DESGASTE DE LA PRIVATIZACION ELECTRICA
La propuesta presidencial de reformas legales y constitucionales para la privatización se erosiona, en forma sostenida, en todos los frentes. Ayer, dos senadores del Partido Revolucionario Institucional (PRI) consideraron que la iniciativa presentada a ese órgano legislativo por el secretario de Energía, Luis Téllez, es inaceptable, toda vez que implica la desaparición de Luz y Fuerza del Centro y del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Los legisladores panistas, por su parte, si bien en principio comulgan, por doctrina partidista, con los proyectos privatizadores, demandan tiempo para analizar el proyecto. Adicionalmente, en el Senado se está pidiendo revisar la iniciativa del Ejecutivo Federal a la luz de las experiencias de otras naciones, en materia de desincorporación de la generación eléctrica.
A este respecto, cabe esperar que los legisladores de todos los partidos se tomen un tiempo para estudiar la ponencia de Steve Thomas -experto en energía de la Universidad de Sussex-, que será publicada en breve por el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. El académico británico señala, entre otros puntos, que el proceso de transferencia al sector privado de la industria eléctrica de su país - que ha sido tomado como modelo de los privatizadores mexicanos- es ''inevitablemente caótico y confuso'' y ha introducido el riesgo de que ''un puñado de gigantes internacionales dominen al sector, lo que perjudicaría a los consumidores y a la soberanía nacional''.
Es preocupante que en el México actual, debilitado por su dependencia de los capitales extranjeros, por sus asimétricas relaciones bilaterales con Estados Unidos, por la destrucción de su mercado interno y de buena parte de su planta productiva y por 17 años de golpeteo sistemático contra el nivel de vida de la población, se pretenda tomar decisiones semejantes a las que han puesto en peligro la soberanía británica, la cual, por razones históricas, políticas y económicas, es mucho más robusta que la de nuestro país.
Finalmente, resulta reconfortante percibir que el SME no está, ni mucho menos, solo en su lucha contra la privatización parcial de la industria eléctrica, propuesta por el gobierno, y que una vez pasado el estupor inicial que generó su presentación, esta iniciativa esté siendo cuestionada por crecientes sectores de la vida política, sindical, académica, empresarial y social del país.