MAR DE HISTORIAS

Jaime

n Cristina Pacheco n

RENE: Judith le habló a Belinda: está preocupada porque te ha visto rarísimo.

JAIME: ƑQué significa eso de rarísimo?

RENE: Que casi no hablas desde que tu mamá se fue y eso la tiene intranquila, asustada: piensa que andas con otra mujer.

JAIME: ƑYo? ƑJudith sospecha de mí nada más porque me ha visto callado? No puedo creerlo. Es como si yo pensara que ella está loca sólo porque siempre anda embadurnada con sus mascarillas de pepino, de avena y no sé de cuántas cosas. šRepugnantes!

RENE: Acuérdate de que las mujeres siempre sospechan, y sobre todo cuando no tienen mucho qué hacer. (Riendo sin convicción) Por eso estoy encantado de que Belinda siga con sus clases de macramé.

JAIME: Judith también y ya ves, Ƒde qué sirve? Sospecha... ƑQué más le dijo mi esposa a tu mujer? (Sonríe) Ahora, para colmo, tengo que preguntarles a ustedes lo que le preocupa a Judith.

RENE: (Conciliador) Nada más. Belinda me hizo jurar que no te lo contaría. Si lo hice fue porque consideré que era importante que lo supieras.

JAIME: Si hay algo que me choca de las mujeres es que de todo hacen escándalo. (Tritura el cigarrillo en el cenicero) Además, si a Judith le preocupa tanto verme callado, pues que me lo diga, en vez de andar ventaneándome.

RENE: Uta: de haber sabido que ibas a tomarlo de ese modo no te habría dicho nada. Créeme: no lo hice por molestarte, y menos para que vayas a echarle bronca a Judith.

JAIME: Ya lo sé y te lo agradezco, pero me cae mal que mi mujer no tenga la confianza de decirme lo que le molesta.

RENE: Es lo mismo que ella piensa: que no le tienes confianza y que por eso no le explicas lo que te sucede.

JAIME: Es que no me pasa nada. ƑO qué, tengo que inventar una tragedia para que me crea?

RENE: No soy el indicado para darte consejos, pero te digo una cosa: yo también te he visto raro. (Impide que Jaime hable) Oyeme por favor: si es algo que le esté sucediendo a tu mamá...

JAIME: šCarajo! ƑPor qué tienen que meter a mi madre en esto?

RENE: De acuerdo: a lo mejor ella no es la que te preocupa, y qué bueno, pero entonces Ƒquién es?

JAIME: Nadie, yo no sé... (Desvía la mirada) Estoy hecho bolas. ƑQuieres otra cuba? (Le da la orden al mesero que pasa)

RENE: Y dices que no estás raro: es la primera vez en años que te veo beber así. (Advierte la contrariedad de Jaime) No te aceleres: no te estoy juzgando ni me escandalizo, nada más señalo el hecho.

JAIME: (Irónico) ƑY qué conclusiones sacas de que me haya bebido tres cubas?

RENE: Ninguna, no vine aquí para eso sino para decirte que tu mujer está preocupada por la forma en que te ha visto cambiar. (Acercándose a Jaime) Ponte en sus zapatos: según ella estuvieron muy contentos durante la Semana Santa y luego, cuando tu madre se fue, cambiaste por completo. Judith tiene derecho a preguntarse: Ƒqué onda, qué pasó, en qué la regué?

JAIME: En nada, sólo me hizo pensar en algo en lo que nunca había reflexionado. (Se atusa el bigote) Es un lío, no sé cómo decírtelo.

RENE: Pues así, con palabras, de la misma forma en que yo te he contado mis broncas con Belinda y con Aurea.

JAIME: Y ese asunto, Ƒcómo va?

RENE: Complicadísimo: Aurea quiere tener un hijo.

JAIME: ƑY de pronto? ƑPor qué?

RENE: No lo entiendo. Me lo dijo la primera noche que nos vimos, después de las vacaciones. Traía el numerito completo: me aclaró que no pretende destruir mi hogar, sólo quiere un hijo... ƑCómo la ves?

JAIME: Gruesísimo. ƑQué piensas hacer?

RENE: Por lo pronto confío en que se le pase. Ya sabe cómo son las mujeres: les vienen sus cosas y se ponen bien raras. (Toca el hombro de Jaime) Pero no me cambies la conversación; ibas a decirme por qué andas tan raro. ƑQué pasó en Semana Santa?

JAIME: En cuanto tú y Belinda se fueron con mis hijos sonó el teléfono: era mi madre para avisarnos que estaba en la Central Camionera.

RENE: No la esperaban, Ƒverdad?

JAIME: Claro que no. Judith se contrarió y dijo que nunca teníamos tiempo de estar solos. Le contesté que ni modo de cerrarle la puerta de la casa a mi madre y le pedí que hiciera un esfuerzo por adaptarse a la situación. ƑSabes qué me respondió? Que se pasaba la vida haciendo esfuerzos sin que nadie se los tomara en cuenta y que quería hacer algo más. Le recordé que tres veces a la semana asiste a sus clases de macramé. (Cierra los ojos para precisar su recuerdo) No se lo hubiera dicho, porque me respondió así, como con ironía: "Ah, sí, mi gran aventura". Le dije que si no le gustaban las clases por qué iba. Todavía no se me olvida su respuesta: "Para no pensar que en mi vida no pasa nada".

RENE: ƑQué le dijiste?

JAIME: No importa lo que le haya dicho, el caso es que he seguido pensando en eso. ƑY sabes qué? Yo también siento que en mi vida no pasa nada:

RENE: ƑCómo? ƑY tu trabajo, tu familia? Es a todo dar. (En tono de disculpa) Ahora que Belinda y yo nos llevamos a tus chamacos de vacaciones pensé: "Caray: Ƒpor qué no son mis hijos?" ƑNo estás orgulloso de ellos?

JAIME: (Impaciente) Por supuesto que sí, los adoro: ellos lo saben. Judith es una tipaza... aunque me reciba con la cara embadurnada con mascarilla de pepino y crea que tengo una vieja sólo porque ando medio callado.

RENE: ƑEntonces?

JAIME: Judith tiene razón. Me afectó despedirme de mi madre.

RENE: ƑQué, la viste ya muy grande?

JAIME: No, está muy bien, deveras; sólo que pensé en su vida y en la de mi padre. El trabajó como loco y nunca pudo realizar su sueño: tener una casa. Mi madre lo hizo todo por mí y por mi hermano Gerardo. ƑY qué se ganó? Llegar sola al final de su vida.

RENE: Los tiene a ustedes, a sus nietos: todo el mundo la adora.

JAIME: Pero en nuestra vida su lugar es... ƑCómo decirte? (Se muerde los labios) No sabes lo que sentí cuando le abrimos la puerta y vi su expresión avergonzada, como diciendo: "Ya sé que vengo a estorbarles..."

RENE: Si lo hubiera pensado, Ƒcrees que habría venido a visitarlos?

JAIME: A lo mejor lo hizo para no quedarse sola, pensando que en su vida no pasa nada. Cuando se despidió de nosotros y la vi subirse al camión pensé en Judith. Te juro que me la imaginé dentro de veinte años, en una Semana Santa, yendo sola a visitar a Alfonso o a Iván, que de seguro ya estarán casados.

RENE: Momento, momento: Ƒpor qué sola? ƑY tú qué, piensas dejarla?

JAIME: No, pero las estadísticas dicen que las mujeres viven mucho más tiempo que los hombres.

RENE: ƑDe qué estadísticas hablas?

JAIME: De unas que acaban de hacer en Estados Unidos, y lo que sea de cada quien, para eso los gringos se pintan solos.

RENE: Nada, qué: esos siempre arreglan las cosas a su conveniencia. (Sonríe y mueve la cabeza) No puedo creer que ese tipo de cosas alteren tu vida.

JAIME: Es que no fueron sólo las estadísticas, fue todo: mi madre sola, que los niños no estuvieran con nosotros. Como que tuve tiempo de pensar y me di cuenta de que ya no soy tan joven. Sentí miedo... (Suspira) En fin, no sé por qué te conté estas tonterías. Mejor vamos diciendo salud. (Ve que René permanece inmóvil y en silencio) ƑQué pasa?

RENE: Me hiciste pensar. (Mirando fijamente a su amigo) Yo también le tengo miedo a la vejez y quizá por eso a mis cuarenta años tengo una amante de veintitrés.

JAIME: Que aspira a tener un hijo tuyo. ƑCómo piensas arreglar esa bronca?

RENE: No lo sé. (Sonríe) Mejor vamos diciendo šsalud!