Masiosare, domingo 25 de abril de 1999


Norte de Chiapas


Otra zona
de conflicto


Jesús Ramírez Cuevas
Fotos: Frida Hartz


La pobreza, la marginación y el caciquismo político del PRI fueron los detonantes: miles de choles se sumaron en 1994 a la lucha armada del EZLN. Hoy, esta región selvática y montañosa es escenario de nuevas tensiones, debido a los ataques de grupos paramilitares, a las incursiones del Ejército en comunidades zapatistas, y al hostigamiento en los retenes militares. En la zona hay más de dos mil desplazados por la violencia política

La rebeldía de los choles ha sido histórica. Tienen fama de duros, de corriosos, de insumisos. Aquí, en Jolnixtié (``lugar donde florecen las copas de los árboles''), en la parte baja del municipio de Tila, se coordinan 24 comunidades que simpatizan con la guerrilla y los desplazados. La zona es un bastión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Jolnixtié es un ejido grande, con 6 anexos. Cuatro comunidades son zapatistas y dos son priístas.

Los caminos son controlados por integrantes del grupo paramilitar Paz y Justicia, que surgió en 1995 para combatir a los indígenas rebeldes.

El Ejército mexicano tiene instalados varios retenes y campamentos militares diseminados en la zona. ``No hay libre tránsito para nosotros'', denuncian los zapatistas.

Los indígenas se reúnen en una modesta panadería comunitaria para contar sus historias y denunciar las arbitrariedades que se cometen contra ellos. Los soldados entraron y catearon este rústico local hecho de palos. Sólo encontraron panes y medicinas. A su lado está la iglesia, la única construcción de cemento que hay en esta comunidad. Las casas de los campesinos son de madera.

Debido al hostigamiento de los priístas, los simpatizantes zapatistas de esta región sólo pueden viajar fuera de aquí por un camino de tierra que comunica con el estado de Tabasco, donde compran sus víveres y pertrechos, informó otro campesino.

Ramón es autoridad tradicional y dirigente zapatista. Con su rostro cubierto por un pasamontañas, explica: ``Antes del 94 estábamos organizados en contra del mal gobierno en una organización independiente. Entonces vimos que el EZLN se levantó. Ahí agarramos la fuerza para entrar al EZLN. Nos hicimos zapatistas para defender nuestra dignidad que habían pisoteado tanto''.

Hoy, a pesar de que ``estamos luchando pacíficamente -dice Ramón- los paramilitares de Paz y Justicia nos siguen agrediendo, tienen buenas armas y hemos visto que el Ejército les da entrenamiento''.

En los últimos cinco años, en los municipios de Tila, Sabanilla, Tumbalá, Salto de Agua y Chilón, que abarcan la zona chol, han sido asesinados más de 100 campesinos por motivos políticos. La mayoría de los crímenes fueron cometidos por las bandas paramilitares. También hay más de 40 templos católicos cerrados por Paz y Justicia, de acuerdo con informes del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas.

Fin del control absoluto

Antes, el PRI tenía el control absoluto de la región. Pero en 1994 la mayoría de indígenas votaron por el PRD, lo que provocó tensión y problemas entre los priístas y los opositores. Muchos indígenas católicos también se volvieron zapatistas. Por eso la Iglesia y las organizaciones opositoras, además del EZLN, fueron el blanco de los ataques oficiales.

Ramón explica: ``El gobierno metió mucho dinero para proyectos y compró a dirigentes de las comunidades. Pero los meros organizadores de Paz y Justicia desviaron el dinero de la comunidades para comprar armas y trajes de la policía. Dieron transporte y armas para los paramilitares''.

Marcos Albino (síndico de Tila), Samuel Sánchez (diputado local), Carlos López Martínez (ex presidente municipal), Diego Vázquez, Raymundo Torres (presidente municipal de Tila), Isabelino Martínez (regidor) y Juan Martínez son los fundadores de Paz y Justicia. ``Ahora se están peleando entre ellos por el dinero. Ellos se reúnen con funcionarios del gobierno y con los militares para planear sus ataques'', denuncia Ramón.

Fue en 1996 cuando los grupos paramilitares del norte, policías de Seguridad Pública, apoyados por elementos del Ejército mexicano, lanzaron una ofensiva contra decenas de pueblos que apoyan a la guerrilla. Los presidentes municipales de Tila y Salto de Agua compraron radios y antenas y las repartieron en las comunidades de Paz y Justicia.

Ramón no puede evitar que los ojos se le llenen de lágrimas cuando recuerda ese momento: ``El 18 de junio de 1996 entraron el Ejército, la seguridad pública y los paramilitares. Atacaron las comunidades. Iban de comunidad en comunidad disparando y atacando a los zapatistas. Primero en Huanal, luego Patastán. Tuvimos que salir. Los días 14 y 15 de agosto fueron los ataques más grandes. Hubo 3 helicópteros que bombardearon las comunidades Los helicópteros sobrevolaban bajito. Ahí mataron a tres compañeros''.

``Tuvimos que salir a las montañas -recuerda Isaías, otro de los entrevistados-, las casas quedaron abandonadas. La seguridad pública y los paramilitares se robaron todo, quemaron unas casas y destruyeron otras. Durante meses estuvimos desplazados''. Más de tres mil choles abandonaron su pueblos ante el temor de ser atacados.

``En esta parte hay seis comunidades que siguen desplazadas, estamos luchando porque regresen a sus pueblos. Paz y Justicia ya no los deja regresar a sus comunidades, no les dan derecho a trabajar sus parcelas. Viven en terrenos prestados para hacer su milpa y su frijolar'', se queja Isaías.

``El gobierno viene a engañar a los de Paz y Justicia -afirma el joven indígena que porta un sombrero negro y un pasamontañas oscuro-, les prometieron pero no les dan nada. Sólo un borrego a cada familia y unos pollitos que se mueren. El gobierno no ha traído beneficio para ellos, sólo han provocado rencores entre comunidades. Los priístas están tan jodidos como nosotros''.

``No puede haber asesinos en la presidencia municipal. ``Paz y Justicia'' no ha sido desarmado pero el gobierno insiste en que se desarmen los zapatistas. Nosotros no vamos a abandonar el EZLN aunque nos maten. El gobierno engaña al pueblo cuando dice que están desertando los zapatistas'', asegura Joselino, representante de los ejidatarios de Jolnixtié.

Hoy, como hace siglos, los choles sobreviven sembrando maíz y frijol para autoconsumo. Aún conservan su organización y costumbres comunitarias.

Alejados de los beneficios del progreso económico, las comunidades padecen marginación. La energía eléctrica llegó hace pocos años y la carretera que las comunica con el exterior fue terminada el año pasado pues era un prioridad militar.

``Antes del 94 no conocimos a periodistas ni a los funcionarios. Después del levantamiento vimos cómo venían los funcionarios del gobierno a las comunidades. No conocíamos ni al presidente municipal ni al Ejército ni a la seguridad pública'', dice Omar, un joven zapatista. Hace pocos días una treintena de soldados realizaron una incursión al pueblo en busca de unas armas robadas, pero la gente los encaró y los sacó.

a La tierra y la historia

Enclave cafetalero desde el porfiriato, en la zona norte las fincas dejaron sin tierras a la mayoría de los indígenas. Los choles se convirtieron en peones acasillados para cosechar café. En los treinta el general Lázaro Cárdenas les entregó tierras a los choles de Tumbalá, Sabanilla, Chilón, Bachajón y Tila. Había fincas como el Triunfo, en Tumbalá, controladas por empresas extranjeras como la German American Coffe Company, o la finca Morelia, en Tila, que perteneció a unos alemanes y que hoy está ocupada por campesinos zapatistas, mismos que han sido atacados en diversas ocasiones por la seguridad pública y los paramilitares.

Con el reparto agrario de esos años, los ejidos indígenas sustituyeron las fincas y haciendas, aunque algunas sobrevivieron hasta hace pocos años.

Durante medio siglo, los choles vivieron marginados de la vida económica y se refugiaron en la producción de autoconsumo.

``Las últimas fincas fueron las de Ojo de Agua, Agua Fría, Escalón (Genaro Utrilla, Adalberto Utrilla). Había fincas adelante de Chinal, como la de Ventura Mena. Solicitamos la tierra y hace como 20 años nos la entregaron'', relata Ramón.

El boom del café en los ochenta revitalizó la economía local, pero la caída de los precios del producto a fines de esa década trajo una grave crisis en la mayoría de las comunidades. El gobierno de Carlos Salinas, por medio de Solidaridad, apoyó a los productores cercanos a la esfera oficial, particularmente a los de Socama (Solidaridad Campesina Magisterial), organización priísta que después dio origen al grupo paramilitar Paz y Justicia. La mayoría de la comunidades que hoy son zapatistas o perredistas fueron las más afectadas por la falta de apoyo oficial después del derrumbe del café.

Sin tener a quien acudir, los choles se radicalizaron al ver que el gobierno les daba la espalda, los abandonaba. Peor aún, los traicionaba para apoyar a una minoría vinculada con Socama. La pobreza ha obligado a muchos choles a emigrar para buscar trabajo. Se contratan como peones para construir caminos en Tabasco o como obreros en las plantas petroleras.

La misma pobreza obligó a los choles a abandonar su vestimenta tradicional de algodón y sustituirla por ropa sencilla y barata de las tiendas campesinas. En Sabanilla se sembraba el algodón que proveía a la región de la materia prima para confeccionar las faldas y las blusas de las mujeres y la ropa blanca de los hombres. Pero se dejó de producir y la gente ya no pudo comprar la tela.

* * *

Paz y Justicia surgió de la alianza de los ganaderos y grandes propietarios de Palenque, Playas de Catazajá y Salto de Agua, con los caciques choles para formar un ``cordón sanitario'' que les protegiera de los movimientos campesinos de la región. Este plan original coincidió con la estrategia militar de impulsar una política contrainsurgente que debilitara el apoyo social al zapatismo. Así, las antiguas guardias blancas se convertirían en grupos paramilitares, entrenados y armados por policías y militares, con el apoyo de los grandes propietarios.

Epílogo

Raymundo Torres, presidente municipal de Tila, se reunió hace unos días con militantes de Paz y Justicia para calmar las cosas. El alcalde priísta dijo a su gente: ``Ya no hay que pelear entre indígenas. Miren, gracias al EZLN ya hay luz, carreteras y hay proyectos de apoyo al campesino''.

``¿Por qué nos embarcaron y luego nos dicen que no?'', se preguntan los paramilitares de la región norte.

Como siempre, el racismo sigue operando en los planes del gobierno. Los indígenas son útiles mientras sirvan a los intereses en turno, sino son de nuevo olvidados y maltratados Ya no hay tierra que repartir en esta bella región de Chiapas, los jóvenes indígenas no tiene ninguna expectativa de vida: sólo ser asaltantes o paramilitares.



Recuento de la violencia

Estos son algunos de los hechos violentos de los últimos meses:

El 25 de octubre de 1998, en la comunidad de El Limar, José Vázquez Gutiérrez, de 65 años, fue agredido a machetazos por Santiago Gutiérrez López por no querer pertenecer al PRI. José Vázquez quedó lesionado en el rostro, brazos y pecho, y con varias fracturas. El agresor (miembro de Paz y Justicia) fue detenido en flagrancia por vecinos del lugar, quienes lo entregaron a la autoridad del ejido y luego fue puesto a disposición del Ministerio Público de Yajalón.

El 29 de noviembre, en Joljá, Conrado Pérez Ramírez fue gravemente herido a machetazos por varios individuos no identificados. Las lesiones en la cabeza y el cuerpo pusieron en peligro la vida del campesino. La Procuraduría del estado inició la averiguación previa AL41/SJI/605/998.

Las autoridades ejidales de Joljá incluso hicieron imputaciones directas contra un miembro de Paz y Justicia, quien habría alojado posteriormente a los agresores. Uno de ellos fue identificado como Rosendo Pérez Pérez.

El 28 de febrero, a las 20:00, una camioneta de la comunidad de Jolnixtié fue perseguida por elementos del Ejército federal. Integrantes de Paz y Justicia identificaron a los simpatizantes del EZLN que viajaban y los soldados los bajaron y los interrogaron.

El 23 de marzo los delegados zapatistas que regresaban de la consulta fueron interceptados en el retén militar instalado en La Libertad, segunda sección. Un sargento les pidió sus identificaciones y los interrogó.

El 10 y 11 de abril, después de un apagón en la comunidad de Jolnixtié que terminó con la fiesta a Emiliano Zapata, unos 30 soldados entraron al pueblo a realizar cateos en las casas con el pretexto de dos armas perdidas.

(Informe Presunta Justicia del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, abril de 1999, y entrevistas directas).