Licencia medieval. Como en tiempos oscuros y antiguos de aquellos ``señores'' de vidas y haciendas, de horca y cuchillo, germinan hoy de nuevo, ocultas tras su disfraz de democracia, modernas tiranías. No parecería creíble pero lo vamos oyendo cada vez más. Los votos ciudadanos sirven tan sólo para tomar el poder, apelar a la ``legalidad'' electoral parece equivalente a ostentar una licencia para matar, para arrasar, para la fría arbitrariedad en el ejercicio del poder. Ser servidor público parece sólo calificativo de los candidatos. Los electos, ya en su cargo, parecen quedar liberados de toda promesa de campaña, de todo programa planteado y casi de toda ética. Es como si el discurso político fuera para arrancar votos de engaño y seguir luego engañando al decir una cosa y cargarle otra al pueblo.
Hace seis o siete años en un rancho de la Tarahumara algunos funcionarios insistían en prohibir, en nombre del Presidente de la República, que la gente usara leña para calentarse en el invierno, preparar sus alimentos y darse luz. Dijo entonces un indio rebelde, con toda la razón del mundo en sus palabras: ``Mucho batallaría el Salinas sembrando el bosque, para que ahora nos lo quiera quitar. El Dios nos dio el bosque, no nos lo dio el gobierno. Ese no nos lo puede quitar''.
La rebeldía era doble: la del rescate de sus derechos inalienables dicha a su modo, y la del reclamo al descaro de esa capa social que ha depredado el bosque, ha legislado a placer y conveniencia para saquearlo, y ahora los convierte en delincuentes porque no le pagan tributo por sobrevivir, por el delito de no renunciar a usar lo propio.
La ley de indios en Chihuahua. Soterradamente, con sigilo y promesa obligada de guardar secreto, se anda haciendo un simulacro de consulta a los pueblos de indios. El 17 y el 18 de marzo, el Instituto Nacional Indigenista (INI) organizó un foro con gobernadores para explicar una nueva iniciativa de ley indígena. Los testigos dicen que no se entendió, que ese lenguaje de las leyes no se entiende. Pero sí regresaron a sus comunidades con la consigna gubernamental de sacar el sí a las comunidades, de guardar sigiloso secreto, de no consultar a nadie. El mismo nefasto proyecto de ley de hace un año, reaparece con maquillaje nuevo y algún adorno más, adorno de esas mismas cuentas de vidrio que se han cambiado por oro desde hace cinco siglos.
El segundo de los artículos transitorios dice que la ley ``deberá traducirse a las lenguas de los pueblos indígenas... así como difundirse...''. Será demasiado tarde, cuando todo sea ya una imposición arbitraria que deben conocer los indios para acatarla sin más. ¿Por qué no se tradujo el texto que se consulta ahora? ¿Por qué el temeroso sigilo? ¿Por qué ese texto y no el formulado por el mismo INI hace menos de un año?
Es que el proyecto de ley lleva burda su maña, ni siquiera es sutil. Reduce el territorio al hábitat entendido como ``El ámbito espacial, natural y social en donde se asientan y desenvuelven las culturas indígenas''. Reconoce la existencia de esos ``espacios físicos, bióticos y socioculturales'' y se obliga a proteger su integridad, ``al tenor de lo dispuesto en el artículo cuarto'' de la Constitución.
Habla de una extraña ``autonomía organizativa'' -que no precisa-, en los capítulos de Derechos Políticos, Derechos ante el Estado y los Municipios, Derechos Económicos y Derechos Socioculturales. Tal autonomía organizativa parece reducirse en tal conjunto a organizarse como quieran pero para obedecer e integrarse por las buenas a la cultura occidental. El capítulo de mujeres es una lástima: teórico, despegado de la realidad, copiado al vapor de la ley de Oaxaca.
Mucho se podría detallar la pobreza de estos capítulos. Lástima que este espacio tenga límites.
El capítulo de Derechos de Jurisdicción es una burla. Habla de ``autonomía decisoria'' y la reduce a una ``jurisdicción delegada'', menor, discriminatoria, que sólo da más trabajo e impone gastos a las autoridades tradicionales, sin retribución alguna y con el agravante de convertir en delito toda ausencia de sumisión.
De la Colonia a acá. Por ahí va la ley que se consulta en secreto, según ellos. Para imponerse sobre culturas, vidas y haciendas, porque sí, porque ya están en el poder, porque pueden engañar, porque para ellos las leyes, de la Colonia a acá, han sido, siguen y deben seguir siendo tan sólo mecanismos decorosos para imponerse, usurpar y arrasar, muera lo que muera.