados alineados por pares que integran dos franjas en las que el protagonista es el azul. Si puede categorizarse o no a este pintor de minimalista o neominimalista es cosa que carece de importancia, su propuesta es seria y está verificada con sumo cuidado, incluso en el aspecto museográfico.

El espesor de las piezas hace que provoquen sombras, pero unas son reales y otras están pintadas en los muros e incluso en un caso la sombra pintada provoca desfase. Son guiños que el artista hace a la atención del espectador y depende de cada quien identificarlos o soslayarlos. Este pintor acudió a la presentación del catálogo Bajo tratamiento, de Yishai Jusidman en el Carrillo Gil, pero no hubo ocasión de cotejar mis impresiones sobre su muestra. En cambio, observé que escuchaba con suma atención la inteligente alocución de Ulises García y Ponce de León (premio Johnnie Walker) sobre las pinturas de Jusidman, que revisité con objeto de ver qué impresión me producían después de la discusión y también con el propósito de que la escritora y profesora Raquel Serur las conociera. Lo que me sucedió fue que esta vez puse atención en las manos, šqué difíciles pueden ser las manos pintadas!, o bien, šqué expresivas!

Las manos de los pacientes bajo tratamiento no participan de esta última condición, se parecen demasiado unas a otras y hay casos en que las esconden bajo el libro que muestran abierto al espectador. El ''realismo" de los retratos, haya o no estilo en ellos (para mí lo hay) fue tema de discusión. Lo de las manos puede ser casi imperceptible a menos que quien ve esté familiarizado con el método de Morelli.

En el suplemento dominical de este diario leí de Hugo Hiriart, ''Rubens dice que no". A diferencia de lo que sucedió con sus conceptos sobre lo onírico en una conferencia del MAM, que no comparto para nada, este artículo me pareció muy bueno y estuve de acuerdo casi con todo lo que dice, excepto con lo último: ''En el arte moderno (léase también contemporáneo) se planea poco, no hay métodos o modos de hacer casi nada". Las muestras de García Correa y Jusidman lo contradicen. Lo mismo lo contradice la visita que hice al taller de Luciano Spanó que se debate en serio con la pintura, siguiendo métodos en los que el elemento de oficio artesanal es patente, aunque los resultados finales aún no están a la vista.