Eduardo Montes
El PRD en una encrucijada
Era inevitable la anulación de las elecciones internas en el PRD. Desde hace cuando menos dos semanas fue evidente la necesidad de que este partido enfrentara con decisión el cúmulo de irregularidades y hechos fraudulentos, que empezaron a denunciarse desde el mismo día de las elecciones y dañaron gravemente su proceso electoral interno. La magnitud de los hechos hizo evidente que ni el Comité Nacional del Servicio Electoral ni la Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia tenían otra alternativa: el primero, reconocer la realidad, no eludir ni minimizar las irregularidades y acciones ilegales, y el segundo, calificarlas sin ceder a las presiones e hipotéticas conveniencias políticas.
La salida propuesta por Amalia García, Jesús Ortega, Mario Saucedo y otros cuadros de ese partido, de sólo "limpiar" la votación, aceptar "un poco de fraude" y terminar el cómputo ųademás de evidencia de ceguera política, de insensibilidad frente a la gravedad de los hechosų, únicamente hubiera metido al PRD en una crisis profunda, en la descomposición, en el camino de las fracturas y en el desprestigio completo. Además, ni Amalia ni Ortega, los punteros en los recuentos, hubieran podido dirigir a un partido desgarrado por los intereses de los grupos y con decenas de miles de afiliados y simpatizantes desmoralizados por el escandaloso espectáculo, del cual son responsables quienes a toda costa querían ganar las elecciones.
La decisión de la CNGV de anular las elecciones del 14 de marzo abre las puertas para enfrentar los problemas y recuperar la credibilidad y prestigio del PRD, seriamente deteriorados en las últimas semanas. Y será así si se va a fondo en el examen de los problemas y en la búsqueda de soluciones. El organismo que decidió la anulación cumplió su parte: va a establecer las responsabilidades de aquellos que dolosamente violaron la legalidad partidaria, intentaron manipular la voluntad de los militantes y simpatizantes, además de querer burlar la buena fe de cientos de miles de personas que con libertad ejercieron su derecho a votar en los comicios internos.
Por su parte, el Consejo Nacional debe integrar una dirección provisional que conduzca a un partido en crisis de credibilidad, que en unas cuantas semanas gastó buena parte de su capital, y en su interior tiene grupos que hacen a un lado principios y proyecto político para disputar, en lucha sin cuartel, posiciones de mando.
Y, por si fuera poco, algunos de sus principales cuadros están seriamente debilitados por su responsabilidad directa o indirecta en los hechos que llevaron a la anulación de las elecciones y por su torpeza política en el manejo de los problemas poselectorales. Pudieron salir mejor librados, pero no tuvieron la estatura suficiente para admitir que estaban frente a un gran problema político que exigía medidas radicales, desprendimiento, ver lejos y ponerse por encima de sus propias ambiciones. Amalia García, Ortega y Saucedo, junto con Rosa Albina Garavito, debieron haber reconocido su responsabilidad política en el inicio de la crisis y demandar ellos mismos la anulación de las elecciones (sólo Rosa Albina lo hizo). Le hubieran hecho un enorme servicio al partido. No lo hicieron, pero ni siquiera pudieron ver que se estaba iniciando una crisis, los encegueció su ambición de mando. En lugar de eso se lanzaron contra el órgano electoral partidario, endosándole la responsabilidad de la falta de limpieza en el proceso. Lástima.
La dirección provisional que integre el Consejo Nacional de ese partido tiene una tarea nada fácil, pues en el PRD están presentes las causas políticas, estructurales, éticas, las formas del quehacer interno que llevaron a algunos grupos, dirigentes y militantes a la realización de hechos ilegales en el proceso electoral y a una medida extrema como es la anulación de las elecciones del pasado día 14.
La dirección provisional y todos sus cuadros sólo podrán enfrentar esta situación de crisis si en primer lugar admiten la gravedad de los problemas, y en segundo tienen la determinación de ir a la raíz de los mismos, para lo cual es necesario enfrentarlos no como asuntos de aparato, de grupos, por la vía de los arreglos cupulares, las negociaciones en corto, los compromisos sin principios. Eso ya no funciona. Fracasó en el proceso electoral y llevó al PRD a una situación peligrosa.
Se necesitan soluciones políticas de fondo, medidas que de alguna manera signifiquen la refundación del partido. De otra forma se iniciará la descomposición de este partido de la izquierda democrática. La convocatoria a un congreso extraordinario parece ser el camino para que colectivamente se inicie la solución pronta de la crisis de este instituto político que está en una encrucijada decisiva de su historia.