n El personaje no labró su estatua ni su leyenda


Olvidado por la literatura,

Zapata aparece por doquier

n Aún pesa sobre él la losa narrativa del carrancismo

César Güemes n La losa literaria del carrancismo pesa todavía sobre Emiliano Zapata. El personaje, se entiende, no sobre su persona o el proyecto de país que propuso.

El ciclo narrativo de la Revolución mexicana, amplio como es, tiene claros referentes a los protagonistas del movimiento. La filiación villista, por ejemplo, resulta necesaria para entender Cartucho o Las manos de mamá, de Nellie Campobello; el maderismo se aprecia por principio de cuentas en Los de abajo; el orozquismo, con todo y la rara variante que es, está presente en Se llevaron el cañón para Bachimba, de Rafael F. Muñoz. Y el zapatismo, tan significativo para la vida política del México actual como olvidado por la literatura, aparece sin embargo donde menos se le espera, en La negra Angustias, de Francisco Rojas González, en la cual la protagonista encarna los valores que fueron bandera del general.

Es necesario preguntarse las razones de que Zapata, con todo lo personaje que es, no aparezca tanto en la literatura como cabría esperar. Varias pueden ser las causas. Entre ellas, su muerte prematura ante la pervivencia de otros señalados sujetos de la historia o la actitud que lo diferencia radicalmente de Villa: Zapata no labró su propia estatua ni su leyenda ni se hizo rodear, salvo lo muy necesario, de personas que representaran su lado oscuro, como sí ocurrió en el binomio Villa-Fierro.

 

En los versos de López Moreno

 

Pese a todo, pues, es pertinente recordar el trabajo que hizo Germán List Arzubide respecto de la figura del sureño, Exaltación de Zapata y la pieza dramática Emiliano Zapata que se encuentra dentro del conjunto Teatro revolucionario mexicano, de Mauricio Magdaleno. Y antes de pasar a obras más cercanas en el tiempo, vale señalar la incursión de Jesús Sotelo Inclán, historiador y literato, en ese amplio ensayo con varias páginas de prosa de la mejor factura que lleva por nombre Raíz y razón de Zapata. O Los manifiestos en náhuatl de Emiliano Zapata, de Miguel León Portilla.

Es preciso recordar que John Steinbeck, el mismo de Las uvas de la ira, hizo su propio Zapata, que luego serviría de base para el guión cinematográfico de šViva Zapata! Lo cual acerca, aunque las obras no guarden relación entre sí, al indispensable Zapata, de José Revueltas, una pieza literaria redonda si bien técnicamente él mismo la concibió y redactó como un guión de cine.

Dos apariciones del general son insoslayables en el recuento, la que le genera Arqueles Vela, el estridentista mayor, en su obra La volanda, en la que puede apreciarse al personaje en una etapa ciertamente poco abordada, su juventud. La segunda entrada en escena sucede ya en los días que corren: uno de los tres encargos de Belascoarán Shayne en Cosa fácil, el investigador creado por Paco Ignacio Taibo II, es justamente encontrar a Zapata. Y lo encuentra, vivo para más señas.

Aparte de esas referencias, prácticamente sólo quedan dos novelas por mencionar que están dedicadas al personaje. Una, la de Ramón Vladiosera, Zapata, 3000 años de lucha. La otra, Emiliano, de Alejandro Iñigo.

En el rubro de la poesía, para cerrar con el balance, citemos un breve fragmento del Diurno en la muerte de Emiliano Zapata, de Roberto López Moreno, quizá lo más reciente hecho en nombre del general: ''Por ahora, el festín ríe y se agita/ y los asesinos se construyen diariamente/ una bestial patria/ de bestias revolcándose en estiércol./ Por ahora el festín está de fiesta./ Ahora es tu silencio,/ tu madre se enllaga de tu cuerpo,/ se tiende junto a ti,/ de semilla a impotencia desgarrada,/ Emiliano Zapata,/ tu madre te busca,/ solloza por el hijo/ tierra de su tierra,/ niño de su tierra./ Tu madre te reclama, tiembla,/ brama su dolor profundo,/ y llega a tanto ese dolor amargo,/ que te inventa de nuevo en cada cuna,/ en cada surco alzado,/ en cada filo,/ cada vez que la posee el relámpago".