Luis Javier Garrido
La huelga

El gobierno ``de Zedillo'' busca entretener a los mexicanos con el juego del tapadismo, pero los mexicanos que no se engañan siguen resistiendo a sus políticas lo mismo en las comunidades de Chiapas que en los campus de la UNAM.

1. Los acontecimientos recientes en la Universidad Nacional (todavía) Autónoma de México constituyen un claro ejemplo de cómo el grupo gobernante, al carecer de la razón, no tiene más recurso que el de la fuerza. La UNAM está hoy día en manos de una burocracia irresponsable de académicos oscuros, quienes para evidenciar su dócil sometimiento al gobierno, se presentan como extremistas neoliberales para que esto les sirva como trampolín político, y cuya intolerancia está prevaleciendo sobre los derechos de los universitarios y de la nación, pues pretenden privatizar a toda costa a la universidad pública más importante del continente.

2. A un mes de la sesión ilegal del Consejo Universitario que con prácticas que darían vergüenza a cualquier mexicano se ``aprobaron'' cambios al Reglamento General de Pagos, estableciendo cuotas desorbitadas en contra del principio de la gratitud de la educación superior (15 de marzo), la comunidad de la UNAM ha entendido que esta medida constituye el eje articulador de esta nueva embestida tecnocrática, y que no busca, como se pretende, actualizar un reglamento anticonstitucional, sino reconvertir a la UNAM en una institución de mediocre rango: funcional a los requerimientos de las grandes empresas que requieren no de grandes profesionistas, sino de técnicos de medianas aptitudes y acríticos de la realidad nacional.

3. La Asamblea Universitaria, que aglutina a los diversos organismos estudiantiles, pasó por esto de proponer una discusión sobre el carácter público de la educación superior, a cuestionar a) las restricciones de acceso a la UNAM que la están volviendo una universidad de élite; b) los mecanismos antidemocráticos y poco universitarios por los que se pretenden imponer estas medidas; c) el manejo discrecional que hacen las autoridades del presupuesto universitario, caracterizado por prácticas de dispendio y de corrupción, que lesionan los intereses de todos los mexicanos; y d) las modificaciones soterradas y silenciosas a los planes de estudio, que trastocan el carácter de la UNAM. Es una lucha de los estudiantes en defensa de la Universidad que no podrá ya detenerse.

4. ``Tú no puedes volver atrás, porque la vida ya te empuja'', dice el poema de José Agustín Goytisolo, que acaba de morir y que canta Paco Ibáñez, que ahora nos visita.

5. Los seudo argumentos que se están utilizando para tratar de desmovilizar a los estudiantes no hacen más que demostrar una y otra vez la ignorancia de las autoridades. La huelga no es un recurso de unos supuestos ``ultras'', como escribía el columnista Jaime Avilés (``El Correo Ilustrado'' del 15 de abril), sino un derecho constitucional legítimo de los trabajadores, y en su acepción universitaria los estudiantes lo han ejercido de manera limpia y responsable a lo largo del siglo XX: siempre en defensa de la Universidad, cuya historia sería incomprensible sin una serie de movimientos. La huelga de 1929 logró el reconocimiento de la autonomía; las de los años 40 frenaron a la derecha universitaria; la de 1968 impulsó una lucha histórica en defensa de las libertades democrática en defensa de las libertades democráticas, y la de 1986 frenó el proceso de desmantelamiento de la UNAM.

6. Las huelgas universitarias no han sido ``lesivas'' para el movimiento democrático del país, como se afirma, y ninguna huelga en defensa de la UNAM lo sería. Las políticas de las autoridades son las que están lesionando, por el contrario, los intereses de la nación y la vida científica de México. Las modificaciones que los burócratas buscan imponer por la fuerza, en colusión con intereses externos a la institución, tienden a destruir el proyecto histórico de la Universidad, privatizándola y subordinándola a las supuestas necesidades del mercado: atentando contra sus libertades de docencia e investigación, suprimiéndole a la enseñanza sus fundamentos científicos y su carácter crítico: reconvirtiendo a la principal universidad pública del continente en un centro mediocre de capacitación de técnicos acríticos.

7. Las actuales autoridades de la UNAM no pueden, por lo mismo, explicarles a la nación y a los universitarios por qué gracias a sus políticas la brecha entre quienes tienen educación superior y los analfabetas se ha ampliado en México. Por qué si en Europa y Estados Unidos crece la matrícula universitaria, aquí está decreciendo, y por qué si en el vecino país Estados Unidos 70 por ciento de los jóvenes entre 20 y 24 años tiene acceso a los estudios superiores y en Europa es más de 50 por ciento, aquí en México menos de 10 por ciento puede entrar en la Universidad.

8. Las autoridades de la Universidad Nacional no pueden ni podrían explicar a los mexicanos por qué, con más recursos, la están empequeñeciendo, y por qué si dicen aceptar el principio de autonomía, subordinan a la institución a las órdenes de Hacienda, de la SEP y, sobre todo, de Gobernación, así como a los dictados del Banco Mundial y del FMI. Por qué, en otras palabras, están empeñadas en que la UNAM pierda su carácter nacional y su papel rector en la vida nacional y se asemeje a cualquier universidad privada.

9. La salida al conflicto tendría que partir de la supresión del Reglamento General de Pagos. El ``diálogo'' que desean las autoridades, que ha promovido el académico Octavio Rodríguez Araujo para servírselo en bandeja de plata a la rectoría, y que (obviamente) aprobó el Consejo Universitario el 8 de abril, no llevaría más que a convalidar el autoritarismo: sería como discutir la privatización de la CFE o de Pemex luego de hecha la modificación constitucional.

10. La aplicación del Plan Barnés está teniendo ya un costo aún incuantificable para la nación. Luego de la experiencia de los tecnócratas depredadores, la reconstrucción de la Universidad Nacional, como una institución nacional del más alto nivel, sustentada en la pluralidad y en la tolerancia, va a ser una tarea para muchas generaciones.

Una cosa es, sin embargo, segura: que no lograrán destruir la esencia misma de lo que es la Universidad.