José Cueli
Juan Ramón Jiménez

Francisco Umbral, escritor español, capta con agudeza cómo Juan Ramón Jiménez ųde quien se acaban de publicar poemas inéditosų pone de manifiesto la angustia que nace en el trance sexual. Angustia en que el espíritu se ve obligado a asistir a algo en lo que no participa, apoteosis de lo meramente instintivo que ya había estudiado Soren Kierkegaard. Fenómeno del desdoblamiento expresado en versos sobrecogedores.

 

šQué extraños

los dos con nuestro instinto!

De pronto

somos cuatro.

 

Exacerbación de lo instintivo que siempre supone un desdoblamiento. Lo racional que no desaparece al venir a primer plano lo emocional que se queda en otro plano, replegado, distante, contemplativo, viendo hacer al otro yo.

Lógica secreta, escondida, misteriosa, perversa por desconocida, sostiene Francisco Umbral, en su espléndido libro que lleva por título Lorca, poeta maldito.

No eres

manos en el corazón

silencios en mi rincón.

Ausencias en el balcón

...No eres

(miraditas de través

Impetuoso interés

golpes de manos y pies

...šNo eres!

Como el viento suspirar

Como la lluvia, llorar

Sollozar como la mar)...

ƑNo eres?

 

Desdoblamiento, desgarrón psicológico que asiste al espectáculo de la mitad sombra maldita y temida por ignorada, pecaminosa. Fe pública de su comunión con el misterio, lo ingobernable.

El mísero cuerpo, el sucio, de los nueve agujeros, no obedece al mandamiento de su frente delicada, quiere la muerte oscura para sumir su alta angustia. Lo mismo en Federico García Lorca que en Juan Ramón, en la lectura de Umbral.

Desdoblamiento que después de su Platero y yo, trata de enlazar e integrar, en frío adelgazamiento del verso.

 

''Verde verdesol

šendulza la puerta del sol!

su canto enajena

(Ƒse ha parado el viento?)

el campo se llena

de su sentimiento

Malva es el lamento

verde el verdesol"

 

Verde verdesol que es ola sin nada más. ''Un mar que queda fuera, cuyo color, silbar, olor, nada me dicen; un mar al que le busco inútilmente el corazón, al que le pongo inútilmente el corazón. Mar de subibaja, sin nombre y sin sentido, no abismo de consuelo ni sombra desasida, suelta ola; sombra que no se une, ola sin nada más".

 

šQué extraños

los dos con nuestro instinto!

De pronto

somos cuatro.