ƑA qué jugamos?
César Tomás Gómez Cruz
Estamos, como universitarios, ante un escenario delicado: por un lado tenemos un emplazamiento a huelga (paro indefinido de labores) que, según sondeos de opinión entre la comunidad, no es un consenso; por el otro, una imposición (que en los mismos sondeos es ampliamente rechazada) y un miedo a la apertura de la discusión real y enriquecedora (base de la reflexión colectiva, tan necesaria en este momento). Hoy como nunca, ese escenario debe invitarnos a pensar detenidamente en causas y consecuencias.
La primera causa del conflicto es la falta de sensibilidad por parte de las autoridades para realizar la derogación del anterior Reglamento General de Pagos con la expedición de uno nuevo (Adolfo Sánchez Vázquez hace una clara exposición, La Jornada 12-04-99). Otra causa es la forma dirigida en la toma de las decisiones al interior del Consejo Universitario. Otras más son la cerrazón a oir, a incluir, de forma real, la pluralidad viviente en la UNAM, y la amenaza por parte del rector al anunciar la anulación del semestre si la huelga dura más de 15 días y decir, sutilmente, que hará uso de todo el peso del poder a su alcance para defender su proyecto en contra de los activistas. Todo es confrontación amparada en la legalidad (hasta para eso sirven los marcos jurídicos).
Del otro lado, viejas cuentas pendientes en la dirección del movimiento, la precipitación y falta de innovación en las formas de lucha, el desgaste del discurso al repetirlo tantas veces y de la misma forma (sin que ello implique la falta de legitimidad y justicia en el fondo) y el desaprovechamiento de un movimiento con mayores posibilidades que por primera vez en muchos años aglutina a gente de distintas escuelas y facultades con matices y visiones distintas, pero un corazón común. Existen dispersión y omisiones, aunque nos cobija la legitimidad de una lucha sincera por ideales y razones encontradas en las aulas de nuestra alma mater.
Las consecuencias son el ingreso de una iniciativa en la UNAM, que posteriormente abre el camino al desentendimiento por parte del Estado (en medio de las recurrentes y cada vez más frecuentes crisis financieras) de su responsabilidad en el financiamiento para la universidad; la extensión de esa iniciativa a otras instituciones de educación superior; la progresión del debilitamiento de la política de gasto y atención social, tan necesaria en un país con grandes rezagos como México; el estallamiento de una huelga, en la que la UNAM perderá por cada día cantidades de dinero dignas de un mejor uso; el estancamiento de proyectos de investigación tan importantes para el país; la desarticulación y pérdida de legitimidad (hacia delante) de un movimiento cuya mayor característica debiera ser la creatividad, frescura e innovación; el fortalecer los argumentos reaccionarios que quisieran ver a nuestra UNAM debilitada y de rodillas, pues saben de su presencia en el pensar y el quehacer más crítico y dinámico de México; el crecimiento del desencanto por parte de una buena parte de la sociedad mexicana hacia una universidad que debería tomarla más en cuenta y entregarse con más ahínco a ella; el enfrentamiento inevitable entre compañeros de aula que todos los días compartimos el espacio de nuestra formación; la imposición de intereses mezquinos (no importa de dónde vengan) sobre los intereses supremos de la nación, y el cierre (al menos de momento) al paso de la razón y el sentimiento (hasta él juega) para buscar salidas, no al problema de las cuotas en la UNAM, sino a situaciones aún pendientes de discutir como la universidad en el próximo milenio, la educación pública nacional como proyecto de Estado y factor de igualdad social, nuestra inserción en lo que Jacques Le Goff llama convergencia de la diversidad, la crisis estructural del poder político y económico como factor de la progresiva debilidad de los Estados nacionales... y la lista crece hasta donde imaginación, necesidad y voluntad colectivas lo dicten. Ya se me acabó el espacio, pero dejo una reflexión de un alumno producto de la educación pública en México.
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