Bernardo Barranco
Vaticano y jerarquía mexicana

Los obispos reunidos en Guadalupe estudiaron la exhortación Eclessiam in America porque saben muy bien que la Iglesia católica mexicana desempeña hoy un papel internacional estratégico para el Vaticano. Si en el pasado, particularmente en tiempos conciliares, los obispos mexicanos tuvieron una acción secundaria y existía una sensación de aislamiento de las grandes corrientes incluso latinoamericanas, en la actualidad el papa Juan Pablo II y la globalización otorgan a la jerarquía un campo de acción amplio e inédito.

A fines de 1998 me entrevisté en Roma con altos miembros de la Curia y me sorprendió el papel protagónico que éstos asignaban a la Iglesia mexicana en la nueva concepción de ``América'' que el Papa ha introducido. Efectivamente, el Vaticano sostiene que existe un terreno cultural común entre el norte y el sur del continente: la fe cristiana, y es a partir de ésta que se redefinirá el futuro de la región.

Juan Pablo II ha impuesto una visión continental globalizadora cuya identidad no fluctúa en torno a cultura, razas, usos y costumbres, sino que su análisis incorpora tanto los grandes problemas del norte como del sur, que necesitan respuestas globales y soluciones pastorales comunes.

Entre otros figuran deuda externa, modelos neoliberales, pobreza, corrupción, migraciones, narcotráfico, situación de los indígenas, avance de las sectas y muchos otros que requieren un planteamiento general y no particularizado por parte de cada Iglesia local.

Si Brasil fue país clave para el papa Paulo VI, México lo es para Juan Pablo II, quien otorga al continente, además del valor cuantitativo en términos religiosos, una importancia política, económica y militar nunca antes vista. Como reconocen la propia Curia vaticana y la exhortación, la hegemonía y conducción del mundo está hoy en Norteamérica.

El discurso social del Papa ha cambiado; a partir de la caída del muro de Berlín ha endurecido su postura hacia el neoliberalismo, cuyo epicentro no está en Europa, sino en Estados Unidos. Es decir, la geopolítica propuesta por el Papa al robustecer las estructuras eclesiásticas, específicamente la de América del Norte, tiende a alcanzar mayor capacidad de presión y de interlocución frente a Estados Unidos. No es gratuito que en enero el Papa hablara al continente desde México, poderoso puente cultural y religioso entre el norte y el sur de América, que entra al tercer milenio como el continente con la catolicidad más afianzada.

México tiene el catolicismo popular más fervoroso; el santuario de la Basílica de Guadalupe es el segundo en el mundo después de San Pedro. En nuestro país se genera el mayor número de vocaciones; las religiosas y religiosos mexicanos están presentes en los más apartados rincones del planeta, especialmente en Africa y Asia. Por primera vez un obispo mexicano, Javier Lozano Barragán, figura en la Curia romana; y en La Habana, el nuevo nuncio es mexicano.

Cuba puede ser un buen ejemplo para observar la relación entre la Iglesia mexicana y la geopolítica vaticana. Por un lado sabemos bien que la isla es prioridad papal, y que a 15 meses de su visita las estructuras católicas se han robustecido cuantitativa y cualitativamente.

El nombramiento de monseñor Luis Robles Díaz como nuncio permitirá, como él mismo ya adelantó, coordinar mayor ayuda y apoyo de México. En cambio, a monseñor Beniamino Stella --nuncio desde mayo de 1993, y tan identificado con los católicos cubanos-- lo desplazan a Colombia, cuya poderosa Iglesia es también fiel y disciplinada a Roma. Todos estos movimientos tienen un profundo sentido político tendiente a fortalecer el proceso de afianzamiento de la Iglesia cubana.

Sin embargo, surgen muchas dudas sobre el papel estratégico que El Vaticano asigna a México. ¿Hasta dónde los propios obispos, cuyas diferencias son fuertes, están preparados? ¿En qué medida cierto triunfalismo clerical de un sector fortalecido a partir de la visita del Papa lo puede empantanar? ¿Hasta dónde el sector mexicanista tendrá capacidad de respuesta? Sin duda los tiempos que asoman serán intensos, y sobre nuestro suelo, a diferencia de años atrás, se debatirán con intensidad muchas corrientes y posturas pastorales y teológicas a nivel internacional.