A raíz del escándalo que se presentó en Monterrey en febrero pasado por el transplante de dos riñones contaminados por el virus del sida realizado en una clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), y por el cual cinco médicos fueron cesados, además de la recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos dirigida a ese mismo instituto donde pide indemnizar a una niña infectada por una transfusión en un hospital del IMSS, la opinión pública comenzó a poner en tela de juicio la efectividad de los controles que las autoridades sanitarias, específicamente la Secretaría de Salud (Ssa), tienen sobre la sangre que se transfunde y los órganos que se transplantan en todo el país.
Tomando en cuenta que, según el Centro Nacional de Transfusión Sanguínea (CNTS), cada año se realizan aproximadamente 2 millones de transfusiones --producto de las 950 mil donaciones de sangre de donde se obtienen concentrados de plasma, plaquetas y crioprecipitado-- la importancia de garantizar "sangre segura" a las personas que la requieren (personas que viven con hemofilia, mujeres que sufren hemorragias durante el parto, accidentados, entre otros), cobra mayor relevancia.
Con el fin de conocer las acciones que en esta materia realiza el gobierno federal, Letra S entrevistó a los responsables de garantizar el cumplimiento de la legislación vigente a casi doce años de su aprobación.
¿Dimensiones desconocidas?
Según estadísticas del Consejo Nacional para el Control y la Prevención del Sida (Conasida), en 1998 se notificaron 121 personas, entre ellas once niños, infectadas por el VIH luego de recibir transfusiones sanguíneas, cifra superior a la de 1997, año en que se registraron 98 casos.
La misma fuente señala que en población adulta la infección por esta causa corresponde a 8.6 por ciento de los casos, lo que significa que de los más de 38 mil casos acumulados de sida, 2 283 lo adquirieron por una transfusión sanguínea mal practicada.
Si bien es cierto que la prohibición de la comercialización de la sangre (1987) y la obligatoriedad de practicar a todas las unidades sanguíneas exámenes para la detección del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) ha sido el principal logro del gobierno mexicano en el control de la epidemia de sida, a la distancia existe la impresión de que los sistemas de vigilancia se han relajado y que de no mantener las acciones de prevención iniciadas durante la gestión del doctor Guillermo Soberón, las cifras pueden volver a dispararse.
Y aunque para la directora general del CNTS, Soledad Córdova Caballero, la Ssa y la red federal y estatal de centros de la transfusión han puesto todo de su parte para disminuir los casos de sida por transfusión sanguínea, éstos siguen apareciendo.
Más aún, de acuerdo con un documento sobre el Avance en la Definición de Metas Estatales para el bienio 1999-2000 elaborado por el Conasida, durante 1998 se rebasó el porcentaje de casos nuevos esperados por esta vía de transmisión, ya que de 1.6 por ciento que se tenía programado se tuvo casi el doble: 2.3 por ciento. Ese año se registraron más casos que en 1997.
Uno de los elementos más delicados que menciona el documento citado es que en 94 por ciento de los casos notificados se desconoce la fecha de transfusión, aun cuando la Norma Oficial que regula el manejo y la disposición de la sangre señala claramente que dicha fecha debe registrarse.
En el documento, Conasida reconoce también que a la fecha se desconoce la magnitud del comportamiento de la epidemia en varios estados de la República, además de que no existe coordinación en las jurisdicciones sanitarias para la planeación y evaluación de actividades en la mayoría de los estados.
Respecto a los casos asociados a transfusión sanguínea, Conasida resalta que todavía hay una ineficiente coordinación entre los bancos de sangre, el epidemiológo estatal y los Servicios Estatales de Salud, así como manifiesta la urgencia de estudiar cada uno de dichos casos.
Sin duda preocupa que en ese informe se reconozca que sólo hay seis laboratorios estatales certificados por la Ssa que cumplen con proporcionar información, y que en 14 de ellos se desconozca la situación, aunque las transfusiones se sigan realizando.
Por otro lado, en un reporte de trabajo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se informa que se manifestó al subsecretario de Prevención y Control de Enfermedades de la Ssa, Roberto Tapia, la preocupación por la falta de información sobre la situación de los bancos de sangre en México. Con este panorama se antoja difícil que las autoridades de salud puedan cumplir la meta prevista en el Programa de Reforma del Sector Salud de reducir para el año dos mil a 0.1 por ciento el número de casos por esta vía, lo que equivaldría prácticamente a su eliminación.
Por su parte, la titular del CNTS asegura que en el último año los 602 bancos de sangre existentes en el país estuvieron sujetos a 12,500 visitas por parte de médicos expertos en el control sanguíneo, para supervisar que el personal cumpla con lo establecido en la Ley General de Salud. Los bancos de sangre son visitados mensualmente por inspectores de la Ssa, los laboratorios de análisis de tres a cuatro veces al año y los servicios de transfusión aproximadamente cada 45 días.
No obstante, durante una visita a Tepic, Nayarit, la misma funcionaria aceptó que los casos de sida por transfusión siguen siendo elevados debido a que "algunos bancos de sangre o centros de transfusión, no recibieron una adecuada evaluación al momento de entregarles su registro".
Enrique Gómez Tagle, director de Normalización, Capacitación y Promoción del CNTS sostiene que dicho Centro envía muestras de prueba a los laboratorio con el fin de evaluar su eficacia. "Quien hace bien su trabajo recibe un reconocimiento y quien falla recibe más capacitación", afirma.
El otro lado de la moneda
La otra cara de la moneda la representan los testimonios de los pacientes o derechohabientes, como los casos señalados al comienzo, con amargas experiencias que relatar. En agosto pasado, Eliseo acudió a donar sangre a la Unidad de Medicina Familiar Número 8 del IMSS en Aguascalientes, para que pudieran intervenir de la vesícula a su esposa Lourdes. Días después recibió un citatorio de Fomento a la Salud de esa institución donde le pidieron presentarse para tomarle una nueva muestra argumentando que la otra "había salido mal".
Posteriormente, personal de la unidad le informó que su primera prueba había resultado positiva al VIH y la segunda negativa, por lo que se requería una prueba confirmatoria. De inmediato Eliseo entró en crisis, pensó que su esposa y sus dos hijas estaban también infectadas y su angustia creció paulatinamente por lo que le prescribieron tratamiento para los nervios.
En octubre, nuevamente personal del IMSS se comunicó con él para notificarle que el resultado de la prueba Western Blot era positivo y que lo único que debía hacer era resignarse a afrontar el problema, además lo canalizaron al Hospital General de Zona Número 2, donde atienden a los pacientes VIH positivos.
No conforme con esto, Eliseo acudió a un laboratorio particular para pedir otra prueba cuyo resultado fue negativo, con los resultados en la mano, él y su esposa se presentaron con el subdirector médico de la clínica 8, quien no la aceptó argumentando que era de ELISA y no confirmatoria; también fueron al Centro Estatal de la Transfusión donde nuevamente la prueba de ELISA dio negativo.
Luego de muchas insistencias, finalmente lo canalizaron a la delegación estatal del IMSS, ahí una doctora los envió a otro laboratorio particular donde la prueba Western Blot fue negativa. Tras varios meses de calvario y de corroborar que no tenía VIH, Eliseo regresó al Hospital General de Zona donde le negaron atención psicológica, argumentando que estaba sano.
Minimizando algunos de los errores que se cometen en los laboratorios y bancos de sangre, lo importante para la titular del CNTS, doctora Córdova, es que de manera constante se capacita al personal que ahí labora para que desde la recepción del donante, pasando por la extracción y el análisis de la sangre, exista un estricto control de calidad y que en la mayoría de los casos el trabajo se hace bien. Incluso, afirmó, ya se está pensando en la creación de un tercer organismo, que dependería de la Secretaría de Comercio, y que sería el encargado de supervisar y acreditar, a través de auditorías, a los laboratorios que realizan pruebas de detección en la sangre.
Sin embargo, a decir de Carmen Soler, jefa de la Unidad de Investigación en Retrovirus Humanos de la UNAM, el control de calidad y vigilancia de la sangre se ha relajado considerablemente, al grado de considerar que las cosas estaban mejor hace cinco años. Sostiene que actualmente no existe control ni de los reactivos que se utilizan ni de los laboratorios que realizan las pruebas de detección, ya que se ha hecho una rutina para los trabajadores, lo que puede poner en peligro las tasas de incidencia del VIH/sida por transfusión sanguínea. No obstante asegura que la situación no es tan grave como para "provocar terror" entre la población y hacer que la gente se niegue a recibir sangre de otras personas. Todavía se está a tiempo de corregir los errores, y esto se puede lograr si las autoridades cumplen con la Norma Oficial antes citada.
Negro pasado
Por décadas, gran parte de las transfusiones sanguíneas que se realizaron en el país --al igual que en el resto del mundo-- se practicaban con sangre comprada, todos, incluso los hospitales públicos, formaban parte de ese mercado que provocaría un serio problema de salud pública con la aparición del sida. En 1985, al comienzo de la epidemia, más de la tercera parte de la sangre que se utilizaba en el país era proporcionada por miles de "proveedores retribuidos" o "donadores de paga" (la mayoría hombres), que con el tiempo se convertirían muchos de ellos en una "bomba de tiempo" ya que del total se calculó que por lo menos 7.2 por ciento de ellos estaba infectado con VIH y a su vez podría haber infectado a sus parejas e hijos. El problema cobró tal dimensión que se llegó a especular sobre el efecto multiplicador de esa epidemia que podía alcanzar a de miles de personas.
Samuel era uno de los donadores remunerados. Bolero de oficio, encontró durante años en la venta de sangre su modo de acompletar el gasto familiar. Su compadre fue quien lo "enganchó", tan sólo debía dejarse sacar 450 mililitros de sangre y recibir a cambio 20 pesos, era un trabajo fácil y requería poco tiempo; como él participaban decenas de hombres y mujeres de Ciudad Neza, donde surtían al laboratorio Industrias Biológicas de México dedicado al comercio de productos sanguíneos.
Samuel lo hacía dos veces por semana y cuando se requería plasma, todos los días, y no cada mes y medio como establece la legislación actual, además la extracción se hacía sin las medidas de seguridad requeridas, al grado de que las jeringas eran reutilizadas, lo que convirtió a esos bancos de sangre privados en verdaderos focos de infección.
José Luis Domínguez Torix, ex director del CNTS, recuerda que a principios de la década pasada, los bancos de sangre de todo el país operaban en condiciones infrahumanas, pagando una miseria a los donadores y sacándoles sangre sin importar su estado de salud o en ocasiones hasta en estado de ebriedad.
Según el doctor Domínguez Torix se encontró que en algunos bancos de sangre privados de Ciudad Nezahualcóyotl, hasta el 48 por ciento de los proveedores se infectó; en Cuernavaca, 85 por ciento; y en Jalisco, 65 por ciento. Por esta elevada prevalencia de infecciones entre los donadores de paga, se decidió prohibir la comercialización de la sangre en mayo de 1987.
El impacto favorable de esta medida comenzó a detectarse cinco años después. Gracias a ello, los casos de sida por transfusión sanguínea pasaron del 17 por ciento del total de casos detectados en 1989 al 8 por ciento en 1994. Se calcula que de esta manera se previnieron aproximadamente 2,750 infecciones.
No obstante, a la luz del tiempo, Domínguez Torix reconoce que a pesar de la prohibición de la comercialización de la sangre, existe ahora el mercado negro que opera a las afueras de los hospitales y que es difícil de controlar. Para el ex funcionario federal, la centralización de las funciones en el sector Salud fue uno de los factores que propició la escasa vigilancia y control sanitario sobre los bancos de sangre del país. Por el contrario, ahora con la descentralización existe mayor vigilancia sin que el CNTS pierda el control administrativo y jurídico.
Uno de los sectores más afectados por la sangre contaminada fue el de las personas que viven con hemofilia, tan solo en el Hospital La Raza el 90 por ciento de estas personas estaban infectadas y pocos años después murieron a consecuencia del sida, no de la hemofilia.
En su opinión, el control que se tiene actualmente sobre la sangre es bueno y deberá seguir siendo así, ya que fue un logro que costó muchos años de trabajo y capacitación del personal, además de su costo económico.
Aunque la tendencia de los casos de sida asociados a transfusiones es descendiente, todavía no se ha visto el final de sus efectos negativos en la epidemia. El reto de las autoridades sanitarias será reforzar sus programas de vigilancia y control, y capacitar al personal médico encargado de cumplir puntualmente con las normas establecidas. Por otro lado, será necesario seguir promoviendo la cultura de la donación altruista de sangre y órganos entre la población, así como impulsar la auto donación de sangre e informar al público usuario lo que debe exigir al momento de donar o recibir sangre.