Luis Linares Zapata
Los temores a las rudezas

Los abanderados de la izquierda emergente al interior del PRD no brincaron su prueba inicial: la que pasaba por las urnas de una limpia contienda democrática. No pudieron transitar por la ansiada transparencia y rectitud que muchos de ellos habían exigido con ronca voz saliéndole desde el cuello. Y como remate, tal parece que ninguno de los contendientes frustrados se siente responsable y menos aun culpable por las trampas y fraudes cometidos. Todo ese trasiego ilegal sucedió allá lejos, en las meras bases. Nadie ha pedido disculpas a los militantes agraviados, tampoco a los simpatizantes o electores. Sí, en cambio, se aprestan a renovar su asalto a los cargos dirigentes como si nada hubiera ocurrido. La pérdida de legitimidad y apoyos que padece el movimiento de protesta por el fraude que le armaron a Salgado Macedonio es un subproducto indeseado de esa crisis que lleva a cuestas casi medio millón de moribundos votos de guerrerenses.

Como un fenómeno paralelo, pero no menos intenso y crítico que aqueja al PRD, la candidatura a la Presidencia que viene buscando Muñoz Ledo está resultando una bocanada difícil de asimilar por una atrincherada burocracia perredista que cierra filas en defensa de sus posiciones, revestidas de afrentas y daños irreparables al partido. Los oficiosos defensores de Cárdenas (que los tiene por carretadas) salen a la palestra ante los zarpazos inmisericordes de Porfirio, el maloso de hoy. No sin ciertos pruritos y rubores corporativos y una que otra disculpa se arropan en altruistas convicciones. Se ven urgidos a aclarar que no reprimen la disidencia, la libertad, no acallan (Saucedo), que no apabullan pero que el atacante "debe ser reconvenido" por las autoridades del PRD "para que actúe con un mínimo de cordura". Tan sencillo como eso. O que confiese sus aviesas y torvas intenciones, que se agazapan detrás de sus asesinos pioletazos a un indefenso Cárdenas. šNo va a ganar!, sentencian con la infinita seguridad que les da el dominio del votante, sin meditar al menos en las propias limitantes y miserias. Algunos ni recuerdan siquiera su reciente arribo a los cuadros intermedios de un PRD al que Muñoz aportó y sigue dándole su talento organizativo, sagacidad negociadora, experiencia, honestidad y entrega que ya quisieran muchos partidos recibir de sus líderes distinguidos. La rebelión de los enanos de siempre contra la inteligencia que los supera.

Los partidos políticos son cuerpos sociales que requieren de coherencia, unidad y conciencia de cuerpo, es cierto. Y de allí que se sometan a una dura disciplina. Sin embargo, son también entidades vivas que se forman con individualidades que aportan capacidad, visiones y entusiasmo en tareas comunes, pero donde la diversidad es la materia prima y los matices al decir y al actuar dan acabado y forma a la divisa que los guía. Su fuerza radica, finalmente, en la magnitud y riqueza del abanico de posibilidades que puedan ofrecer al electorado. Son, por tanto, instituciones donde la pluralidad trata de amoldarse con el mutante y hasta contradictorio entorno en el que se mueven. Así, la tolerancia no sólo designa la apertura para aceptar lo distinto, sino, precisamente, aquello que más molesta, lo extremo, lo que más se opone al ser y al designio de los otros. En la habilidad y apertura para procesar los opuestos, para conciliar sin cargadas, intimidaciones y el peso del montón, radica la fuerza de esa cultura ciudadana que vaga por las calles del país en busca de su propia redención. Muchas, por no decir todas las razones y consejos lanzados sobre las intenciones de Muñoz sobre los supuestos estragos que le ocasiona al PRD, por sus alucinadas ambiciones, llevan una carga de intolerancia y medrosa autodefensa que va sembrando el camino para el peor de los errores: los de cálculo político.

Una actitud que se unifica colectivamente bordea los límites de la exclusión. Reduce los espacios de la competencia, aun la descarnada, la malévola, ofuscada, la estúpida, hasta compactar el mínimo movimiento a la oposición real. La figura de una candidatura inevitable, pre hecha o "histórica", lleva en cambio y en sus entrañas mucho de mesianismo y rendición de la voluntad individual que tiene que ser siempre preservada.

Lo peor que le espera al PRD, después de una lucha por el poder interno que culmina en su propia negación, sería un proceso de selección con un candidato solitario que desdeña y rechaza el debate. Como si esta divisa estuviera sujeta a voluntad caprichosa o encorajinada. Una candidatura a la Presidencia por aclamación como punto adicional de un proceso anulado que no ha podido limpiarse, que no ha encontrado a los culpables, que no los ha castigado y, por tanto, tampoco ha podido amarrar las condiciones y códigos para su vuelta a la escena, completaría el cuadro para un quiebre de imagen, pérdida de penetración y factible derrota en las urnas. México necesita un gran partido de izquierda. Tiene hondas heridas en la justicia y desesperados anhelos de construir oportunidades para crecer y desarrollarse. El PRD puede jugar un papel estelar en todo ello, y, por eso, profundizar en la crítica es, hoy por hoy, y aunque se vea bañada por las inseparables rudezas de una lucha real, el camino insustituible para obtener la simpatía y el apoyo ciudadano.