n López Obrador: la lucha, por justicia y democracia


La rectificación, muestra de la fuerza de las instituciones del PRD

Georgina Saldierna n El presidente nacional saliente del PRD, Andrés Manuel López Obrador, recordó ayer a dirigentes y militantes que en este partido "no luchamos únicamente por cargos públicos o de dirección, ni para triunfar a toda costa sin escrúpulos morales de ninguna índole; luchamos por la justicia y la democracia".

Ante los integrantes del tercer Consejo Nacional y en lo que fue su último discurso frente a esta instancia, se refirió a las fallidas elecciones del 14 de marzo: reconoció que hubo errores, pero destacó que su partido decidió rectificar. Para el futuro inmediato, la lección que debe quedar de los comicios es que "nadie puede atentar impunemente contra los principios que nos inspiran, ni contra los objetivos superiores que perseguimos, ni contra la imagen limpia que tenemos ante el pueblo de México", agregó.

En otra parte de su discurso, ratificó su confianza en el Comité General del Servicio Electoral, aunque reconoció que pudo haber cometido algunos errores, dada la complejidad de la elección interna.

A continuación, el texto íntegro del discurso:

Compañeras y compañeros:

Por razones obvias el tema central del debate en este pleno será el de las elecciones fallidas para la renovación de la dirección nacional de nuestro partido. Por eso debemos dimensionar bien el problema, asumirlo, y refrendar el compromiso de seguir adelante en la lucha por la justicia, la defensa de la soberanía nacional y el establecimiento de la democracia en nuestro país.

Aceptar que atravesamos por un mal momento en la vida de nuestra organización política no debe traducirse en pesimismo o desánimo, sino en análisis sereno del desafío que hemos asumido, en la revisión de nuestros procedimientos y actitudes y, sobre todo, el perfeccionamiento de nuestra estrategia para hacer valer la democracia.

Desde que decidimos poner el nombre de Partido de la Revolución Democrática a nuestra organización política, aceptamos el reto de luchar en condiciones adversas contra el autoritarismo de siglos que ha imperado en nuestro país. Sabíamos que luchar por el ideal democrático no era asunto fácil. Luchar por la democracia no sólo equivale a navegar con buen tiempo, también presupone capotear vendavales sin naufragar ni perder el rumbo.

Pensemos nada más que en México nunca ha habido democracia y si ahora estamos cerca de lograrla no es por voluntad política de los hombres del régimen sino por el impulso de la sociedad. De modo que la revolución democrática implica enfrentar la resistencia de intereses creados e ir logrando las condiciones objetivas para las transformaciones políticas del país. También implica, ante las inercias profundas, un cambio de mentalidad, de la forma de hacer política y de la consecución de una cultura democrática.

Por eso esta lucha exige de convicciones firmes, de perseverancia, de mística y de arrojo. Y de ello han dado muestra la mayoría de nuestros militantes y quienes han perdido la vida por las causas que defendemos.

En honor a ellos y por el compromiso que tenemos con la gente que cree y confía en nosotros, debemos seguir actuando con decisión y responsabilidad, manteniendo una inquebrantable fe en el triunfo del movimiento democrático.

El balance de esta elección, por difícil que sea, no debe conducirnos al pesimismo, porque la revolución democrática no significa claudicación, autocomplacencia, ni convertir desvíos en instituciones, ni mucho menos el olvido de los principios.

Se han cometido errores, pero la voluntad de rectificación constante es parte del programa y del proyecto de nuestro partido y corresponde a nuestra visión de la política como actividad responsable en el sentido de transparencia y autocrítica, de lo cual hasta hoy ningún otro partido ha dado muestras.

Rectificar es ofrecer la buena fe activa, el análisis de procedimientos y hechos y el diálogo responsable con la sociedad.

Por eso no hay motivo para el abatimiento; cometimos errores pero estamos dispuestos a rectificar, lo verdaderamente catastrófico sería la renuncia de nuestro valores. Además, mientras pongamos por delante nuestros principios y mantengamos nuestra autoridad moral seremos políticamente indestructibles.

Nuestros adversarios hablan de crisis profunda en el PRD, se olvidan de que nuestra política de principios es nuestro principal capital político. Crisis hubiese sido haber votado el Fobaproa, haber aceptado la ley indígena de Zedillo, haber votado los presupuestos de 98 y 99, haber permitido el traslado a la Cámara de Diputados del caso Colosio, o estar apoyando la privatización de la industria eléctrica. Crisis hubiera sido el haber optado por ocultar irregularidades en el proceso interno, por haber querido poner debajo de la alfombra lo indebido, o el habernos negado a la rectificación, que es un comportamiento esencial de la democracia.

El PRD es un partido que ejerce la crítica y la autocrítica a plena luz del día. Es un partido abierto al escrutinio público. Ventilamos diferencias y fallas de cara a la sociedad.

En este consejo vamos a revisar todo lo sucedido en la elección interna del partido y con valor vamos a asumir nuestras responsabilidades. También hay la decisión de sancionar conductas contrarias a los principios del partido. Debe quedar como lección para el futuro inmediato y para los años venideros que en el PRD nadie puede atentar impunemente contra los principios que nos inspiran, ni contra los objetivos superiores que perseguimos, ni contra la imagen limpia que tenemos ante el pueblo de México.

Recodemos que el PRD nunca se ha visto envuelto en un escándalo de narcotráfico, de corrupción o de asesinato político. Y todos tenemos la obligación de seguir manteniendo la autoridad moral y la imagen limpia de nuestro partido.

Con la rectificación que significó anular la elección también ha quedado de manifiesto la fuerza de nuestras instituciones. Tal es el caso de la actuación destacada del Comité General del Servicio Electoral y de la Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia. Estos dos órganos autónomos, integrados por mujeres y hombres de inobjetable vocación democrática, han tenido la arrogancia de sentirse libres y han sabido poner por encima de intereses personales y de grupos el interés general del partido.

No puede negarse que ante la complejidad de la elección interna, el Comité General del Servicio Electoral haya cometido algunos errores, que sus miembros seguramente sabrán reconocer en este consejo, pero no tengo ninguna duda sobre su rectitud e integridad.

Soy partidario de que volvamos pronto a repetir el proceso de elección interna, recogiendo la lección y adecuando el reglamento de elecciones. Sostengo que no debemos renunciar a la elección abierta, porque aunque implica riesgos es lo más apegado a nuestra vocación democrática.

Las decisiones cupulares, el regateo entre élites políticas y burocráticas puede resultar más conciliador pero no es democracia participativa. No olvidemos que la democracia es el poder del pueblo y nosotros no queremos kratos sin demos, no queremos poder sin pueblo.

Además, entre otras cosas, esto nos distingue del PRI y del PAN. En el PRI el gran elector es el Presidente de la República, en el PAN los que eligen son un grupo de notables; en el PRD tenemos que seguir ejerciendo la democracia popular.

Sobra decir que, ahora más que nunca, en la organización y el cuidado de las nuevas elecciones vamos a participar todos, y estoy seguro que no va a haber ningún problema. En este consejo vamos a elegir a la dirección interina que se hará cargo de conducir políticamente este proceso. Aquí hay dirigentes capaces, con convicción, firmeza y autoridad política que sabrán estar a la altura del desafío y de las circunstancias. A quienes resulten elegidos debemos respaldarlos y depositarles toda nuestra confianza.

De este consejo debe salir el compromiso de respetar nuestra legalidad interna, de asumir la política como imperativo ético, de aceptar que más allá de los intereses personales o de grupos, por legítimos que sean, está el interés del partido y del movimiento democrático.

Los dirigentes estamos obligados a actuar como personas moralmente responsables; esto significa honestidad, firmeza para resistir a las enormes tentaciones del poder y consagración total a la causa pública. Los dirigentes tenemos la obligación de autolimitarnos, de no ser excesivos, orientándonos por valores más elevados que nuestras propias aspiraciones personales. Recordemos que en este partido no luchamos únicamente por cargos públicos o de dirección, ni para triunfar a toda costa sin escrúpulos morales de ninguna índole; luchamos por la justicia y por la democracia.

Por lo que a mí respecta reitero mi compromiso de lealtad al movimiento democrático. Durante el tiempo que asumí la presidencia del partido, con la participación y el esfuerzo de todos, logramos avances extraordinarios. Ahí están los resultados. Los triunfos obtenidos le han dado al PRD la dimensión jamás alcanzada por un partido de izquierda.

En síntesis posicionamos políticamente bien a nuestro partido, impedimos el bipartidismo entre el PRI y el PAN, logramos fortalecer la imagen del PRD ante los ciudadanos como defensor de las causas populares, no claudicaremos en nuestros principios y jamás nos dejamos persuadir por los hombres del régimen.

También cometimos errores y quedaron asuntos pendientes: nos hace falta más organización, mejor formación política e imprimirle más mística y principios a nuestro quehacer político.

La evaluación final la harán ustedes y los militantes, eso es lo que más me importa, no el juicio de nuestros adversario y de sus voceros oficiosos, aunque todos nos merecen respeto.

Me regreso a Tabasco. Voy a trabajar en la organización del partido en mi estado natal, y desde allí seguiré contribuyendo al fortalecimiento de nuestra organización política nacional y seguiré luchando por la justicia y la democracia.

Muchas gracias.

šDemocracia ya, patria para todos!