CRIMENES IRRESUELTOS
Si en algo no ha cambiado el poder público de un país urgido de transformaciones es en la incapacidad o la falta de voluntad --o en ambas-- para resolver agravios criminales como los asesinatos de importantes personajes ocurridos entre 1993 y 1995.
La primera víctima de esa serie de asesinatos fue el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, arzobispo de Guadalajara. En los años siguientes murieron en forma violenta Luis Donaldo Colosio, candidato priísta a la Presidencia; José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI; Abraham Polo Uscanga, ex magistrado del Tribunal Superior de Justicia del DF, y Luis Miguel Moreno Gómez, secretario capitalino de Transportes y Vialidad.
En torno al crimen de Colosio, la Procuraduría General de la República (PGR) sigue engrosando un expediente de decenas de miles de hojas sin que haya logrado, en estos cinco años, algo más sólido que la hipótesis del "asesino solitario"; Raúl Salinas de Gortari cumple una condena de 50 años de cárcel por el homicidio de Ruiz Massieu, pero dista de ser convincente la manera en que procuradores e impartidores de justicia establecieron su culpabilidad; la muerte del ex magistrado Polo cayó en el olvido, al igual que la de Moreno Gómez, quien, según la explicación de las autoridades, se suicidó con dos disparos de revólver en el corazón, curiosamente cuando desempeñaba un papel de primera importancia en el conflictivo desmantelamiento de la empresa pública de transporte Ruta 100 por parte de la administración de Oscar Espinosa Villarreal.
Por lo que se refiere a Posadas Ocampo, a casi seis años de perpetrado aquel primer homicidio, en el aeropuerto de esa ciudad, las autoridades no han sido capaces de presentar a la sociedad una investigación coherente ni conclusiones verosímiles. La verdad oficial, que no dejó satisfecho a casi nadie, fue que el religioso había sido ejecutado por sicarios que lo confundieron con Joaquín El Chapo Guzmán, pese a que la víctima llevaba la vestimenta propia de su cargo.
Un hecho que contribuyó a enturbiar y complicar el esclarecimiento fue la entrevista secreta --y después revelada-- que el entonces nuncio Girolamo Prigione sostuvo con los presuntos responsables intelectuales de la muerte de Posadas Ocampo, los hermanos Arellano Félix. La divulgación de ese insólito e indebido encuentro debilitó, en su momento, las exigencias de la jerarquía eclesiástica mexicana para que se hiciera justicia, y Prigione oculta, hasta la fecha, el propósito y los temas de su plática con los supuestos implicados en el asesinato de un cardenal de su Iglesia.
Ayer, tras un encuentro con el procurador Jorge Madrazo Cuéllar, que se realizó el pasado viernes, el sucesor de Posadas Ocampo, Juan Sandoval Iñiguez, declaró que cobran fuerza, en la institución nacional responsable de la procuración de justicia, hipótesis de que el religioso no fue asesinado por "equivocación", sino como resultado de una acción premeditada. Parece, por ello, existir la posibilidad de que la PGR presente, por fin, en un futuro próximo, la investigación y las conclusiones que la sociedad le reclama desde hace seis años.