Como lector y telespectador exijo el derecho a la información acerca de lo que pasa en los Balcanes. Ya no quiero que la guerra me la cuente la OTAN. Ya no quiero el preservativo de la masacre aérea porque un solo muerto de Estados Unidos acaba con Clinton. Ya no quiero el sufrimiento manipulado por los medios. Quiero ver a la infantería de los aliados sacrificándose por las causas que dicen defender. Quiero oír y leer a los corresponsales de guerra sobre el terreno.
Vana ilusión. Si en la economía neoliberal todo se reduce a contabilidad y la política a ``la tele'', en la guerra global la información será oficialista o no será. Si para el tecnócrata la necesidad es dato ausente del mercado libre y la democracia concesión de los medios, el derecho a la información es cosa del pasado y la tecnología garantía del genocidio ``quirúrgico''.
Durante la Guerra del Golfo, el cineasta Jean Luc Godard calificó de ``criminales de guerra'' a los responsables de la CNN, por su cobertura informativa. Al menos, Godard consiguió que un medio estadunidense recogiese sus opiniones (Newsweek, 10/06/91). Sin embargo, el cineasta ignoraba que las grandes cadenas de información de Estados Unidos obedecen al Directivo de Resoluciones número 130, emitido por el Consejo Nacional de Seguridad en 1984. El directivo estipula que, en caso de guerra, las comunicaciones públicas o privadas son ``... parte integral de la política y estrategia de seguridad nacional''.
Hasta el año pasado, la dictadura mediática aseguraba que en Yugoslavia había oposición democrática a Milosevic. Que en Kosovo existían fuerzas capaces de enfrentar la dictadura de Belgrado. Por eso da náusea que Estados Unidos, país que según le convenga, subestima o aplasta la soberanía de cualquier nación de la tierra, hable de independizar a Kosovo dándole apoyo a un ``ejército de liberación'' financiado por el narcotráfico turco.
Aquí hay algo que no cierra. Se han cumplido tres semanas de bombardeo indiscriminado sobre Yugoslavia. Pregunto: ¿el despliegue militar de las grandes potencias es incapaz de doblegar a un país que tiene poco más de la mitad de habitantes de la ciudad de México y cabe dos veces y media en Chihuahua? ¿O en pocos días más una suerte de termostato mediático nos dirá, como en el caso de Irak, que cambiemos de canal?
Me pregunto qué ocurre realmente entre las fuerzas democráticas de Serbia. ¿Todos los serbios desean exterminar al pueblo albano-kosovar? ¿Todos los albano-kosovares respaldan a los mercenarios del ``Ejército de Liberación de Kosovo''?
En el contexto de la guerra cabe la lógica perversa que sataniza al enemigo. Pero menos entendible es la posición de los ``humanistas'' que justifican esta guerra. La propaganda es eficaz: miente que algo queda. Quizá algún seminario de ``reflexión''. A este paso los niños del año 2100 aprenderán que Japón se echó las bombas atómicas sobre sí mismo y The Historic Channel les dirá que William Clinton, Madeleine Albright, Juan Pablo II, Wesley Clark, Javier Solana y otros personajes fueron los demiurgos humanitarios del nuevo mundo.
Después de todo, la guerra tiene nombres ``amables''. En el golfo arábigo-pérsico, el buque más importante de la Séptima Flota se llama Enterprise, como la nave de Viaje a las estrellas, O.B.1 no sólo era el avión espía utilizado en América Central sino también Obi one, el anciano bueno de La guerra de las galaxias. Y Enola Gay, el avión de la bomba atómica en Hiroshima, era el nombre de la mamá del piloto.
Milosevic asesino. Khadaffi. Milosevic genocida. Hitler. Milosevic ``limpieza étnica''. Hussein. Milosevic autócrata. Castro. Orale. Si lo repites día y noche eres analista ``sereno y ecuánime''. Es increíble. La derecha ya ni siquiera te permite pensar. Te exige alinearte con el genocidio de un bando, al que llama ``necesario''. Si no, eres ``de izquierda''. Pero cuando acabe la versión de esta guerra volverá a decirte que izquierda y derecha son nociones ``superadas''.
Por ahora, la sinfonía wagneriana de la OTAN cumple con la orden que en el siglo X impartió la emperatriz Teodora de Bizancio a sus generales: ``Mátalos a todos; Dios reconocerá a los suyos''. Y no sé por qué tengo la sensación de que en Serbia, donde nació Constantino El Grande, que en el siglo III autorizó el cristianismo como religión oficial del imperio romano, el fundamentalismo mercadotécnico de los yanquis no dejará piedra sobre piedra.