YUGOSLAVIA: DETENER LA GUERRA
A ocho días de que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) iniciara sus ataques aéreos en contra de Yugoslavia, la situación en esa atormentada nación de Europa parece lejos de mejorar y, por el contrario, el bombardeo de posiciones serbias ha sido causa del recrudecimiento de muchos de los enfrentamientos y atrocidades que las potencias occidentales pretendían ųal menos en el discursoų detener y solucionar.
Mientras, día con día y hora con hora, los navíos y aeronaves de la OTAN machacan centros militares y, también, zonas urbanas en di-versas localidades yugoslavas (causando numerosos muertos e indecibles padecimientos entre la población civil). Decenas de miles de kosovares albaneses han abandonado sus lugares de origen y se han refugiado en Albania y Macedonia para escapar de la represión emprendida por los nacionalistas serbios. Hasta el momento, la ofensiva de la OTAN, más allá de sus cuestionables resultados en el ámbito militar, sólo ha conseguido atizar el odio y la xenofobia de serbios y albaneses, agudizar el desasosiego y el peligro de muerte inminente que pesan sobre miles de kosovares de ambos orígenes étnicos y, sobre todo, ha provocado numerosas pérdidas de vidas humanas y de bienes materiales. Paradójicamente, Slobodan Milosevic, el mandatario yugoslavo acusado de cometer crímenes contra la humanidad, podría, al resistir la agresión extranjera, incrementar sus bonos y su influencia entre sus conciudadanos.
Por añadidura, la ofensiva aliada contra Yugoslavia ha irritado severamente a Rusia y China. En Moscú, por ejemplo, diversos dirigentes políticos y militares han elevado el tono de sus recriminaciones y algunos de ellos han llegado a extremos verbales como el de sugerir el uso de armas atómicas en caso de que "hubiera que decidir entre la vida y la muerte para Rusia". Por lo pronto, siete embarcaciones militares rusas, integrantes de la flota del Mar Negro, serán enviadas al Mediterráneo en "misión de reconocimiento", a fin de analizar la situación en Yugoslavia.
En este escenario de tensión creciente, resulta necesario que las partes en conflicto y las naciones involucradas mantengan la cordura y suspendan de inmediato las acciones armadas, tanto en el bando de la OTAN como en el de los nacionalistas serbios y albaneses de Kosovo. Con cada misil que cae sobre poblaciones serbias y con cada represalia cometida en contra de kosovares albaneses se está alejando la posibilidad de alcanzar la paz mediante una salida negociada y se avivan los fuegos de la intolerancia y la limpieza étnica. El dramático incremento del número de refugiados de origen albanés que huyen de Kosovo es una evidencia concreta de que el bombardeo aliado sólo ha conseguido agravar la violencia en esa provincia separatista.
Desafortunadamente, el discurso de la OTAN es cada vez más belicista: apenas ayer, el secretario general de ese organismo, Javier Solana, declaró que la alianza está decidida a destruir la maquinaria bélica de Yugoslavia, circunstancia que sólo podrá lograrse con más devastadores ataques.
La guerra en Yugoslavia ųpor sus efectos contraproducentes y por la soberbia con que fue emprendida, al margen de la ONU, por la OTANų jamás debió comenzar y es necesario, para bien de los habitantes de Yugoslavia y de la humanidad, que sea detenida antes de que se convierta en un desastre humano y en un conflicto armado de dimensiones mayores.