n Cantará con Eugenia León, el domingo, en el Zócalo


Mercedes Sosa transformó la libertad en ofrenda

n Soy el fuego en la oscuridad, enarboló en el Auditorio Nacional

Mónica Mateos n Fue larga la espera: siete años. Pero Mercedes Sosa abrazó de nuevo a su público mexicano, aunque ya no sean los jóvenes estudiantes que la aclamaban en el auditorio Che Guevara, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, como ella los recuerda. El encuentro en el Auditorio Nacional la noche del martes fue así, una velada entre viejos conocidos que se estrechan las almas para después charlar acerca de los sinsabores y alegrías que se han acumulado en el tiempo.

Puntual, acompañada por cuatro músicos, Mercedes descargó primero su equipaje de nostalgias y enarboló su signo: ''Soy el fuego en la oscuridad". Con su voz que puede ser dulce o rebelde sin perder vehemencia, cantó a las cosas simples que alimentan el corazón y al muchacho al que hay que pedirle que no parta todavía, pues se está soñando el regreso.

La amiga se instaló en casa, el escenario, y los anfitriones, el auditorio, no dejaron de halagarla con aplausos y el incondicional calificativo: ''šJefa!". Sus canciones son de ésas que producen amor, aunque no se ame o no se sepa expresarlo. Por eso, Mercedes Sosa llevó a todos a su regazo para enseñar a decir ''déjame que me vaya" y transformar la libertad en ofrenda.

 

Noche de una garganta a muchas voces

 

Con la frescura de una adolescente entrelazada a la sabiduría y la certeza que le dan sus sesenta y tantos años, la intérprete argentina descargó el Gracias a la vida, de Violeta Parra, en la emoción de sus antiguos camaradas de lucha y luego confió: ''Yo he perdido alguna vez, pero todo se olvida... no me dejen partir tanto tiempo, es un dolor para mí".

Entre el público se encontraban el ex presidente Raúl Alfonsín y el cantante Mijares, a quien Mercedes Sosa invitó a cantar Alfonsina y el mar a pesar del tremendo abucheo que recibió el ''televiso". La cantante también buscó a sus amigas adoradas Eugenia León (con quien cantará el próximo domingo en un concierto gratuito en el Zócalo capitalino) y a Tania Libertad (que le envió de regalo a su camerino una botella de champaña), pero nunca aparecieron y el público, feroz, arremetió contra ''el soldado del amor".

El mal sabor se olvidó cuando Mercedes siguió charlando ''de tanto exilio que he vivido, de la depresión. Por eso caí en cama como cualquier ser con sueños". Cantó lo mismo a los niños de la calle que a las madres solteras y, con el puño en alto, el credo de toda su generación, La masa: ''si no creyera en el delirio, si no creyera en la esperanza, si no creyera en el sonido, Ƒqué cosa fuera? Ƒqué cosa fuera la masa sin cantera?".

Hace muchos años que Mercedes Sosa dejó de ser una cantante de folclor y su voz se ha internado en otras voces. Ha interpretado temas de Sting (Fragilidad), ha unido su canto al de su colega francés Francis Cabrel (Vengo a ofrecer mi corazón) y ha dado vida a temas de sus roqueros compatriotas Fito Páez (Un vestido y una flor) y Charly García (Rezo por vos).

Se aproxima un reto más: la tucumana actuará el próximo 23 de abril al lado del tenor Luciano Pavarotti, en el estadio del Boca Juniors, en Buenos Aires; "y no me voy a quedar muda", afirmó en el Auditorio Nacional, con su sonrisa de hechicera indígena y la certidumbre convertida en canto: ''cambia lo superficial, cambia también lo profundo, pero no cambia mi amor, por más lejos que me encuentre...".

Agitó pañuelos blancos, zapateó con sus botines negros, resucitó aunque ''tantas veces me mataron, tantas veces me morí", y organizó una fiesta de idealistas cuando hizo corear a todos el tema Sobreviviendo, escrito por Andrés Calamaro especialmente para el disco dedicado a Chiapas, que hace unos meses grabaron los más populares roqueros argentinos.

''šAy!, qué felicidad!", lloró Mercedes luego de interpretar la dulce trova ''cantando al sol como la cigarra, despierto de un año bajo la tierra... de la oscuridad alguien te necesitará para ir cantando... cantando". Luego de los tangos y las sambas, cerró la noche, muy prendida, con puro rock y sin nada de lágrimas ni fantasmas, con las canciones de Charly García y mucho baile. Fue la noche de todas las voces que viven en la garganta de Mercedes Sosa.