LA OTAN, RUSIA Y LOS BALCANES
Históricamente, las potencias occidentales se han opuesto a que Rusia, a través del Mar Negro y de los Dardanelos, amplíe significativamente su influencia política y militar en el área mediterránea. En el siglo XIX, con la guerra de Crimea, ayudaron a Turquía contra el zarismo e impusieron el Tratado de Berlín en 1878. Y en este siglo, en la Segunda Guerra Mundial, hicieron todo lo posible para evitar que la llegada al poder de los comunistas en Grecia, unida al triunfo de los partisanos yugoslavos, abriese a la URSS las puertas del Mediterráneo.
La victoria de la monarquía griega, apoyada por los ingleses, y el distanciamiento entre Yugoslavia y la Unión Soviética dieron a las potencias occidentales un poco de tranquilidad. Pero, desde siempre, los Balcanes, habitados por los eslavos del sur, han sido considerados por Occidente como una región estratégica, ya sea para alejar a Rusia del oeste europeo o para tender una vía de acceso a las importantes zonas agrícolas, mineras y petroleras de Ucrania, el Mar Negro y el Cáucaso.
En el ataque contra Yugoslavia -emprendido por la OTAN al margen de la ONU y de la legalidad internacional- podría, por tanto, estar en juego mucho más que el freno al ultranacionalismo de Milosevic y la defensa de los derechos humanos y políticos de los kosovares albaneses. En el ámbito geopolítico, el bombardeo de Serbia podría tener otros destinatarios, entre ellos Rusia, y otras finalidades, como el afán de Occidente de abrirse una ruta hacia los vastos recursos naturales existentes en Europa Oriental. Si sólo se tratase de defender los derechos de una minoría étnica o religiosa y prevenir la comisión de atrocidades, Ƒpor qué Occidente no ha intervenido, por ejemplo, para frenar la represión de los kurdos realizada por Turquía, nación -cabe señalar- integrante de la OTAN?
Así, en momentos en que Rusia se encuentra agobiada por problemas económicos y pugnas internas y espera de Occidente y de los organismos financieros internacionales importantes préstamos para hacer frente a la grave crisis por la que atraviesa, se antoja difícil que Moscú pueda oponerse activamente a la OTAN o apoyar -con algo más que declaraciones- a Belgrado, pese a que importantes sectores políticos y militares rusos se encuentran severamente irritados por la ofensiva de la alianza atlántica.
Mientras, la intransigencia tanto de Milosevic como de las potencias aliadas permite suponer que los bombardeos y los padecimientos de serbios y kosovares continuarán, al tiempo que se incrementan los riesgos de desestabilización de toda la región. Con cada bombardeo aliado, no debe olvidarse, se exacerban los odios ya existentes en esa atormentada nación, se agrava la situación en la que se encuentran miles de refugiados kosovares y se aleja la posibilidad de una reconciliación y un arreglo pacífico entre los grupos serbios y albaneses actualmente en conflicto.