En la plaza de toros de Sevilla: La Maestranza Real de Caballería, encantada por un sortilegio mágico, parece palpitar al ritmo de los tiempos pasados. Esta semana se inició su tradicional feria que se continuará, en la que hoy inicia. En ella se esconde un anciano torero, saleroso y carismático que le da cada año luces diferentes al serial y se llama Curro Romero.
Curro parece dormir un eterno sueño de leyenda, evocador de días lejanos, gracias al duende. Y nuevamente en la corrida inaugural con una media verónica, volvió a ser el tema de las tertulias y corrillos de aficionados, disputándole las palmas, el prometedor José Tomás que llegó por todo.
El alma de los tiempos pasados parece estar aprisionada en el cuerpo de Curro, que, hace surgir de repente, el estallido de los aficionados con un lance inesperado marcado los tres tiempos del toreo clásico, los cánones de la tauromaquia al ritmo de toros, que hipnotiza con su intuición, sentido de la colación y esa chispa salerosa que le dio la Sevilla artística.
Su leyenda se fue forjando por una cálida imaginación que trasmite con facilidad al tendido, apoyada en el mago hechizo que llega y arrebata a los sevillanos -que- parecen despojarse de los lazos que los atan a la vida moderna. Y los lances y naturales van naciendo a la luz de los pellizcos de su arte privilegiado, que conmueve a los que contemplan.
Por eso, Curro sigue siendo el eje de la feria sevillana, abandona al tiempo en mansacorriente y ritmo secreto, el margen de inquietudes y zozobras que se aproxima a la eternidad torera, cortar dos orejas el sábado y enloquece a Sevilla, mientras que las figuras, Enrique Ponce, El Juli y José Tomás, salen por todas en busca de la supremacía del toreo con los toros elefantes, pero igual de descastados que los mexicanos (¡Que curiosidad!) y cuando sale -salió- un encastado toro de Cebada Gagó, un Javier Vázquez, ido, ni se enteró.
Y ¡oh sorpresa! Curro Romero se enfrentó a los toros de Domecq, y demostró que le hace faena a los toros cuando está de duende, lo mismo con el encastado, que con el descastado; el grande y el becerro y mece los olorosos Romeros un ruedo andaluz. Tiene el clasicismo que lo hace el rey de la torería al encandilar a los públicos con su inspiración ¡ni hablar!
Curro con su aristocrático despreocupación, elegante y personalismo, refleja un estilo, un modo de ser inconfundible. Total en el toreo, el estilo es todo y su estilo voluptuoso y desenvuelto, envuelve la atmósfera andaluza. Con un sólo lance barre los miles de derechazos de los demás y aún es el eje de la feria y el toreo a los sesenta y cinco años... Para Ripley.