José Cueli
Miedo y odio en Yugoslavia

La voz de millones de hombres pacifistas se torna débil ante la desgracia que vive Yugoslavia. Las voces son una queja y quedan temblando, de nuevo la muerte. La solidaridad con los miles de refugiados albaneses es la única posibilidad. Las voces cada vez más quedas, frente a las bombas y amenazas, vibran cual vago zumbido que es ya un hondo gemir enlazado a las voces de los moribundos.

Atrae el eco de la ``guerra'' en Yugoslavia, desconocida para nosotros. Bombardeos contra el dictador Milosevic y refugiados esperando llegar a Kosovo a vivir nuevos infortunios. La guerra tradicional que conocimos no existe. Esta es otra guerra. El saldo sí es el mismo. Niños, mujeres y ancianos discurren por los campos camino de la libertad, llenos de penas en tardes serenas, espantados por las explosiones.

Cuántos hogares desechos y niños que presencian con ojos espantados las privaciones, las pérdidas de todo y el hambre amenazante. Las enfermedades producto de la guerra en los escalofriantes peregrinajes que también matan. Niños que maldicen al enemigo y sueñan con la venganza en este círculo infernal de la violencia.

¡Tú te vengarás!, se le grita a cada uno de esos niños peregrinos en diferentes discursos. Se les abre la mente al odio y, enloquecidos de terror, han escuchado el ruido ensordecedor de las bombas. Han presenciado el retorcerse de los enfermos clamando su dolor, han seguido penosamente las avalanchas desvalidas que huyen por las carreteras y los campos.

Mañana, cuando sean hombres, les dirán a sus hijos que fueron engañados. Los hombres no son hermanos y la fraternidad humana es una quimera. La violencia impera sobre las ideas fundamentales en las que la humanidad vive laborando durante siglos y condensando en unas cuantas palabras. Fe, justicia, derecho, fraternidad, solidaridad. Todas son vocablos huecos que no han redimido a la humanidad.

La fiera humana resurge en Yugoslavia, mata y muere. El misterio agorero del más allá, ¿de dónde vienes y a dónde vas?, nuevamente enegrece al mundo. Sigmund Freud lo vio con claridad y le dio un vuelco a su propia teoría psicoanalítica en la madurez de su vida, después de vivir los estragos de la Primera Guerra Mundial en sus propios hijos.

La pobre bestia que llevamos adentro resplandece en lo que parece el inicio de la tercera conflagración universal. Los intereses económicos por encima de la vida humana. Estados Unidos decidió imponer su omnipotencia a un Milosevic enloquecido, apelando a la amenaza, a la fuerza, a la violencia. No lo consiguen y a cambio dejan a un millón de albaneses al margen, en los márgenes, excluidos, en la fragmentación y el dolor.