Las políticas de fuerza del quinto año de gobierno están fracasando en distintos ámbitos del país: lo mismo ante los campesinos indígenas chiapanecos y los electricistas, como ahora frente a los estudiantes, donde la huelga general de la UNAM muestra el espíritu de resistencia que se está generando en la sociedad civil.
1. El movimiento de huelga de los estudiantes de la UNAM de 1999 ha constituido una sorpresa para las autoridades universitarias y para el gobierno actual, que desdeñaron el patriotismo, la inteligencia y la capacidad organizativa de las jóvenes generaciones de universitarios y creyeron que los podrían doblegar por medio de la fuerza y de las prácticas tradicionales del priísmo: amedrentándolos con porros e intentando criminalizar a los disidentes y desinformando a través de una vasta campaña de propaganda que inculpaba tontamente a Cuauhtémoc Cárdenas y/o al PRD de los acontecimientos.
2. El legítimo derecho de los estudiantes de la UNAM a defender hasta con la huelga a su casa de estudios del intento de las autoridades por privatizarla, parece olvidarse, no es sólo un derecho: es también un deber, y no sólo de ellos, sino de todos los mexicanos.
3. Las salidas que la Rectoría está buscando al conflicto al que llevó a la UNAM y al país siguen siendo, sin embargo, absurdas, pues todas insisten en doblegar la demanda estudiantil y académica de abrogar las cuotas de inscripción y colegiatura. La última ``propuesta'', consistente en a) ``posponer'' y no abrogar las disposiciones estipuladas en el Reglamento General de Pagos y, b) una vez desmovilizado el estudiantado, c) realizar ``un plebiscito'', es descabellada por ser anticonstitucional. Se les olvida a sus promotores algo tan elemental como que un principio de la Constitución General de la República no puede plebiscitarse por unos cuantos para dejarse sin efecto, y que los derechos sociales no pueden negociarse.
4. La pequeña propuesta no toma en cuenta, por otra parte, que si la UNAM no es propiedad privada de la burocracia que la administra, tampoco lo es sólo de los universitarios, sino que es un patrimonio de todos los mexicanos, y que ha sido y debe continuar siendo un elemento fundamental para que México sea una nación libre, soberana y democrática.
5. Las actuales autoridades universitarias siguen, sin embargo, pretendiendo con una lógica priísta que ellos son la UNAM, como lo consignan en sus documentos, y que la estarían defendiendo de supuestas agresiones (de quienes no están de acuerdo con sus políticas), olvidando que la UNAM es una comunidad de profesores, investigadores, estudiantes, trabajadores y autoridades. Y no dándose cuenta por lo mismo de los hechos, pues lo que acontece es precisamente lo contrario. El movimiento estudiantil lo que está haciendo es defender a la Universidad Nacional de las autoridades, que por obedecer una consigna de la Secretaría de Gobernación están destruyendo este proyecto histórico en nombre del FMI.
6. La Universidad Nacional es una casa de cultura y de tolerancia, y si una lección dejan los acontecimientos es que en México los tiempos han cambiado y que el autoritarismo rapaz no puede tener ya cabida. Las autoridades universitarias han logrado con su intransigencia lo contrario de lo que pretendían querer: han paralizado a la institución, haciéndole perder miles de millones al país. Y están, además, generándole un problema a sus amigos del gobierno y exhibiendo a Ernesto Zedillo y a quien reconocen como su jefe: a Francisco Labastida (secretario de Gobernación), mermándole sus ambiciones tapadistas, pues lo muestran en toda su intransigencia.
7. La tentación de enfrentar la situación por la vía de la represión no conduciría más que a agravar el conflicto y por eso son preocupantes algunos signos. Los amigos del rector parecen estarse lanzando en el abismo de la sinrazón, y luego del fracaso del mitin oficial hecho con personal de confianza acarreado (20 de abril), los directores amenazan a los jóvenes en actitudes policiacas, elaboran listas negras de estudiantes y de académicos que se han opuesto a las cuotas y defendido el derecho a la huelga, desmantelan a la UNAM destruyendo rejas de acceso, puertas e incluso equipo de cómputo y de laboratorio, a fin de incriminar a los jóvenes, en práctica fascistoide.
8. En un conflicto como el planteado entre los estudiantes, a quienes asiste la razón, y las autoridades de la UNAM, que no han mostrado más argumentos que los de la fuerza, los riesgos de que la situación se agrave son muy grandes, y por ello quienes provocaron lo que acontece deben asumir su responsabilidad. La Rectoría debe reconocer que se equivocó y que la única salida legítima a la situación es que el Consejo Universitario revoque la absurda decisión que tomó en su sesión del 15 de marzo y abrogue, sin más, los principios consignados en el Reglamento General de pagos.
9. La Rectoría podría entonces iniciar un diálogo respondiendo al Consejo Nacional de Huelga, en particular en vistas a una profunda reforma democrática que impida que vuelva a tomarse otra decisión atrabiliaria como ésta, que ha tenido tan graves consecuencias, y se inicie un reforma institucional que tendría como prioridades: a) democratizar la toma de decisiones y la designación de autoridades (como es ya el caso en buena parte de las universidades europeas y latinoamericanas), y b) crear un órgano imparcial que vigile el manejo de los recursos, que hasta ahora se asignan de manera discrecional.
10. El movimiento democrático estudiantil está ahí, con tanto o más vigor que en el 68 o el 86, y no será frenado por la fuerza o con las argucias de siempre.