n Pugnas entre barrios, delincuencia, drogas...
Terminada la Pasión, de vuelta al valle de lágrimas
Con la crucifixión de Oswaldo Mendoza Guerra, el mesías en turno del Viacrucis que se celebra desde 1833, terminó la tregua de los conflictos que caracterizan las relaciones entre los ocho principales barrios de Iztapalapa. Hoy, sábado de Gloria, mientras el Señor está en las alturas, vuelven las pesadillas terrenales: pandillerismo, falta de servicios, drogadicción, robos y, sobre todo, las fricciones en la delegación más grande y conflictiva del Distrito Federal.
Y como todos los años, romanos disfrazados de granaderos la emprendieron a golpes contra penitentes y cronistas al término de la semana de sacrificio, en un calvario no sólo para nazarenos y vírgenes que acompañaban al cristo de Iztapalapa, sino también para quienes, movidos por su fe, hicieron del espectáculo su propia cruz.
Habitantes de los ocho barrios olvidaron por una semana las riñas callejeras, el activo, el consumo de alcohol, fiestas, novias e incluso los pleitos por el agua potable, todo por agradecimiento o petición a un Dios al que encomendaron su alma y por el que cargaron una cruz, no igual a la del salvador, pero sí proporcional al tamaño del favor o del perdón.
En estos ocho días de guardar, pero sobre todo en la visita a las siete casas --que son los ocho barrios--, las únicas bajas, más de 200, las provocó el Sol. Y no hubo oraciones en el desierto. Más de dos millones de testigos trataron de captar las palabras de Oswaldo, convertido en Jesús, en el juicio más concurrido de la historia.
El Pato, el Marín, el Soñador, el Escuincle y la Singer salieron del callejón Victoria, en el barrio de San Lucas, y llegaron a la explanada de la delegación a las 11 de la mañana, después del recorrido por los otros siete barrios de la demarcación. Agotados, pedían un toque de mota para alivianar el camino, pero ''es Semana Santa y está prohibido'', así que con cigarrillos paliaron la desesperación.
Revelaron que se reparten entre ellos drogas y alcohol porque ''ya están bien caras: un cigarro de mota te cuesta 50 pesos y una grapa de coca 300 pesos, y sin trabajo Ƒcómo la consigues? Así que mejor puro activo, que lo compras en cualquier tlapalería y bien bara".
Ante más de 2 mil policías que bloqueaban el paso a la explanada e impedían el andar de nazarenos y público en general, los miembros de la banda comentaron: ''Ahora sí que tienen trabajo, porque se lo ordenaron sus jefes. Pero con nosotros ni se llevan'', comentó el Pato, a lo que la Singer --apodo que se ganó ''por facilita'', según sus compañeros-- agregó: ''Vas a ver que en 15 días ya aparece un muertito otra vez y nadie hace nada; lo malo es que hace dos meses mataron a un chavo aquí (en la explanada). Ya pararon las tocadas, y sí que se ponían chidas. En los pleitos que había les demostrábamos a los de Asunción que los de San Lucas somos los chichos''.
Así, una vez que se le puso el último clavo al Jesús en la cruz, los bravos de los ocho barrios comenzaron de nuevo a velar sus armas en espera del primer enfrentamiento tras la muerte del mesías de este año, y en espera de una nueva celebración de la próxima Semana Santa que ''nos dé chance de llevar la fiesta en paz''. Entonces un nuevo Jesucristo será condenado y crucificado en la réplica del infierno en pleno Distrito Federal: la delegación Iztapalapa, que ocupa el segundo lugar en número de católicos y los primeros en delincuencia y habitantes.
Las pascuas conciliaron, como en antaño, las rivalidades entre enemigos, que a lo largo de la pasión del redentor compartieron espacios. Algunos se retaban de calle a calle, pero el respeto imperaba en ese momento. ''Mañana, cuando todo haya pasado, ese cuate me las va a pagar. Me quiere bajar a la vieja, porque sabe que en plena crucifixión no le puedo hacer nada. Pero ora que acabe todo ya verá''.
Como todos los años, el momento más importante es aprovechado por los artistas de la procesión, que interpretaron perfectamente sus respectivos papeles: sacerdotes, fariseos, romanos, hombres mayores de 50 años, verdaderos tiranos que recorrieron las principales calles y avenidas empujando, golpeando y agrediendo a los espectadores hasta llegar al Cerro de la Estrella y encontrar el perdón.
Los protagonistas de la procesión fueron seleccionados entre amigos, compadres o familiares de los líderes de las ocho organizaciones que representan a los habitantes de los barrios de Iztapalapa, en un proceso que, por algunas horas, elimina las asperezas de una vida en vecindad que en muchos casos se ventila, como en los tribunales romanos, ante la barandilla del Ministerio Público
Xóchitl Juárez, habitante de la zona de minas, comentó que la organización de las procesiones cada año ''se deteriora porque los chavos no tienen respeto. Algunos ya estuvieron en la cárcel, se la pasan todo el día en la calle, y hasta embarazaron a las chamacas. Pero eso sí: piensan que con venir a rezar un rato y cargar una cruz pesada ya están perdonados. Y eso no es así. Se deberían de comportar siempre, porque ahorita está tranquilo.
''Pero cuando se empieza a meter el sol la explanada es una zona por donde no se puede pasar ni de chiste. Y son estos mismos que hacen el Viacrucis para nosotros todo el año'', agregó.
Los vecinos disfrazados de soldados romanos y de granaderos ayudaron a bajar la cruz con el mesías Oswaldo crucificado. La tregua terminó. Y con ella la paz de Semana Santa en los ocho barrios de Iztapalapa.
Hoy, otra vez, la guerra hasta que llegue el próximo mesías. (Josefina Quintero)