n No siempre llegan a su destino los exiguos recursos del presupuesto castrense


Corroe la corrupción a la cúpula militar rusa

Juan Pablo Duch, corresponsal/II y última, Moscú, 8 de abril n La guerra en los Balcanes ha puesto en el orden del día, una vez más, el problema del financiamiento de las fuerzas armadas rusas.

De unos años para acá, y por la crisis económica, Rusia destina al gasto militar una suma equivalente a 3.5 por ciento del producto interno bruto (PIB), cerca de 16 por ciento del presupuesto de egresos.

La Unión Soviética destinaba entre 10 y 15 por ciento del PIB, algo así como 50 por ciento del gasto público. Sin embargo, hasta 70 por ciento de los recursos asignados se emplean en mantenimiento de las fuerzas armadas, principalmente en pago de salarios y adquisición de alimentos.

Además, existen sospechas de que los exiguos recursos no siempre llegan a su destino. La corrupción es un fenómeno que afecta también a la jerarquía castrense.

El coronel retirado Viktor Baranets, ex funcionario del estado mayor de las fuerzas armadas, ha dedicado dos libros a denunciar lo que llama "mafia militar", y el periodista Dmitri Jolodov fue víctima de un atentado mortal después de destapar la cloaca de la corrupción en el ejército en tiempos del ex ministro de Defensa Pavel Grachov, quien estuvo a punto de ser nombrado, poco antes de los bombardeos en Yugoslavia, representante de Rusia ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

La reforma de las fuerzas armadas

Hacia 1993, la dirigencia rusa consideró necesario realizar una profunda reforma de las fuerzas armadas en dos etapas, la primera de 1997 al 2000 y la segunda del 2000 al 2005. Para esa fecha habrá concluido la reorganización y habrá un millón 200 mil efectivos.

El actual ministro de Defensa, mariscal Igor Sergueiev, en su artículo "Una nueva Rusia, un nuevo ejército" (Krasnaya Zvezda, 19.09.97) explicó así la necesidad de la reforma: a) La estructura, número de efectivos y armamentos no corresponden a las tareas de prevenir o responder amenazas militares reales ni a las posibilidades económi- cas y financieras del Estado. b) El nivel de financiamiento de las fuerzas armadas dejó de satisfacer sus necesidades en relación con su funcionamiento en materia de estructura y número de efectivos. c) Disminuyó el peligro de una agresión contra Rusia.

El primer paso importante en la reorganización de las fuerzas armadas fue la creación de las fuerzas de misiles estratégicos, en lugar de las tropas de misiles estratégicos, las fuerzas cósmicas militares y las tropas de defensa de misiles y cósmica, componente principal contra una agresión a Rusia.

Las fuerzas terrestres, que cuentan con poco más de 300 mil efectivos, fueron compactadas y se unificaron las fuerzas aéreas y las tropas de defensa antiaérea. Las fuerzas navales siguen integradas por cuatro flotas --del Norte, del Báltico, del Mar Negro y del Pacífico-- y por la flotilla del Caspio.

El último componente son las fuerzas de desembarco aéreo, unidades de élite que disponen de cerca de 35 mil efectivos y han participado desde 1988 en operaciones en los conflictos interétnicos y situaciones extraordinarias en Armenia, Azerbaiján, Moldovia, Osetia del Sur, Ingushetia y Abjazia.

Los llamados boinas azules intervienen en tres operaciones de mantenimiento de la paz: en Bosnia, junto con tropas de la OTAN; en Eslovenia oriental, bajo la supervisión de Naciones Unidas, y en Abjazia, a petición del gobierno de Georgia.

Estado desastroso

La comisión especial de la Duma encargada de formular los cargos contra el presidente Boris Yeltsin para fundamentar el procedimiento de destitución constitucional, cuyo comienzo está previsto para el 15 de abril, dio a conocer los siguientes datos: las fuerzas armadas se encuentran en un estado próximo a su destrucción total. Las fuerzas terrestres cuentan con sólo 12 agrupaciones en plena disposición de combate. Entre su armamento, la mayor parte de los sistemas coheteriles son anticuados, igual que los tanques y carros blindados; tampoco están mejor los aviones de transporte y helicópteros: muchos requieren reparación urgente.

En las fuerzas aéreas el número de aviones en buen estado no supera el 55 por ciento, se aproxima el plazo de vencimiento de las armas nucleares estratégicas, en el 2001 ya estarán fuera de uso los cohetes crucero y para el 2003 las fuerzas estratégicas contarán sólo con mil ojivas nucleares.

Hoy por hoy, las posibilidades de las fuerzas estratégicas de Rusia son 2.5 veces menores que las de Estados Unidos. Al mismo tiempo, se perdió una parte importante del potencial del cuerpo de oficiales, de instituciones científicas y de producción industrial.

En las fuerzas navales más de 70 por ciento de los barcos dotados de misiles estratégicos requiere de reparación o de serias labores de mantenimiento y más de la mitad de los 26 submarinos nucleares son técnicamente anticuados. En los demás submarinos, ya para el 2003 el número de proyectiles se reducirá 75 por ciento al terminar el plazo de uso de los sistemas de misiles.

De dramática califica la desatención de las necesidades sociales de los militares. De acuerdo con datos al 12 de octubre de 1998, el Ministerio de Defensa recibió sólo 36.8 por ciento de los recursos presupuestados, entre éstos sólo 75 por ciento de la suma asignada para salarios, 24 por ciento para construcción de viviendas y 17 por ciento para atención médica de militares.

Los retrasos permanentes en el pago de salarios y el empeoramiento de las condiciones de vida de los militares han afectado seriamente la disciplina y han incidido en el aumento del número de suicidios.

Las llamadas de atención sobre el deterioro de las fuerzas armadas no son nuevas. El director del Servicio de Inteligencia Exterior, Viacheslav Trubnikov, preparó a mediados de 1997 un memorándum confidencial para el Kremlin, y que ahora está disponible como anexo del libro Vida y obra del general Liev Rojlin.

En ese documento, el jefe del servicio de espionaje ruso advierte: "En la capacidad de combate de las tropas y la posibilidad de usarlas como instrumento del poder ejerce una influencia negativa la actividad de los partidos políticos, que se aprovechan de las dificultades del ejército. (...) Muchos oficiales empiezan a identificarse con los programas, y muchas veces planteamientos demagógicos, de los partidos de oposición, lo cual conduce a un creciente distanciamiento de una parte del cuerpo de oficiales y la dirigencia del país. (...) En el plano político está muy difundida entre los oficiales la tesis de que hace falta mano dura, de que no sirve para Rusia la democracia de tipo occidental. Comienza a extenderse el punto de vista de que la desintegración de la Unión Soviética fue una tragedia histórica y aumentan los partidarios de crear cualquier tipo de formación estatal nueva, principalmente con participación de las repúblicas eslavas".

Respecto de la percepción externa, señala: "En opinión de la plana mayor de la Secretaría de Defensa de Estados Unidos, las fuerzas armadas de Rusia están en condiciones de salvaguardar las fronteras nacionales sólo en caso de combates no prolongados, mientras la utilización del ejército ruso en la solución de conflictos militares demostró su escasa eficiencia incluso para alcanzar objetivos de política interna", en referencia a la guerra de Chechenia.

En relación con la república independentista de Chechenia, pesa mucho todavía en la dirigencia rusa el "síndrome de 1994" y no se quiere repetir ese error, cuando el entonces ministro de Defensa, Pavel Grachov, prometió a Yeltsin resolver el problema del separatismo checheno con una operación militar que duraría "como máximo 10 días", que finalmente duró 21 meses y provocó miles de muertos a ambos bandos; el cese al fuego sirvió sólo para constatar que no hubo vencedores ni vencidos.

Rusia y la alianza noratlántica

El establecimiento de un mecanismo de estrecha cooperación con la OTAN, según uno de sus principales promotores, el ex canciller Andrei Kozyriev, se debió a que a comienzos de la década de 1990 cambiaron drásticamente la situación geopolítica en el mundo y el carácter de las relaciones internacio- nales. Había cambiado Rusia, también.

"El fin de la confrontación abierta, que se había dado bajo el signo de la lucha de los dos sistemas, disminuyó el riesgo de una guerra global", es la tesis central de Kozyriev, hoy miembro de la Duma.

Las relaciones con la OTAN están determinadas por el Acta Fundacional Rusia-OTAN, firmada en París el 27 de mayo de 1997.

Rusia aceptó suscribir el documento cuando se hizo evidente que no podría impedir la expansión de la OTAN, con la inclusión de nuevos miembros. Los primeros tres --República Checa, Hungría y Polonia-- formalizaron su ingreso en marzo pasado.

Los críticos del documento, especialmente Serguei Baburin, vicepresidente de la Duma y quien encabeza el Comité contra la OTAN, indican que su contenido ambiguo puede interpretarse como la aceptación de Rusia a la ampliación de la alianza noratlántica.

El acta, ciertamente, tiene puntos débiles. Al reconocer su significado político, la OTAN se negó a darle carácter vinculante, ya que rechazó su ratificación parlamentaria.

No establece garantías claras de la decisión de no desplegar armamento nuclear en el territorio de los nuevos miembros de la OTAN y sólo reconoce que no tiene intención de instalar ese tipo de armas. Permite, sin lugar a eufemismos, la posibilidad de dislocar tropas de la OTAN en los países de Europa oriental y de desarrollar ahí una ramificada infraestructura militar; tampoco incluye garantías de una expresa renuncia a una ampliación posterior y eventualmente podrían ingresar antiguas repúblicas soviéticas.

El mecanismo de consultas políticas, derivado del documento, no reconoce el principio del consenso y no da a Rusia la posibilidad de influir en la toma de decisiones, incluso en las que pudieran afectar su seguridad nacional. Los ataques contra Yugoslavia pusieron en evidencia esto último.

Rusia y la CEI

En la cumbre de mandatarios de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), celebrada el pasado 2 de abril, Yeltsin no pudo convencer a sus homólogos de 12 de las ex repúblicas soviéticas de que aprobaran un documento que condenara las acciones militares de la OTAN contra Yugoslavia.

El proyecto, presentado por Rusia, fue considerado por algunos presidentes como "excesivamente duro" y finalmente se decidió no adoptar ninguno. Yeltsin se limitó a decir que durante la discusión "todos los participantes nos pronunciamos por poner fin al derramamiento de sangre en Yugoslavia y favorecemos una solución política".

El presidente de Kazajstán defendió la posición de que "cada país miembro de la CEI ya manifestó, de una u otra manera, su actitud --tal como lo considera necesario-- hacia el conflicto en los Balcanes y, por ello, no tiene sentido tratar de concordar un planteamiento común, más aún que Yugoslavia no es miembro de la CEI".

Así se encontró una fórmula de compromiso que evitó hacer más evidente las diferencias que mantienen la mayoría de los países de la CEI con Azerbaiján y Georgia.

El presidente azerbaijano, Gueidar Aliev, no sólo ha expresado su apoyo a los bombardeos de la OTAN, sino que ha llegado a afirmar que si fuera necesario, su país participaría en la operación para "ayudar a nuestros hermanos musulmanes de Kosovo".

Desde el punto de vista militar, el entorno geoestratégico de Rusia, el antiguo territorio de la Unión Soviética, salvo las tres repúblicas bálticas, debería estar protegido por el Tratado de Seguridad Colectiva de la CEI.

Pero es papel mojado y, además, el presidente de Georgia, Eduard Schevarnadze, anunció hace poco que su país tiene la intención de abandonar ese tratado. De ser así, pronto el contingente de mantenimiento de la paz ruso, que ha contribuido a separar a las partes en conflicto en Abjasia, cederá su lugar a soldados estadunidenses.

Es el primer paso para el desmoronamiento de la cooperación militar en el seno de la CEI, ya de por sí limitada.

En contraste, cada vez es más notorio el acercamiento de Azerbaiján a la OTAN, que en un futuro no lejano podría transformarse en la instalación de bases militares en su territorio. El consejero de Estado para política exterior azerbaijano, Vafa Guluzade, asegura que Rusia, al suministrar armas a Armenia, obliga a Azerbaiján a establecer una cada vez más estrecha cooperación militar con Turquía y Estados Unidos.

Expertos del estado mayor ruso no excluyen que, si las cosas siguen así, Azerbaiján podría plantear, ya este año, resolver el problema de Nagorno-Karabaj con tropas de la OTAN conforme al "esquema de Bosnia".

ƑParticipará Rusia en una guerra en los Balcanes?

En el contexto de todo lo expuesto, la pregunta parece sobrar.

El envío de un barco de reconocimiento a la "zona del Mediterráneo" es más simbólico que medida práctica, ya que los datos de espionaje se recaban sin mayor dificultad desde los satélites geoestacionarios, y cuando lleguen los otros seis barcos, la desventaja frente a las embarcaciones de la OTAN será del orden de casi 30 contra uno.

La apuesta de Rusia es --tiene que ser-- a una solución política que ponga fin al derramamiento de sangre en los Balcanes.

De unos días a la fecha se observa un cambio importante en las gestiones políticas y diplomáticas rusas: sin apartarse de su lenguaje de enfática condena de la acción militar de la OTAN contra Yugoslavia, el Kremlin está asumiendo una actitud más apegada a la realidad.

Por lo pronto, se empieza a entender en Moscú que la mediación rusa carece de sentido, si se asumen como propias las posiciones de una sola de las partes en conflicto y, a la vez, no hay voluntad política ni condiciones para involucrarse militarmente en una guerra.

El acercamiento del embajador ruso en Belgrado al líder albano-kosovense moderado Ibrahim Rugova, el envío de ayuda humanitaria "sin distinción de religión ni pertenencia a grupos étnicos", la transmisión de los primeros reportajes de la televisión rusa desde Kosovo sobre evidencias de una "limpieza étnica" apuntan en esa dirección y contribuyen, mucho más que la retórica, a la búsqueda de la paz y de una solución equilibrada en la región.