Cuotas y salarios: un dilema en la UNAM

Carlos F. Amábile Cuevas

Muchos, acaso la mayoría de los investigadores de la UNAM, trabajan más de ocho horas diarias en labores de investigación y docencia, y en otras muchas que no les son reconocidas ni les valen puntos para pilones: ofrecen pláticas y seminarios, comparten experiencias con colegas y colaboradores, completan papeleos sin límite para allegarle a su universidad (que no a sus personas) los magros recursos que el Conacyt otorga a la investigación, etcétera. Todo a cambio de unos salarios de risa y unas ofensivas propinas intra y extrauniversitarias.

unam y cuotas Quiero suponer que no es porque no les quede de otra, sino porque entienden que se trata de una universidad pública que beneficia a todos los mexicanos, y que trabajar para ella a cambio de esos pobres sueldos es una justa manera de devolver a México lo que gastó en su formación. Pero nótese: "a México", a los hijos de todos esos mexicanos que tienen que pagar la gasolina más cara del mundo, entre otros impuestos confiscatorios e ilegales, para tener, si no un buen gobierno, al menos una universidad pública.

Pero, al cobrar cuotas, la universidad deja de ser pública. ƑQuiénes entonces se beneficiarán de esas horas extra, esas labores extracurriculares desempeñadas a cambio de salarios ridículos? Ya no van a ser "todos los mexicanos", sino sólo los que puedan pagar la cuota. La transición, que se refleja en los estacionamientos de alumnos en la UNAM, cada vez más llenos de carros nuevos, empezó desde que las clases medias altas ya no tuvieron para pagar la Ibero a sus hijos, y fueron a concursar, con mucha ventaja, con los egresados de la Prepa o el CCH por las pocas plazas disponibles.

Ahora, la transición tendrá, además, un claro signo de pesos y empeorará cuatrienio a cuatrienio, cuando cada nuevo rector, con leves modificaciones, deje de confiar en la declaración voluntaria de ingresos en la que se basa hoy la cuota, y se tenga que demostrar poco ingreso para la exención. Si se dejan pasar los cambios hoy, la historia de las carreteras de cuota (que sólo cobrarían mientras se recuperaba su costo, Ƒse acuerdan?), el transporte público (que siempre eleva sus tarifas prometiendo mejoras tan sustanciales como que los microbuseros lleven corbatita) y otros timos similares se repetirán en la UNAM.

Lo cierto es que deja entonces de tener sentido el trabajar de oquis o por amor al arte, esto es, a menos que de verdad no les quede de otra. Si la universidad les va a cobrar a los estudiantes, justo me parece que también les pague a sus académicos lo suficiente para no tener que pedir limosna del Sistema Nacional de Investigadores, para comprarse un carro y un departamento y para pagar la cuota de sus hijos. El suyo ya no será un esfuerzo para retribuir a la sociedad por su formación, sino un trabajo como cualquier otro, que beneficiará a unos cuantos, y para el que están muy bien calificados. Hacerlo de otra manera sería un doble estándar: cuotas como en universidad privada, salarios como en universidad pública.

Desde luego, esos académicos, tan duchos para describir la afinidad de los receptores en la sinapsis o la composición de las nubes de gas intergalácticas, se dejan convencer por los torpes argumentos de las altas cuotas de la universidad a principios de siglo, como si todo tiempo pasado fuera mejor o como si la esclavitud del porfiriato fuese un punto válido de comparación para demostrar el avance del movimiento obrero. En vez de obtener mejores salarios, acaso logren que sus hijos no paguen cuotas por el bajo ingreso familiar.

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