Iván Restrepo
Sexenal, la confianza en Villanueva

Nada ejemplifica mejor el fin de un sexenio tachado de intolerancia, corrupción, manejo discrecional del presupuesto y las normas constitucionales que garanticen los contrapesos en el ejercicio del poder público, que los presidentes municipales de Quintana Roo durante el último informe del gobernador de esa entidad, el ingeniero Mario Villanueva: portaban una camiseta blanca que en el frente tenía la leyenda: "Mario, hoy y siempre confiamos en ti". Los encabezaba el edil de Cancún, Rafael Lara, insistentemente señalado en las filtraciones del gobierno federal como implicado en el narcotráfico. Esos y otros altos funcionarios que terminan su gestión el lunes próximo tienen razones suficientes para estar agradecidos con quien les permitió realizar negocios sin cuento. Son los mismos que se prestaron a todo tipo de maniobras para aplastar a los grupos políticos opuestos al PRI y, en su momento, también a los que dentro de ese partido intentaron salirse de la ruta trazada por el ingeniero.

Pero además de los principales funcionarios públicos, otros grupos debieron portar dicha camiseta, como reconocimiento público a quien tantos favores les dispensó. En aras de la brevedad, citemos a los empresarios turísticos, a los prestadores de servicios, a los favorecidos con concesiones que dejan utilidades millonarias cada año. A los empresarios de la construcción. Entre ellos, Sergio Yáñez, esposo de Adriana Salinas de Gortari, de triste fama en esos lares por obras inconclusas y de mala calidad para la gente necesitada. A los sindicatos afiliados a la CTM y la CROC, que en esta entidad son la más fiel expresión de un corporativismo obsoleto pero útil para quienes ejercen el poder sin contrapesos. Nadie escapó estos seis años al control del mandatario: lo mismo taxistas que trabajadores de la rama gastronómica y hotelera, vendedores ambulantes que comercios establecidos.

No escapan tampoco los líderes campesinos afiliados al PRI que con tanta eficacia movilizaron a los suyos lo mismo en los procesos electorales que a la hora de invadir tierras que no les pertenecen. En vez de descargar sus baterías contra el ingeniero, el gobierno federal debía estarle agradecido por la eficacia con que impidió que la oposición ganara elecciones, pues el voto maya, el de los pobres, definió siempre las cosas.

Pero no nos engañemos: esta semana concluye la confianza y la lealtad de funcionarios, líderes obreros, campesinos y de organizaciones populares; de empresarios e inversionistas, de los responsables de impartir justicia (al procurador lo acusan también de estar metido en negocios ilícitos), de los dueños o prestanombres de algunos medios de comunicación; en fin, de quienes se convirtieron en socios del gobernador o dieron algo a cambio de sus favores. Ninguno de los que han montado en indignación por las acusaciones que el gobierno federal hace contra uno de los más distinguidos e intolerantes priístas se atreverá a defenderlo a partir del lunes próximo.

Estos días en que se lavan pecados, también servirá para lavar lealtades y rendirse al nuevo enviado: el coronel Joaquín Hendricks, antiguo colaborador del ingeniero, escogido en Los Pinos para regir los destinos de la más joven entidad federativa.

Hace seis años, Mario Villanueva presentó un programa de gobierno que muchos vieron como la salida a los problemas de Quintana Roo. De origen humilde, quien siempre se ha dicho amigo de Colosio, pero más de la familia Salinas, deja el gobierno con una fortuna personal incalculable y cómplices por doquier. Con sarcasmo, sus enemigos dicen que democratizó la economía porque se hizo socio de todo lo que funciona en la entidad. En su despedida política y social, su último informe, enderezó tales críticas al modelo económico vigente, al Poder Ejecutivo federal, al PRI y al sistema de impartición de justicia, que más pareció discurso de un crítico del sistema que con tanto ahínco defendió e impuso en esta parte de la península yucateca.

Se va el ingeniero, el prominente miembro del club de gobernadores, el defensor de la candidatura de Manuel Bartlett para la Presidencia de la República en el 2000. Deja problemas por doquier, en medio de una prosperidad turística engañosa, fincada en desajustes regionales, económicos, sociales y ambientales que perdurarán en el largo plazo. Por ellos, nadie lo acusa, pero son tanto o más graves que las investigaciones que lo señalan como presunto aliado de narcos, y de las cuales él se defiende alegando ser víctima de las presiones de Estados Unidos en la hora de la certificación, y de una venganza política por disentir de la línea trazada desde Los Pinos.

Apenas ayer era uno de los gobernadores consentidos, ejemplares. No habrá necesidad de larga espera para saber la verdad.