PARAGUAY: ƑFIN DE UNA CRISIS?
Con la renuncia de Raúl Cubas a la presidencia de Paraguay parece que finaliza uno de los episodios más difíciles que ha debido enfrentar, en los años recientes, la incipiente democracia paraguaya.
Ante la inminencia de su destitución por parte del Senado ųdonde se le seguía un juicio político por haber liberado al general golpista Lino Oviedo, a contrapelo de los dictados de la Suprema Corte de Justiciaų y bajo una fuerte presión popular desatada tras el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña, Cubas optó por dejar la presidencia y refugiarse en el cargo de senador vitalicio que la Constitución paraguaya concede a los ex mandatarios.
En tanto, Oviedo ųseñalado por diversos grupos políticos y sociales paraguayos como el autor intelectual del homicidio de Argañaų escapó del país tan pronto se conoció la noticia de la dimisión de Cubas y se encuentra actualmente detenido en Argentina, nación a la que ingresó con documentos falsos.
Tras una semana de fuertes tensiones, protestas populares y acciones represivas por parte de las fuerzas armadas ųque cobraron seis muertos y centenares de heridosų, el nuevo gobierno paraguayo se enfrenta ahora al reto de reconstituir la institucionalidad democrática del país a fin de establecer los cauces para que los diversos grupos políticos y militares diriman sus diferencias de manera pacífica y en el marco de la ley, y no mediante el asesinato, el golpe de Estado o la dictadura.
En este sentido, resulta positivo que el presidente del Congreso, Luis González Macchi ųquien por mandato constitucional asumió la presidencia en sustitución de Cubasų, haya recibido el respaldo de las fuerzas armadas.
Sin embargo, no puede afirmarse categóricamente que la crisis política paraguaya haya finalizado. Por el contrario, ese país sudamericano tendrá que recorrer todavía un largo trecho en su camino a la consolidación democrática, deberá liberarse de muchos de los lastres y lacras que permanecen vigentes como parte de la herencia nefasta del ex dictador Alfredo Stroessner, esclarecer el asesinato de Argaña y hacer valer la justicia en el caso de la condena impuesta a Oviedo.
Además, la muerte de Argaña, la renuncia de Cubas y la huida de Oviedo dejan al gobernante Partido Colorado sin sus principales figuras políticas, fuertemente escindido y, a la par, desprestigiado ante sus electores.
Por ello, la renovación de sus estructuras y la reforma de su organización son medidas obligadas para los colorados, si es que desean permanecer como una fuerza política cohesionada y viable frente a una oposición que podría capitalizar políticamente la presente irritación social.
Mientras las disputas al interior del todavía dominante Partido Colorado se resuelvan mediante la amenaza y la violencia, la estabilidad de todo Paraguay permanecerá en riesgo.
En este contexto, Paraguay deberá transitar hacia un modelo abierto y plural, ajeno a los caudillismos que lo han aquejado y lesio- nado en los años recientes, y donde las fuerzas armadas ųtambién peligrosamente divididasų dejen de ser un factor de presión y amenaza para las instituciones democráticas.
Y si bien estos días resultan cruciales en el futuro de Paraguay, son también importantes para América Latina en su conjunto.
La crisis paraguaya pone de manifiesto la fragilidad de las democracias latinoamericanas y la necesidad de reforzar la institucio- nalidad, la vigencia de las leyes y la justicia social como las mejores maneras para preservar y fortalecer los regímenes democráticos en el subcontinente.