Luis Javier Garrido
El cierre El fin del sexenio se termina como un festejo para el gobierno pero como un desastre para el país.

1. Ernesto Zedillo está cerrando "su sexenio" disfrutando ya de la investidura presidencial: ufano por creer que ha cumplido como "discípulo aplicado" con el FMI y el Banco Mundial y confiado en que será él --y no Carlos Salinas-- el que le imponga candidato al PRI y presidente a la nación. El estado de ánimo que muestra con las gracias que hace a diestra y siniestra (Milenio, 78), trata de aparentar que ya controla el aparato del partido como el del Estado, pero enseña asimismo la irresponsabilidad de su gobierno ante el desastre en que se halla el país y su incapacidad para escuchar el descontento creciente: la voz de la consulta zapatista, el reclamo de electricistas y petroleros, las movilizaciones de Gue- rrero, la protesta de los estudiantes de la UNAM: la inconformidad en todos los ámbitos.

2. El gobierno sigue confiado en que abriéndole espacios políticos a la oposición y controlando a la sociedad a través de los medios podrá seguir gobernando otros seis años

3. La propaganda suele, sin embargo, revertirse las más de las veces, y muy pocos creyeron, por ejemplo, que eran zapatistas los campesinos disfrazados con pasamontañas café, uniforme planchadito y botas recién lustradas que mostraron las imágenes de Televisa y Televisión Azteca el 29 de marzo, descendiendo alborozados por un sendero a entregarle sus armas al gobernador genocida Roberto Albores, que alterado por el éxito de la consulta en Chiapas, donde hubo más de 450 mil participantes, dijo entonces que el zapatismo había pasado a segundo término en su estado y lo único que logró con el montaje escenográfico fue ahondar el descrédito de los dos consorcios televisivos.

4. Un gobierno cuya principal arma política ha sido la simulación no es de extrañar que prepare la sucesión a través de la autopropaganda. Zedillo gasta millones de dólares del presupuesto buscando confundir a los mexicanos, diciéndoles que todo va bien: que la economía mejora y el país vive en la "normalidad democrática". Asumiéndose como el protagonista de esa mise en scäne, no deja pasar oportunidad, y al presentarse a almorzar en el restaurante Danubio con los jefes de los grupos parlamentarios del PRI (31 de marzo), quiso dar a entender, según sus asesores, que hay una plena disciplina de las bancadas priístas para proseguir los cambios legales que se le exigen desde el exterior, aunque también aprovechó para dar a conocer su optimismo: "A peso la foto", le dijo a una comensal.

5. Los hechos muestran, sin embargo, todo lo contrario: que el gobierno "de Zedillo" no tiene ya el pleno control del aparato del gobierno ni mucho menos ha subordinado a la sociedad, como lo pretende. La oposición a las demandas de privatización del FMI vienen no sólo de amplios sectores populares sino del interior del propio sistema.

6. Ernesto Zedillo se jacta de no haberle fallado a Washington en su sexenio, pero esta vez las cosas no van a ser tan fáciles. La reforma a la legislación laboral ha sido detenida por el Congreso del Trabajo. La privatización de la industria eléctrica, que requiere de modificaciones constitucionales, tiene la oposición de legisladores del PRD, pero también del PRI y del PAN. La entrega de la petroquímica al capital extranjero ha generado una fuerte oposición al interior del sector oficial. La privatización de la UNAM no tiene sólo la oposición de amplios sectores de estudiantes, de académicos y de la sociedad sino de personalidades del gobierno. El desmantelamiento de la Conasupo, que se ha hecho de facto y en contra de la ley, tiene la oposición de las organizaciones populares del PRI.

7. La irresponsabilidad política de Ernesto Zedillo al pretender trastocar al vapor el marco legal mexicano en este cierre de sexenio está entrañando un costo político muy alto, tanto para el PRI como para el PAN, los dos partidos de "su mayoría parlamentaria", y habría que preguntarse si los legisladores de estas dos fuerzas políticas están dispuestos a seguirlo en una aventura con la que sólo busca fortalecer sus posibilidades de imponerle al país el nuevo Presidente.

8. Los priístas que aún creen en su partido se hallan en este escenario ante una última llamada y sólo tienen una salida: hacer prevalecer los principios ante el pragmatismo de los tecnócratas y de su dirigencia. Ernesto Zedillo logró imponerles como dirigente nacional a Pepe Toño González Fernández, un funcionario sin relieve partidista que no tiene más mérito que el de pertenecer al círculo de sus intimidades, y ahora pretende hacerles votar en contra de sus principios una serie de cambios legales para más tarde imponerles el candidato presidencial.

9. El PAN está situado por su parte ante una difícil disyuntiva, pues votar en función de su "alianza estratégica" con el gobierno a favor de la privatización de la energía eléctrica o de la iniciativa de Los Pinos sobre derechos indígenas, significaría aparecer una vez más como partido subordinado al PRI y comprometer de manera determinante las ambiciones de Fox para el 2000. Luis Felipe Bravo no parece dispuesto a seguir en la pendiente a la que llevaron al partido Alvarez, Castillo y Calderón, y por eso Gabriel Jiménez Remus (jefe de la bancada blanquiazul en el Senado) decía a los micrófonos de Televisa que la privatización de la industria eléctrica tendría que esperar hasta el próximo sexenio, y refutaba las exigencias oficiales señalando que la prisa de Zedillo no era la suya (Canal 2, 29 de marzo).

10. El grupo que gobierna al país tiene, además, el obstáculo de una sociedad civil emergente, que está resistiendo cada vez más a sus políticas y que, al pasar a una actitud ofensiva, puede contribuir, de manera decisiva, a cambiar el rumbo de la nación. La disputa por el 2000 se está dando por lo mismo desde 1999.