La Jornada Delcampo, 31 de marzo de 1999

Maíz y medio ambiente: efectos del TLC

Alejandro Nadal

tomateros-2 La inclusión del maíz en el Tratado de Libre Comercio fue justificada por el gobierno como parte de una estrategia para reorganizar el sector agrícola. Los objetivos eran desarrollar los cultivos en los que México tenía ventajas comparativas, y reducir el costo fiscal de los subsidios a productores y consumidores en la cadena maíz-tortilla. Pero esa estrategia conlleva una serie de importantes efectos ambientales, entre los cuales destaca la destrucción a mediano plazo de la base de recursos genéticos asociada a los productores que, de acuerdo con el TLC, deben abandonar el sector maíz.

Variabilidad genética del maíz

México es el centro de diversidad genética del maíz (Zea mays), con 41 complejos raciales de maíz y miles de variedades.Para los productores del campo más pobres y vulnerables en México, la variabilidad genética del maíz es el elemento más importante de su estrategia de supervivencia. Desde las regiones montañosas, hasta las planicies costeras y valles centrales, los productores de maíz han llegado a reconocer las diferencias de cada agro-ambiente en términos de suelos y climas, precipitación y vientos, así como diferentes plagas, y logrado insertar de manera productiva las diversas variedades de maíz en el abanico de sus recursos productivos.

La variabilidad genética del maíz proviene de su gran capacidad de adaptación a los más variados agro-ambientes. El maíz puede desarrollarse en climas muy variados, desde áridos y semiáridos hasta tropicales, puede crecer en temperaturas promedio tan altas como 26Ɔ C y tan bajas como 12.5Ɔ C, en altitudes que van desde el nivel del mar hasta los 3,500 msnm, en suelos de diferente composición química, al mismo tiempo que hace frente a plagas de diferentes tipos.

Los productores de maíz en México, especialmente los más pobres, siembran diferentes variedades de maíz. Estas diversas variedades se encuentran negativamente correlacionadas con cambios en precipitación, humedad, climas, plagas, vientos, escasez de nitrógeno y suelos de baja alcalinidad. La utilización combinada de estas variedades proporciona el único seguro contra una falla total de la cosecha. Esta adaptabilidad del maíz a condiciones sumamente adversas es la otra cara de los rendimientos bajos que conduce a una evaluación superficial sobre la "ineficiencia" de los productores maiceros.

Son muy variados los factores que explican la selección de semillas entre estos productores: tipo de suelos, resistencia a la sequía, resistencia al viento, respuesta a insumos, período crítico de vulnerabilidad a insectos, período de maduración, rendimientos, resistencia a la conservación prolongada, requerimientos alimentarios. Aunque es difícil tener una cifra precisa, el número de productores que utilizan semillas criollas en México es cercano a los dos millones.

Casi todos estos productores cultivan por lo menos dos variedades de maíz, pero con frecuencia cultivan hasta cinco o seis. Normalmente una de las variedades es de maíces precoces, con un corto período de maduración que permite ganarle a las heladas tempranas. Aunque su rendimiento no es muy alto, en parte porque las mazorcas son más pequeñas y los granos más chicos, estos maíces aseguran un mínimo de abasto para los productores y sus familias. Entre las otras variedades utilizadas se encuentra por lo menos una con un período de maduración más largo y rendimientos más elevados.

El uso de semillas criollas se intensifica en los estados en los que predominan los productores más pobres y de potencial intermedio. Estos productores proporcionan cada año un extraordinario servicio ambiental de incalculable valor: la selección, cuidado y desarrollo de semillas de una gran cantidad de variedades de maíz.

Estos son precisamente los productores que el TLC busca eliminar. La guerra económica con importaciones irregulares, precios bajos, falta de crédito y el recorte drástico de todos los apoyos al productor de maíz, sirve para socavar sus bases productivas. El estudio confirma que ya existe un deterioro de la capacidad de manejo de los recursos genéticos por parte de estos productores. En un futuro no muy lejano, la desaparición de estos productores puede convertirse en una realidad. No como lo prometía el gobierno (porque se puedan dedicar a cultivos rentables o encontrando empleo productivo en la economía) sino a través de la migración forzada, para engrosar las filas de los desocupados y ampliar los cinturones de miseria urbana.

Erosión genética por deterioro social

La definición tradicional de la erosión genética se concentra en el desplazamiento de semillas criollas por la difusión de híbridos de alto rendimiento. Sin embargo, una definición más rigurosa de la erosión genética debe incluir el caso de la desaparición del tejido social y cultural en el que florece la diversidad genética de un cultivo, así como la destrucción de la información relacionada con el uso y destino de las semillas en cuestión. En ocasiones, miles de años han transcurrido para acumular la información concentrada en un genotipo, y cuando desaparece la información o el tejido social que le da uso, se presenta la erosión genética.

Por ejemplo, si desaparecen las comunidades indígenas que utilizan y desarrollan algunas de estas variedades de maíz, se irá con ellas la información sobre las semillas. Aun cuando esos genotipos estén conservados en un banco de germoplasma (regresamos sobre este punto más abajo), será imposible recuperar esa información. El mismo efecto se produce cuando la migración y la miseria desgastan y rompen gradualmente el tejido social que desarrolló esos recursos genéticos.

*tomateros-3 La diversidad genética del maíz en México está asociada a estrategias de producción en las que la definición de derechos de propiedad de la tierra, y el tejido social de las comunidades, juegan un papel importante. Muchos productores poseen parcelas de una gran diversidad en términos de profundidad de suelos, régimen de humedad y drenado, composición química, y están obligados a trabajar con una variedad de semillas como respuesta a las diferentes características de sus parcelas. Al desaparecer estos productores, o deteriorarse el tejido social de sus comunidades, se destruye la información sobre la diversidad de semillas. Estas tendencias negativas ya se presentan en el campo mexicano.

Bancos de germoplasma y conservación in situ

Los bancos de germoplasma no son una solución a este problema. Estas instalaciones para mantener viables semillas de miles de variedades durante décadas, en complejos sistemas de refrigeración criogénica, se desarrollaron como respuesta al grave problema de la erosión genética provocada por el desplazamiento de semillas criollas locales al introducirse híbridos de alto rendimiento. Los bancos de germoplasma realizan la función de conservación ex situ, pero no representan una solución adecuada para el grave problema de la desaparición de variedades criollas y de sus parientes silvestres. Además, en estos sistemas persiste la erosión genética por varios caminos. Uno de ellos es el de la deriva genética, pero otro más fundamental es que a la larga se pierden los genotipos que se busca preservar porque la reposición de semillas se lleva a cabo en entornos que no corresponden a los que originalmente las generaron.

Por otra parte, en México la erosión genética provocada por la expansión de híbridos ya se dio en el pasado en el caso del maíz. Pero ese proceso no pudo avanzar mucho porque los híbridos no pueden competir ventajosamente con las semillas criollas en suelos deficientes o bajo condiciones climáticas adversas y sin insumos agro-químicos. En la actualidad, no más del 30% de la producción nacional se obtiene de híbridos.

La importancia del germoplasma de los maíces mexicanos tiene dimensiones planetarias. Aunque este germoplasma no es crucial para las líneas de producción que actualmente se encuentran en la faja maicera de los Estados Unidos, sí lo es para la producción futura de maíz en países tropicales y subtropicales. La demanda de maíz en países subdesarrollados aumentará al 4% anual para las próximas décadas, y una buena parte de la producción tendrá que darse en suelos de menor alcalinidad en el trópico húmedo, en donde los rendimientos tendrán que ser más elevados. El papel de los maíces mexicanos como fuentes de germoplasma será de gran importancia en combinación con el proveniente de maíces de países africanos y sudamericanos.

Precisamente cuando surge en el mundo el interés por la conservación dinámica o in situ de los recursos genéticos del maíz en México y se toma conciencia de las limitaciones de los bancos de germoplasma, en ese momento el gobierno mexicano adopta las posiciones más irracionales y retrógradas en esta materia, decretando la guerra a estos productores.

El análisis de las implicaciones ambientales en materia de conservación y desarrollo de recursos genéticos, revela que el proyecto de desplazar a este segmento de productores maiceros es un error de dimensiones históricas. También enseña que las consecuencias negativas constituyen una seria amenaza para el desarrollo sustentable del país.

Desplazar a estos productores de maíz de sus cultivos es un proyecto que puede llevar unos cinco o diez años. La guerra en su contra ya comenzó. Las tendencias recientes sobre rendimientos y la presión sobre el recurso tierra demuestran que, en ese período, el destino de México se va a jugar en una carrera contra el tiempo.

Tendencias actuales

La producción de maíz no ha caído a pesar de la caída en los precios a partir de la entrada en vigor del TLC. Sin embargo, la producción se lleva a cabo bajo condiciones sumamente difíciles para los productores y sus familias.

La producción de maíz se ha mantenido en un nivel alto desde 1994 a pesar de la caída de precios. Dos razones explican esto. Primero, la estructura de precios relativos siguió favoreciendo la producción de maíz porque los precios de casi todos los demás cultivos cayeron más que los del maíz. Por eso se mantienen los altos niveles de producción en los estados en donde predomina un paquete tecnológico intensivo en capital (irrigación, mecanización, insumos químicos, híbridos de alto rendimiento).

Segundo, en la agricultura menos intensiva en capital y de rendimientos más bajos, la producción se mantuvo porque estos productores recurrieron más a su recurso tierra debido a las dificultades económicas por las que atraviesan. En esos estados, la producción aumentó tanto para el autoconsumo como para los mercados locales y regionales.

Es decir, la producción se mantuvo tanto en el caso de los productores más competitivos, como en el caso de los más vulnerables, pero bajo condiciones sumamente difíciles.

Los productores competitivos tomaron en cuenta que la constelación de precios relativos del sector agropecuario había caído todavía más con relación al maíz. Los productores pobres tomaron en cuenta la caída del precio del maíz, pero también la del salario real urbano y rural, el alza de precios de insumos, y, desde luego, la tasa de inflación de más del 120% en los primeros cuatro años del TLC. Para estos productores la producción se desarrolla ahora bajo condiciones más difíciles, con un claro deterioro en su capacidad para manejar eficientemente sus recursos.

Una perspectiva dramática de lo que está ocurriendo con la tierra dedicada a la producción de maíz se encuentra en el Mapa II construido con cifras oficiales sobre producción y superficie cultivada. Los rendimientos (toneladas por hectárea) están calculados sobre un período de tiempo suficientemente largo para evitar sesgos bruscos.

El resultado es alarmante: en 18 estados los rendimientos decrecen. Y en 14 de esos estados, esta evolución coincide con el aumento de la superficie cultivada. Se ha puesto mayor presión sobre la tierra y eso agrava el riesgo de erosión y de pérdida de la capa vegetal. Contra lo que sostienen los voceros del gobierno, el TLC no ha favorecido las fuerzas para reducir este riesgo.

La estrategia equivocada del TLC debe ser corregida a la brevedad. Los productores de maíz han exigido recientemente la suspensión del tratado por tres años. Tienen razón. De hecho, se trata de una posición moderada, lo mínimo que se debe exigir en las condiciones actuales. El siguiente paso es diseñar una estrategia alternativa, replanteando una política económica que permita eliminar la miseria en el campo y evitar el daño ambiental que el rumbo actual impuesto por el gobierno busca provocar.