Eduardo Montes
Lo que no debe continuar en el PRD
Las elecciones de direcciones nacionales y del Distrito Federal en el PRD, el pasado 14 de marzo ųalrededor de 700 mil votosų rebasaron largamente las previsiones de sus organizadores y los cálculos de quienes disputaban la dirección de este partido. Fueron, sin duda, ejemplo de participación de afiliados y simpatizantes.
Paradójicamente, esas elecciones pusieron a flote la existencia de concepciones y prácticas internas por completo ajenas a la democracia. La existencia de grupos clientelares que luchan por el control del aparato partidario a toda costa; la disputa por posiciones de dirección al margen de principios y programas políticos, y el afán de algunos cuadros de alcanzar puestos de dirección sin importar los medios y los costos llevaron a algunas de las planillas que disputaron la dirección nacional a una confrontación sólo por posiciones de mando, al margen del interés político, lo que abrió las puertas a actos reprobables que lesionan la autoridad moral del partido.
Tales acciones, que ahora investigan los órganos del PRD, mancharon el proceso electoral hasta un grado todavía desconocido, dieron ocasión para los ataques de sus adversarios naturales, burlaron la confianza de cientos de miles de miembros y simpatizantes, agregaron elementos de descrédito y de desgaste del capital político acumulado por esta organización y enfrentan a todos sus dirigentes a un problema de cuya solución depende que este grave tropiezo no se convierta en una debacle.
Si el daño no ha sido mayor es gracias a que en las votaciones del 14 hubo una participación masiva, que rebasó la pequeña fuerza de los grupos de interés existentes en el PRD y redujo su peso relativo en estas elecciones. Esto fue así sobre todo en el DF, donde la llamada Corriente de Izquierda Democrática no pudo imponerse como en todos los procesos anteriores. La participación de miles de miembros del PRD no controlados por los grupos fue determinante para impedirlo.
Reconocer la existencia de los problemas que hicieron crisis el día 14 será el principio de su solución, ocultarlos o minimizarlos ųcomo es la posición de algunos dirigentesų sólo conducirá a reducir a la nada la credibilidad del PRD, a la liquidación de gran parte de su capital político, a la erosión interna y una crisis posterior de desastrosas consecuencias. El Comité Ejecutivo Nacional del PRD, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, creo que con audacia, ha ido al encuentro del problema y ha fijado una posición clara y comprometida. Admite incluso la posibilidad extrema de anular las elecciones.
Ciertamente, para los candidatos punteros, Amalia García y Jesús Ortega, la anulación de las elecciones es algo inadmisible. Siguen en la dinámica de la confrontación electoral y no ven más allá de sus aspiraciones, por legítimas que puedan ser. Olvidan, así sea de momento, el interés general de su partido y del proceso de transformación democrática del país con el cual está comprometido y en el cual es pieza clave. Pero en las circunstancias actuales, cuando todas las planillas con mayor o menor énfasis pusieron en duda la limpieza del proceso, cualquiera de los dos que resultara perdedor difícilmente aceptará la derrota. Pero lo más importante es que quien finalmente fuera reconocido el candidato triunfador llegará al puesto sumamente debilitado, resultado de unas elecciones cuestionadas dentro y fuera del partido, con descrédito público y apenas con un tercio de los votos. En esas condiciones no debe descartarse la solución extrema de anular las elecciones. Esto enfrentaría al PRD a la decisión de quién lo encabezaría mientras se realizan nuevos comicios. Una solución, como ya lo sugirió en estas páginas Julio Hernández, podría ser que el actual presidente AMLO prolongue su mandato hasta después de las elecciones del 2000.
Sin embargo, y más allá del desenlace concreto de las elecciones, el PRD necesita enfrentar con firmeza las causas que dañaron gravemente el proceso democrático de elecciones internas. Darle organicidad al partido, abrir espacios para todos sus miembros, reducir hasta anular el peso de los grupos clientelares que envilecen las relaciones políticas son, al parecer, medidas indispensables para hacer irrespirable el ambiente interno a quienes lo mismo urden operaciones como la de la leche Betty que intentan manipular procesos electorales internos.