Monsanto, el gen terminator y las plagas de la agricultura
Gustavo Viniegra González
El 8 de diciembre de 1998, el presidente Bill Clinton dio a conocer la lista de ganadores en Estados Unidos de la Medalla Nacional de Tecnología, que incluyó, entre otros, a un grupo de científicos de la empresa Monsanto por haber creado y difundido diversas semillas de plantas comerciales que fueron diseñadas por ingeniería genética para resistir plagas de diversos insectos. Aquí se comentan algunos aspectos de ese tipo de avances técnicos que pueden ser de interés general.
Desde hace casi 20 años, científicos de diversos países, incluidos algunos mexicanos, investigan cómo introducir genes de la bacteria Bacillus turingensis usando como vehículo a otra bacteria: Agobacterium tumefaciens, y de esa manera hacer que ciertas plantas de interés comercial como el tabaco, el algodón y el maíz, se vuelvan productores bajo encargo de un veneno llamado proteína biocida, que inhibe selectivamente la función intestinal de algunos insectos como el llamado gusano cogollero del maíz.
El grupo de Monsanto, que incluye a los galardonados Robert T. Fraley, Robert B. Horsch, Ernest G. Jaworski y Stephen G. Rogers (en orden alfabético), pudo llevar a cabo ese avance técnico con semillas de algodón y maíz, bajo la dirección de Jaworski, a principios de los 80. En 1996, se realizó en Estados Unidos un ensayo práctico con agricultores de algodón, el cual demostró que los nuevos genes reducían en más de 80 por ciento el uso de los pesticidas. Se calcula que de esa forma se ahorrarían cerca de un millón de litros de insecticida en la producción de algodón de ese país.
Ese logro de los científicos de esa compañía contribuye a cambiar la imagen negativa que una vez tuvo Monsanto como empresa productora de agentes agroquímicos contaminantes, incluyendo los nefastos agentes defoliantes para aclarar las selvas de Vietnam, los cuales estuvieron contaminados con el agente cancerígeno dioxina. Pero abre nuevos frentes de controversia: el futuro uso del llamado gen terminator. Como su nombre lo indica, es un gen que programa la terminación o improductividad de las semillas híbridas al ser resembradas. Ese gen aún no se usa pero, indican voceros de Monsanto, citados en Scientific American, "podría ser requerido para proteger sus patentes".
En India, en cambio, pude constatar en un viaje reciente que el uso de ese gen era visto como una amenaza a la agricultura tradicional porque los campesinos generalmente apartan una parte de los granos producidos para resembrarlos en el siguiente ciclo. Ese gen podría acabar con la sabiduría milenaria de los campesinos para seleccionar semillas adaptadas a las condiciones reales de la agricultura, lo cual fue una de las tesis fundamentales del finado Efraim Hernández Xolocotzin, profesor de la Universidad Autónoma Chapingo, quien abogó incansablemente por conservar y reforzar las prácticas milenarias de nuestra agricultura.
Esa controversia lleva a un debate muy interesante sobre una pregunta clave: Ƒen qué medida la modernidad debe fundamentarse en la sabiduría tradicional? ƑAcaso está reñida la tradición con el avance científico de vanguardia? Me parece que no, que es fundamental no destruir las tradiciones para construir nuevas versiones de la tecnología. En eso los orientales nos llevan delantera para asimilar tecnología avanzada y conservar su cultura milenaria. Lo han hecho en Japón, Corea, Taiwán y ahora, en gran escala, en China.
En agricultura, la selección llamada "masal" (masas de granos) de los campesinos puede combinarse con la ingeniería genética y ambas salir fortalecidas. Pero, de nuevo, se necesitan imaginación y arraigo cultural para saberlo hacer con probidad y eficiencia. Ojalá los técnicos formados en programas de doctorado extranjeros aprendan a aprender también al lado de los campesinos, con humildad y respeto por la sabiduría popular y sin perder sus conocimientos modernos.
Comentarios a:
[email protected]