La Jornada domingo 11 de abril de 1999

PRD: BALANCE DE UNA DIRECTIVA

El Partido de la Revolución Democrática se encuentra en un momento de especial importancia, tanto en lo tocante a su trayectoria histórica como en sus perspectivas a futuro. Con la salida de Andrés Manuel López Obrador de la presidencia del CEN perredista y la designación de Pablo Gómez como dirigente interino se cierra un periodo en la vida política e institucional del PRD en el que, más allá de los problemas recientes suscitados en el contexto de los fallidos comicios internos, se registraron avances electorales e institucionales cruciales no sólo para ese partido sino para el país en general.

Durante el tiempo en que López Obrador fungió como presidente nacional del sol azteca se registraron los principales triunfos electorales de ese partido: el PRD se convirtió en la segunda fuerza en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, triunfó en las elecciones para jefe de gobierno del DF y gobernador en Zacatecas, Tlaxcala y Baja California Sur, y amplió significativamente su presencia electoral en numerosos estados y municipios del país. Además, el PRD fue uno de los protagonistas de diversos movimientos cívico-democráticos, como la oposición ciudadana a la conversión en deuda pública de los pasivos del Fobaproa y la búsqueda de una salida pacífica al conflicto de Chiapas.

En lo interno, la gestión de López Obrador coadyuvó notablemente en la maduración y consolidación de las estructuras e instituciones partidistas y, sobre todo, fue un ejemplo de conducción honesta, transparente y apegada a los principios de justicia y democracia que ese instituto político ha defendido desde su fundación.

Ciertamente, las irregularidades registradas durante la reciente elección para renovar la directiva del sol azteca representaron un grave incidente para ese partido y produjeron reacciones muy diversas entre la sociedad. Pero, ha de señalarse, tal suceso se registró hacia el final de la labor de López Obrador y, lo más importante, sirvió para probar la fortaleza y la cohesión de las instancias partidistas y la capacidad de autocrítica y rectificación del propio partido. La rectitud, la imparcialidad y apego al espíritu democrático demostrado por el Comité General del Servicio Electoral y por la Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia perredistas son muestras de que el PRD ha entrado en una etapa de madurez institucional y cuenta con la capacidad para resolver sus diferencias internas y corregir sus errores de manera abierta y de cara a la sociedad.

Ahora, el PRD deberá hacer frente a retos que resultarán cruciales con miras a la realización de una nueva votación interna y a las elecciones federales del 2000. En este sentido, es de destacar que pese a las irregularidades acontecidas en los pasados comicios partidistas, el PRD se mantenga decidido ųcomo lo han señalado tanto López Obrador como Gómezų a escoger a su nueva directiva de una manera abierta a la sociedad: en los tiempos actuales, resulta muy significativo para el desarrollo democrático y político del país que un partido apele a los ciudadanos a la hora de tomar sus determinaciones torales y asuma responsablemente los riesgos implícitos en esta decisión. De igual manera, es de destacar la convicción de aplicar las sanciones correspondientes a quienes resulten responsables de irregularidades y desviaciones en el pasado proceso de selección de los dirigentes.

Un importante avance electoral, la conducción honesta y transparente del partido, la maduración y la consolidación de la institucionalidad interna, la rectificación de los errores de cara a la sociedad y la revalidación de la vocación democrática partidista son, en líneas generales, algunos de los logros que, para bien propio y del desarrollo democrático nacional, fueron conseguidos por el PRD durante la gestión de López Obrador y constituyen, en buena medida, el legado que el presidente saliente deja a su partido.