ƑEstán los becarios en capacidad de criticar a la institución?
Algo sobre el Conacyt
Jaime E. Contreras Díaz
A partir de su creación, en 1970, muchísima tinta se ha regado para opinar acerca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, con muchos argumentos a favor y en contra (quiero creer que son los menos): "Si no fuera por el Conacyt, la ciencia en México sería casi nada; deberían aumentarle el presupuesto en proporción al PIB como en otros países, ya que es insuficiente para crear una verdadera ciencia; que si cumple con los fines para los que fue creado; sus programas son ineficientes e incompletos; no produce verdaderos científicos; es una carga burocrática más para el presupuesto de la nación".
Todas esas opiniones acompañadas de un largo etcétera, dadas por diferentes personajes, son las que lo han venido calificando durante sus casi 30 años.
Oí hablar del Conacyt al principio de mis estudios profesionales en dicha década de los 70, y no se me ocurrió (si un genio me lo hubiese dicho, no se lo hubiera creído) que con los años iba yo a ser un usuario ųy muy fuerteų de ese organismo que irremediablemente vino a cambiar el curso del desarrollo tecnológico y científico en México.
Toca a otros juzgar qué tan eficiente o no ha sido su contribución en dicho desarrollo, pues no tengo todos los elementos para cuestionarlo. Quiero, simplemente, externar mi opinión, tratando de hacerlo lo más objetivamente posible, del producto de la relación que a lo largo de los años ha existido entre el Conacyt y yo.
Todo empezó cuando, después de tres años de haber terminado la licenciatura (ingeniería industrial eléctrica, 1980) y trabajar en la CFE, decidí buscar alternativas de desarrollo profesional en el extranjero. Obviamente, el lugar al cual acudir era el Conacyt.
Exhaustivos y extensos trámites burocráticos de documentos, viajes a México (no existían las delegaciones), llamadas telefónicas, telegramas y un duro proceso de selección rindieron sus frutos después de dos años: fui admitido como participante (con beca-crédito) en el 12 Programa de Intercambio México-Canadá para jóvenes especialistas 1985-1986. Un año después de haber trabajado en una compañía eléctrica canadiense, mi percepción del mundo cambió por completo.
Regresé a México con una muy diferente visión profesional a tratar de retribuir al país con lo aprendido. Con los años, por intermediación y con apoyos institucional y económico del Conacyt y el Consejo Británico, tuve la oportunidad de estudiar una maestría en ciencias en Inglaterra (1993-1994), otra gran experiencia profesional.
Ya en México, y después de haber trabajado año y medio en una administración municipal, decidí realizar un proyecto de investigación y alcanzar el grado de doctor en ciencias otra vez en Inglaterra, que es donde actualmente estoy con mi familia, nuevamente gracias al Conacyt. Y aquí me pregunto: Ƒhubiéramos tenido la oportunidad de tener esta internacional formación profesional sin la participación del consejo? Lo dudo.
De lo que sí estoy completamente seguro es de que los aproximadamente 4 mil becarios que hacen posgrados en el extranjero piensan como yo, y en nombre de ellos hablo. Existirán las a veces no tan honrosas excepciones de quienes a lo mejor no necesitaban el financiamiento pero que aun así lo buscaron y les fue otorgado, o los que piensan que debido a sus méritos ųlos cuales nadie les quitaų el país tiene la obligación de concederles la beca a costa de lo que sea.
Esto viene al caso por aquellos que de manera nada constructiva critican al Conacyt. Que la administración de nuestras becas a veces no es lo eficiente que quisiéramos es muy cierto. Tanto mi familia como yo hemos vivido varias situaciones en las que hemos pasado muchos apuros por demora de los recursos por diferentes causas, y de las que han surgido raudas comunicaciones (šdemos gracias que ahora existe la comunicación por email!) siempre concluyendo con final feliz dichos asuntos de supervivencia.
O como cuando les envié una propuesta con un detallado estudio económico de cómo hacer el sistema de becas más justo y equitativo en cuanto a su asignación, sin necesidad de cambiar el presupuesto, habiéndoseme amablemente contestado que, no obstante que la propuesta era buena, el implantarla causaría un gran impacto en el presupuesto, además de que en la asignación de los montos intervienen otras dependencias y organismos (lo que me hace pensar que no me hice entender, ya que, muy por el contrario, el Conacyt podría ahorrarse dinero con su aplicación).
Sin embargo, pienso que no podría ni debería (mos) juzgar a la institución por excepcionales situaciones que probablemente muchos otros también han padecido. Cabe comentar que tuve dos compañeros coreanos, quienes debido a la crisis económica de su país fueron irremediablemente repatriados šestando a más de la mitad de sus doctorados! Eso sí es crisis y motivo de frustración y enojo.
Fue muy significativo para varios de nosotros haber escuchado directamente de funcionarios del Conacyt, hace unos meses, que no tendríamos que preocuparnos de situaciones similares, ya que los que ya estábamos en este maratón en cualesquiera de sus etapas tendríamos todo el apoyo para terminar.
ƑEstamos así en capacidad de mal criticar a esa institución? Muy por el contrario, es gracias a ella por la que los miles de becarios nacionales y en el extranjero, además de tener la oportunidad de obtener un grado académico más en beneficio propio y del país al que obviamente extrañamos, estamos conociendo personas, culturas y formas de vida que de otra forma no hubiese sido posible.
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