n Falso, que la hayamos corrido de Villa Ocampo, sostienen ocampenses
Campobello quería pasar sus últimos días en su tierra, pero ni eso pudo
n Niño Cienfuentes nos la arrebató y ya nada pudimos hacer por la coreógrafa, lamentan
Raquel Peguero, enviada/ I, Villa Ocampo, Dgo. n Entre las muchas historias tejidas acerca de Nellie Campobello, hay una que no se ha contado: su gran amor por ésta, la tierra que la vio nacer. Comenzó desde su nacimiento y se mantuvo hasta su muerte. De hecho, aquí deseaba pasar sus últimos días y, en 1985, fue traída por Claudio Niño Cienfuentes y Cristina Belmont para cumplir con esa misión. Pero no pudo ser: una noche, ellos mismos se la llevaron sin que nadie lo advirtiera.
Por eso los ocampenses afirman de viva voz y sustentan con una carta firmada por medio centenar de personas, que no es verdad que ellos la corrieran de su pueblo, como afirmó Niño Cienfuentes en el programa Chapultepec 18. ''Lo que dijo lo consideramos indignante, mentiroso y por tanto es falso". Para ellos era un ''orgullo que quisiera vivir aquí", pero se las arrebataron: ''Ya no pudimos hacer nada por ella".
Relación intensa y amorosa
La relación de Campobello con Villa Ocampo fue intensa y amorosa. Por décadas mantuvo correspondencia con sus amigos: en sus años de gloria los visitó con sus hermanos, su Ballet de la Ciudad de México (BCM) y hasta con Martín Luis Guzmán. Desde México les ayudó con sus problemas agrarios, a edificar una presa y a erigir una biblioteca -que ahora lleva su nombre- para la que donó los libros, al igual que un camión para la secundaria local. En su casa recibió a sus paisanos, cuando acudían a México, a realizar cualquier tipo de gestión; a otros les dio trabajo.
''Ojalá algún día seamos lo suficientemente hombres para corresponderle", le escribió su amigo Erasmo Holguín. Así lo recuerda Pedro Dávila, quien dijo que la oportunidad se dio en ese 1985 ''y le íbamos a responder". Ya le habían dado una ''probadita" de su agradecimiento dos años antes, cuando acudió a recibir un homenaje. Esas fueron las últimas dos veces que, durante su cautiverio, la autora de Cartucho regresó a su tierra. En la primera su amiga María Cid le bromeó: ''šHasta que Dios nos dé licencia de volvernos a ver; ya estamos más pa' irnos que pa' estar aquí!", pero Nellie de inmediato le respondió: ''šNo, yo no!, Ƒquién le dijo?: šyo, no!".
Eso ocurrió la mañana del 10 de diciembre de 1983. Llegó en avioneta procedente de Durango, un día después de que en la capital del estado se le rindiera un homenaje y el ayuntamiento le entregara las llaves de la ciudad. ''Dio una como conferencia, ininteligible, sin ilación", recordó David Holguín -hijo de don Erasmo, con quien Campobello mantuvo una nutrida correspondencia-. La fiesta en el antiguo poblado de San Miguel de Bocas fue grande, pero no traqueteada, pues tres días antes las autoridades recibieron un comunicado de la escuela de ballet del BCM, con una receta firmada por el doctor Pablo Jiménez Padrón, en el que decía que la escritora se encontraba bajo tratamiento y ''aunque está mucho mejor, no debe excederse en su trabajo y atención al público".
Campobello iba en silla de ruedas, acompañada de Niño Cienfuentes y Belmont. Juliana Moreno, quien convivió con Nellie en los años setenta, se sorprendió al verla enfundada en un raído y sucio abrigo de mink que nada tenía que ver con ''como ella vestía" y el curioso gorrito que todo el tiempo se caía de su despeinada melena. Así llegó a la escuela que entonces no ostentaba su nombre de manera oficial, porque la Secretaría de Educación duranguense explicó que esa distinción era sólo para personajes muertos. ''Es un orgullo que venga" le repetían, mientras la coreógrafa los miraba ausente, con su rostro de sonrisa triste. En la secundaria le mostraron que el camión que había donado en 1979, prestaba servicio a la comunidad y ofrecía la alternativa a niños de ocho poblados aledaños de asistir a sus clases. Las niñas se ataviaron con el vestuario tradicional que Campobello les había enviado tiempo atrás. Las faldas rojas y negras chispeantes de colores de lentejuela que habían vestido a las bailarinas del BCM, volaron para rendirle tributo.
ƑAlejar a Nellie de las injusticias?
Como constancia de su presencia, Campobello estampó su firma en el libro de memorias de la escuela, escrita con temblorosas letras chuecas, al final de una hoja que arriba ostenta un curioso dibujo de Niño Cienfuentes, que ocupa más de media página y que, encerrado en un cuadro, escribió: ''El niño es primero después el niño". Abajito se lee el mensaje de Belmont que, como profesora de la Escuela Nacional de Danza, agradecía esa ''distinción inmerecida hacia mi persona".
La fiesta duró un día. Bernardo del Real, presidente municipal de Villa Ocampo, de 1983 a 86, recuerda que les ''sorprendió ver fuera de escena" a Carmelita Huerta, la secretaria de toda la vida de Nellie, a quien habían conocido en un par de visitas que hizo al poblado en los años sesenta, y que lo atendió a él, cuatro años atrás, cuando fue a México a recoger el camión. También le llamó la atención el ''acercamiento y la influencia" que tenía sobre la escritora la pareja Cienfuentes y Belmont.
No volvieron a verla hasta mediados de 1985, cuando de nuevo Cienfuentes-Belmont -recién salidos de la cárcel en la que permanecieron tres meses acusados de privación ilegal de la libertad en la persona de Campobello- la llevaron para alejarla de las ''injusticias" que había vivido en México.
De la escritora tuvieron noticias un poco antes, cuando recibieron un peculiar comunicado, escrito a máquina y con sello del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), en el que Campobello pedía a sus ''conciudadanos" apoyo para Belmont, que ''tiene toda mi admiración porque es la persona que defiende mi imagen al igual que su familia, siendo ellos mis compadres los que tendrán que salvaguardar mi obra, a pesar de las vejaciones que hagan en su persona, demostrando así que no claudican", señala uno de sus párrafos. Rubricada hasta abajo por la autora de Tres poemas, lleva antes una posdata: ''Sin silla de ruedas". Les llamó la atención como el que los saludos fueran para el padre Villa y el profesor Del Real, sin referirse a ninguno de sus amigos.
La visita se anunció con una llamada al entonces presidente municipal. La voz -no recuerda de quién- quería saber si ''estaríamos dispuestos a recibir a Nellie. Me dijeron que Campobello estaba pasando por muchos problemas, que hubo una demanda, le habían retirado su pensión del INBA; habían cometido una gran injusticia con ella y que, para retirarse de todo eso, decidió venirse para acá".
A los pocos días arribaron, en ''un carrito", Nellie, la pareja y tres de sus hijos. La autora de Las manos de mamá llegó en efecto, sin silla de ruedas, pero en un estado de ''somnolencia". Primero se instalaron en la casa de Pedro Dávila: ''Aquí estuvieron un tiempo y sus compadres siempre veían la forma de que nunca estuviera a solas con alguno de nosotros. Cuando Campobello tenía ratos, como que salía de un sueño, ellos de inmediato le decían 'comadrita le toca su pastillita'; se la daban y ella volvía a perderse".
Intereses ocultos
En un momento de lucidez, Nellie le dijo a Dávila que quería "le hiciéramos una casa, ya no se quería ir. Eso le cayó como baño de agua fría a los compadres, porque quería quedarse sola. Yo le iba a ceder un terrenito en el huerto de mi casa, pues Nellie la deseaba cerca, porque así podía pasar mucho tiempo con Aurelia -mi difunta esposa a la que quería mucho-. Claudio se quedó muy inquieto".
El ayuntamiento iba a participar ''de manera muy amplia -agrega Del Real-. Pensamos que debía ser una casa pequeña, pero cómoda y adecuada a su situación de salud''. Nellie rechazó el financiamiento: ''Yo tengo dinero para que me hagan mi casa", les dijo, y fue apoyada por Niño Cienfuentes, quien ofreció mandar un cheque, ''si no acabalan, ustedes ponen el resto" resumió, aunque la oferta nunca se concretó, agrega Dávila.
Al día siguiente, la pareja hizo una petición a nombre de Nellie: un espacio para estar sola con sus compadres, en lo que se edificaba su casa, por lo que Isabel Roacho Ortiz ofreció un inmueble que acababa de construir.
Ahí se fueron, señala Del Real, quien asegura que no tenían ''ninguna reticencia" hacia la pareja porque ''no sabíamos
Campobello quería...
nada sobre la situación que se había vivido en México ni sospechábamos los intereses ocultos que podría tener el matrimonio. Nunca comentaron que habían estado en la cárcel, sólo que Nellie había tenido problemas y por eso querían proteger su estado anímico".
Dávila abunda: ''La verdad es que confiábamos en ellos, para nosotros era una situación de admirarlos porque tanto Claudio como su esposa andaban lidiando con la comadre, pero no sabíamos el baraje que traían". Tampoco sabían qué era tanta ''pastilla que le daban -añade David Holguín-. Porque hubiéramos tomado alguna para analizarla, actuamos de buena fe. Cuando empezamos a sospechar, y ellos se dieron cuenta, desaparecieron".
Vana esperanza
No obstante que Nellie se veía bien, la coreógrafa no lo estaba. ''Aurelia me contaba que su comadre estaba muy enferma, se orinaba en la cama y había que cambiarle el pañal", señala María Cid, quien explica que la esposa de Dávila también tenía una salud precaria y ''no podía lidiar con ella. Sí quería tenerla ahí, pero con alguien que le ayudara". Por eso aceptaron que se cambiaran. Tras la mudanza, la pareja tomó su carrito y se fue unos días a México, dejaron a sus hijos para que cuidaran a la escritora y ellos la llevaban esporádicamente a casa de Dávila para que platicaran. Fue durante un descuido de los muchachos que Nellie se confió a su amigo. ''Me contó que Claudio la había maltratado sexualmente; me dijo: 'ese hijo de toda su... se me montó'. También me contó que la golpeaba pero no le creí -recuerda Dávila sin ocultar su enojo-, porque ella estaba como lampareada todo el tiempo y yo pensé que lo había soñado. Pero en otra ocasión me lo repitió y me enseñó unos moretones que traía en su cuerpo".
Las cosas iban a cambiar a partir de entonces, asegura Dávila, pero una noche, sin aviso, regresó la pareja Cienfuentes-Belmont. ''En la madrugada se llevaron a Nellie y no los volvimos a ver. Les estuvimos llamando a México pero nadie contestó. Tuvimos la esperanza de que regresarían. Pero hasta ahora se sabe que la tenían en Hidalgo. Para ellos fue un gran negocio".